Atacada por el “síndrome del número uno”, común entre los artistas cuando alcanzan la cima, levita por encima de la mediocridad ambiente, lo que la lleva a cuestionar la cualificación de “la fracasada Angela Merkel” o del “progre Obama” para acometer sus respectivas responsabilidades, mientras el aval de los votos le confiere libertad para decir lo primero que se le pasa por la cabeza y así consigue que las reflexiones que nos regala a diario recuerden por su profundidad las de una miss en el momento de la coronación.
No hace bien Esperanza, cuyo modelo intelectual es Aznar, en exigir cualificación a otros líderes porque, aunque ella y su mentor son dos cerebros privilegiados, destacan más por su irresistible carisma y magnetismo personal, y ese es el don que deberían explotar porque es innato, no se adquiere. Lo otro, la inteligencia, el conocimiento y la erudición están al alcance de cualquiera y, de hecho, los muestran cada vez que abren la boca.
Ahora nos anuncia: “Mariano Rajoy tendrá la ingente tarea de acometer las reformas que los socialistas no han querido hacer”. Muchas serán irreversibles.
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