El único amigo absolutamente desinteresado que un hombre puede tener en este mundo interesado, el que nunca lo abandona, el que nunca resulta ingrato o traicionero, es su perro. El perro de un hombre permanece a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormir en el suelo frío, donde soplan los vientos helados y la nieve golpea con violencia, por estar junto a su amo. Besar la mano que no le ofrece alimento; lamer las heridas y las llagas fruto de la esperanza del mundo. Vigila el sueño de su amo mendigo como si fuera un príncipe. Cuando todos los otros amigos lo abandonan, el se queda. Cuando las riquezas echan a volar y la reputación se hace pedazos sigue tan constante en su amor como el sol en su trayectoria por los cielos. Senador George Vest, 1870
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