El quinto científico Social español más citados en la literatura
científica internacional según el Lauder Institute of Management and
International Studies de la Warthon School de la Universidad de
Pensilvania, Estados Unidos.
ha sido Catedrático de Economía Aplicada
en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias
Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es
también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University
(Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 45 años. Dirige el
Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por
la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige
también el Observatorio Social de España.
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 29 de octubre de 2015.
Este artículo expande el
análisis sobre las causas reales de la Gran Recesión, que se basan en el
crecimiento de las desigualdades como consecuencia de la victoria del
mundo del capital sobre el mundo del trabajo en la mayoría de países
capitalistas desarrollados. El artículo hace una crítica del pensamiento
económico dominante, recuperando la enorme importancia que el
pensamiento marxista y su mejor intérprete en las áreas económicas,
Michal Kalecki, tienen para la explicación de la crisis.
La función del pensamiento económico dominante
Uno de los mayores problemas que tienen
las llamadas ciencias económicas y sociales es su excesiva
disciplinariedad. Las ciencias económicas, por ejemplo, tienden a
centrarse en el fenómeno económico, siendo insensibles al (y muchas
veces desconocedoras del) contexto político que lo configura (e incluso,
en muchas ocasiones, lo determina). Este contexto político es, a la
vez, definido por la existencia de relaciones de poder que se generan y
se reproducen en la estructura social. La existencia de clases sociales,
por ejemplo, y de cómo se generan y reproducen en las sociedades
contemporáneas, es de una enorme importancia para entender el contexto
político que configura el fenómeno económico. En realidad, la mayor o
menor prominencia, protagonismo y exposición mediática de las teorías
económicas viene condicionado por la función que tales teorías tienen en
la promoción de los intereses de los grupos económicos y financieros
dominantes en cualquier país. Por ejemplo, el enorme dominio que el
pensamiento económico neoliberal ha tenido en el mundo académico
occidental y en el desarrollo de las intervenciones públicas de los
Estados (así como en las instituciones internacionales como el FMI, el
Banco Mundial, el BCE, y otras), se debe a que las políticas derivadas
de dicho pensamiento están orientadas a optimizar los intereses de las
élites propietarias y gestoras de las grandes empresas financieras y
económicas que dominan la vida económica de un país, y que en EEUU se
llama la Corporate Class, término que correspondería a lo que solía
conocerse como clase capitalista, y que ahora se le llama, un tanto
simplistamente, como el 1%. El neoliberalismo es ni más ni menos que la
visión del mundo y de la realidad que nos rodea promovida por tal
Corporate Class. Su expansión a partir de los años ochenta fue resultado
de la victoria de sus máximos exponentes, que fueron el Sr. Ronald
Reagan, Presidente de EEUU, y la Sra. Margaret Thatcher, Primera
Ministra del gobierno conservador británico.
¿Qué es el neoliberalismo?
A partir de entonces, el neoliberalismo
sustituyó al keynesianismo, el cual había sido resultado del Pacto
Social (entre el mundo del capital y el mundo del trabajo) que se
estableció inmediatamente después de la II Guerra Mundial. En este
pacto, la clase trabajadora aceptaba el derecho a la propiedad de las
élites empresariales de las grandes corporaciones, y las actividades que
éstas llevaban a cabo para optimizar sus intereses, mientras que tales
élites aceptaban la subida del nivel salarial, según subiera la
productividad, y el aumento de la protección social (con el
establecimiento del Estado del Bienestar), que benefició a la calidad de
vida de las clases populares.
Conforme a este Pacto Social, la clase
trabajadora fue adquiriendo más y más poder, como consecuencia de la
acumulación de conquistas laborales, sociales y políticas. Esta
acumulación incrementaba el nivel de exigencias, demandas y esperanzas
de la clase trabajadora. La lógica de esta evolución era sencilla de
entender. Cuando un trabajador no tiene trabajo, quiere tenerlo. Una vez
lo tiene, quiere tener un buen trabajo, y cuando lo consigue, quiere
controlar las condiciones laborales en el lugar del trabajo. Y una vez
conseguido esto, quiere también tener el control de los medios en donde
se ejerce tal trabajo.
