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La precisión de los mecanismos del reloj nos ofrece este año un día extra en el calendario. Pero, ¿Por qué?
No es un día como cualquier otro. El 29 de febrero es el momento de recuperar las seis horas que la tierra saca de ventaja, cada año, al calendario. Necesario, dicen los expertos, para que cada siglo no se pierdan 25 días y nos encontremos con nieve en julio y un astro rey asfixiante en pleno mes de diciembre. Aquí viene la explicación científica: la Tierra, en sus movimientos de traslación alrededor del Sol y de rotación sobre su eje, obliga a cuadrar días y años en el calendario con el fin de que los equinoccios y los solsticios ocupen las mismas fechas a lo largo de la historia.
Los ingleses les llaman "leapers" (por "leap year"). Capricho de los Césares, el poder del tiempo les confiere una distinción única: ser bisiestos, esto es haber nacido un 29 de febrero. En España son alrededor de treinta mil los que tienen garantizado eso de "la eterna juventud". También los hay célebres, como el Papa Pablo III, el poeta inglés John Byron o el compositor Giocchino Rossini. Y en la ficción, la revista "Time" dató el nacimiento de Superman un 29 de febrero. En Facebook cuentan con una página con más de 500 miembros e incluso existe un Club Mundial fundado en el País Vasco. Con más apego les tratan en Irlanda, dónde los bebés nacidos ese día han llegado a recibir un premio de setenta libras.
Si algo pesa en el año bisiesto es el refranero. Ateniéndonos al mismo y su "año bisiesto, año siniestro", las efemérides nos descubren el hundimiento del Titanic- 1912-, el comienzo de la Guerra Civil Española (1936) o algunos sonados crímenes como el de Robert Kennedy y Martin Luther King (1968), John Lennon (1980) o Mahatma Gandhi (1948). En el mundo del campo los años bisiestos tampoco son vistos como preludio de buenas cosechas. Desgracias como en cualquier año, al fin y al cabo. En la parte positiva, en nuestra era moderna, la aparición del 29 de febrero también indica la llegada de los Juegos Olímpicos.
Los ingleses les llaman "leapers" (por "leap year"). Capricho de los Césares, el poder del tiempo les confiere una distinción única: ser bisiestos, esto es haber nacido un 29 de febrero. En España son alrededor de treinta mil los que tienen garantizado eso de "la eterna juventud". También los hay célebres, como el Papa Pablo III, el poeta inglés John Byron o el compositor Giocchino Rossini. Y en la ficción, la revista "Time" dató el nacimiento de Superman un 29 de febrero. En Facebook cuentan con una página con más de 500 miembros e incluso existe un Club Mundial fundado en el País Vasco. Con más apego les tratan en Irlanda, dónde los bebés nacidos ese día han llegado a recibir un premio de setenta libras.
Si algo pesa en el año bisiesto es el refranero. Ateniéndonos al mismo y su "año bisiesto, año siniestro", las efemérides nos descubren el hundimiento del Titanic- 1912-, el comienzo de la Guerra Civil Española (1936) o algunos sonados crímenes como el de Robert Kennedy y Martin Luther King (1968), John Lennon (1980) o Mahatma Gandhi (1948). En el mundo del campo los años bisiestos tampoco son vistos como preludio de buenas cosechas. Desgracias como en cualquier año, al fin y al cabo. En la parte positiva, en nuestra era moderna, la aparición del 29 de febrero también indica la llegada de los Juegos Olímpicos.
¿De dónde viene el año bisiesto?
Fue Julio César quien encargó a Sosígenes la modificación del sistema. Este último, estipuló que el año era exactamente igual a 365 días y 6 horas, disponiendo de este modo de un día adicional cada 4 años. Pero al no ser el año trópico unos 11.25 minutos más corto, la corrección definitiva llegó en 1582. Por decisión del papa Gregorio XIII, asesorado por numerosos astrónomos, los años divisibles por cien no serían bisiestos. Sí lo serían, en cambio, los divisibles por 400. Así, para solventar los errores del calendario juliano, el 5 de octubre de 1582 fue seguido del 15 de octubre del mismo año.
Algunos países adoptaron la reforma gregoriana siglos después. La Unión Soviética, por ejemplo, continuó utilizando el Calendario Juliano hasta 1918 y es por ello que la "Revolución de Octubre" de 1917 se produjo, en realidad, en noviembre.
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