Hace un año aproximadamente se publicaba en un diario que en España se detectan 44 casos de cáncer de mama diariamente. La estadística registraba más de 5.000 muertes anuales debido a este tipo de tumor. Las cifras a escala planetaria son escalofriantes cuando miramos el mapa mundial del cáncer de mama.
En relación a la etiología (causas), como el cáncer en general, es variada, pero el estilo de vida y los hábitos nutricionales tienen un peso importante en la terrorífica ecuación que lleva a una mujer a desarrollar este tipo de cáncer. En este sentido, son varios los trabajos que coinciden en la influencia de la alimentación en la génesis del cáncer de mama.
Un estudio habla de medidas preventivas tan sugerentes como eliminar el alcohol, la carne y la grasa animal. En materia de factores de riesgo, la génesis del cáncer es un poco un suma y sigue, por lo que hasta el más mínimo factor es importante. 
En el caso del alcohol, un trabajo publicado en este mismo año (2011) muestra que este factor es determinante en 17.470 de los 397.043 casos estudiados relacionados con el alcohol en las mujeres.
Factores de riesgo como el consumo de colesterol, que normalmente los asociamos solo a problemas cardiovasculares, también muestra su influencia significativa con el riesgo de padecer cáncer, siendo entre 1,4 y 1,7 veces más probable entre las personas que consumen más colesterol. Estas son las conclusiones de otro artículo publicado recientemente.
Desde un punto de vista más general, se ha publicado un trabajo en el que demuestran como todos aquellos hábitos nutricionales que favorezcan un estado de estrés oxidativo desquilibrado (ejemplo: no conseguir dosis óptimas de determinadas vitaminas, minerales, oligoelementos y otros fitonutrientes que aseguran un funcionamiento celular óptimo en la lucha contra la oxidación descontrolada y los radicales libres), y/o una respuesta de inflamación crónica (cuando todas las células se encuentra ligeramente inflamadas por las agresiones químicas, metabólicas, de tóxicos, etc, que llegan del exterior), dichos hábitos conducen a un aumento del riesgo de padecer cáncer de mama.
Las buenas noticias, curiosamente, se encuentran en el mismo ámbito: los hábitos. Está demostrado que las decisiones que llevamos a cabo respecto a qué comer y qué suplementos nutricionales utilizar reducen drásticamente el riesgo de un sinfín de problemas, entre ellos el cáncer de mama. Por ejemplo, un ingesta óptima (nótese que he dicho óptima, ya que suele estar por encima de la cantidad diaria recomendada o CDR) de vitamina A está inversamente relacionada con el estrés oxidativo.
Es decir, cuando tomamos la cantidad óptima de esta vitamina, estamos menos oxidados. Existe una relación inversa y dosis-dependiente entre el consumo de fibra y el riesgo de sufrir cáncer de mama. Ésto significa que cuanta más fibra consumamos, menor es el riesgo (por cada 10 g de incremento en el consumo de fibra, reducimos un 7% adicional el riesgo). Asegurarse un aporte complementario de vitaminas del grupo B —especialmente ácido fólico y niacina (vitamina B3)— demuestra reducir el riesgo de cáncer de mama, según otro trabajo publicado.
Una extensa revisión sobre el extracto de romero ha hallado que algunos de sus componentes fitoquímicos atacan los procesos tumorales en sus múltiples fases y con un amplio espectro de órganos beneficiados (colon, cáncer, hígado, estómago, incluso en los casos de melanoma y leucemia).
Lo que pretendemos ilustrar en este artículo es que tenemos muchos factores que podemos controlar gracias a decisiones más conscientes, y muchas herramientas naturales y con efectos secundarios prácticamente inapreciables.
Hemos llegado a un momento en la historia de la salud en la que el dicho “más vale prevenir que curar” se dice mucho, pero se practica poco.
 Francisco Carreño Gálvez (pacocarrenogalvez@gmail.com)