En contra de la percepción promovida por
algunos autores (que se autodefinen como anticapitalistas) que creen
que estas reformas solo “humanizan el capitalismo” y acaban coaptando a
la clase trabajadora en el orden capitalista, la realidad muestra que
aquellos países más próximos a realizar una transformación profunda de
las coordenadas de poder a favor del mundo del trabajo a costa de los
beneficios del capital (teniendo menos desigualdades) han sido
precisamente los países nórdicos de Europa, donde el movimiento obrero
ha sido más poderoso, habiendo conseguido el mayor número de conquistas
laborales y sociales, siendo en el sur de Europa donde las fuerzas
conservadoras han tenido mayor poder y donde existen mayores
desigualdades, donde las posibilidades de cambio son menores y la
situación de la clase trabajadora es peor. Es obvio que las teorías de
que “a peor la situación, mejor las posibilidades de transformación”,
carecen de credibilidad, pues se olvida que la acumulación de reformas
lleva a un cambio en las relaciones de poder dentro de las sociedades
actuales que favorece el cambio hacia el socialismo.
La distribución como condición del crecimiento sostenible, orientado al bienestar
La experiencia en Europa muestra que
donde se llegó a cuestionar más el sacrosanto principio de la necesidad
de acumular el capital como condición del desarrollo fue precisamente en
los países donde las desigualdades fueron menores y ello como
consecuencia de las reformas que supuestamente coaptaban a la clase
trabajadora, y que en realidad ayudaron enormemente a empoderar a la
población. La versión de este principio (de la importancia de la
acumulación de capital como condición para la mejor distribución de los
recursos), quedó gráficamente expresada por el Sr. Albert Rivera, de
Ciudadanos (en su debate con Pablo Iglesias), por una parte, y por el
Sr. Pedro Sánchez, del PSOE, por la otra, que han insistido que para
distribuir hay que antes crecer, ignorando que la evidencia muestra
precisamente lo contrario: que la distribución de la corrección de las
elevadas desigualdades es una condición para el desarrollo humano,
social y económico del país. Son los países nórdicos –y no los países
del Sur de Europa- los que tienen mejores indicadores económicos y del
bienestar. (Es paradójico, por cierto, que tanto el equipo económico de
Ciudadanos como el del PSOE hablen de Dinamarca como su punto de
referencia, cuando las bases de aquel Estado las construyó la
socialdemocracia cuando era auténticamente socialdemócrata, fruto de la
fuerza del movimiento obrero).
Son estos países nórdicos los que
alcanzaron el mayor número de conquistas laborales y sociales. De ahí
que ha sido en estos países donde la clase trabajadora adquirió más
poder, y donde la propia evolución en la conquista de tales derechos
llevó a la proposición de las bien conocidas reformas Rudolf Meidner,
propuestas por los sindicatos y que, de haberse aprobado, hubieran
cambiado las relaciones de propiedad en Suecia y en aquellos otros
países. Y todo ello siguiendo la vía democrática. Tales reformas
sugerían que un porcentaje de los salarios en una empresa fuera a un
fondo común, con el cual se irían comprando las acciones de la empresa,
hasta controlarla. El mundo empresarial se opuso a ello con toda
intensidad.
Y aunque donde se fue más lejos en estas
reformas que cambiaban las relaciones de poder fue en el norte de
Europa (en los países de tradición socialdemócrata), también ocurrió en
la mayoría de los países del mundo occidental, lo que explica la
rebelión de las élites empresariales, que a partir de los años ochenta
iniciaron las contrarreformas neoliberales con el Presidente Reagan y la
Sra. Thatcher, y más tarde con la aparición de la Tercera Vía en la
socialdemocracia británica. Las políticas neoliberales eran, ni más ni
menos, que una lucha frontal del mundo del capital contra la clase
trabajadora para recuperar el poder perdido en el periodo 1945-1980. Y
lo que hemos visto desde entonces ha sido la gran victoria del mundo
empresarial sobre el mundo del trabajo. Los datos hablan por sí solos:
las rentas del trabajo, como porcentaje del PIB, descendieron de una
manera muy notable a costa del aumento de las rentas del capital durante
el periodo 1980-2008. En realidad, este fenómeno, con el consiguiente
aumento de las desigualdades, fue la causa de la Gran Recesión, como
muestro en mi último libro Ataque a la democracia y al bienestar.
Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015. El descenso
de las rentas del trabajo causó el enorme problema de la escasa demanda
doméstica, responsable del bajo crecimiento económico, mientras que el
gran aumento de las rentas del capital generó (en el contexto de escasa
rentabilidad en la economía productiva debido al descenso del
crecimiento económico causado por la disminución de la demanda) las
inversiones especulativas, causa mayor de las crisis financieras.
La importancia del contexto político para entender los orígenes de la Gran Recesión
En aquellos países (como EEUU, Reino
Unido y el sur de la Eurozona) donde las élites empresariales han sido
más poderosas y las clases trabajadoras más débiles, las políticas
neoliberales se han impuesto con mayor intensidad. En el análisis del
contexto político donde se da el conflicto Capital-Trabajo, las tesis
keynesianas son de limitado valor. John Maynard Keynes, al centrarse
solo en el tema económico, no podría explicar por qué y cuándo tuvo
lugar esta situación. En realidad, John Maynard Keynes no habló en
ninguna parte del contexto político, lo cual ha limitado su utilidad. Se
centró en el fenómeno económico, sin analizar el contexto político. La
dicotomía demanda versus oferta en su modelo económico era útil pero de
limitada relevancia, pues había que entender, por ejemplo, por qué ha
habido un descenso de la demanda desde los años ochenta. Y es ahí donde
los trabajos de otro autor, Michal Kalecki, poco conocido en España, es
esencial. Este último enraíza el descenso de la demanda en los ciclos
económicos en el descenso de las rentas del trabajo, dentro del
conflicto Capital-Trabajo. Su trabajo se basa en las teorías de Karl
Marx, cuyo marco intelectual utiliza Michal Kalecki. Y le sirve para
explicar la evolución del capitalismo. La aplicación de este marco es lo
que sirve también para explicar la Gran Recesión y el gran
estancamiento económico, imposible de explicar sin enmarcar el fenómeno
de falta de demanda en la derrota del mundo del trabajo (tal como ya lo
indicó Karl Marx).
Marx llevaba bastante razón
Como señaló Joan Robinson, profesora de
la Universidad de Cambridge (Reino Unido), Keynes conocía los trabajos
de Kalecki (de los cuales, según Robinson, copió bastante),
desarrollándose entre ambos una relación no siempre carente de
tensiones. Pero sus diferencias explican que la capacidad predictiva de
Keynes fuera muy limitada, mientras que en el caso de Kalecki fuera
bastante acertada. La ausencia del análisis político por parte de Keynes
le llevó a predecir que, a principios del siglo XXI, la semana laboral
tendría solo 15 horas, mientras que Kalecki indicó que dependería de la
fuerza que tuviera la clase trabajadora en su enfrentamiento con la
clase capitalista. Kalecki llevaba razón, como se puede ver en lo que ha
estado ocurriendo. El enorme debilitamiento del mundo del trabajo,
conseguido mediante la imposición de las políticas neoliberales, muestra
que la semana laboral dista mucho de ser de 15 horas. Kalecki siempre
subrayó que el contexto político, y muy en particular la relación
Capital-Trabajo, era esencial para entender el fenómeno económico. De
vivir hoy, habría señalado que no se pueden entender las políticas de
austeridad y de reducción de la Europa Social sin entender la lucha de
clases que está ocurriendo a nivel continental en Europa, tal como he
intentado mostrar en el libro que he citado anteriormente. El ataque del
mundo del capital al mundo del trabajo se ha llevado a cabo durante
estos años con el desmantelamiento e las conquistas laborales, sociales y
democráticas que había conseguido el mundo del trabajo durante la época
del Pacto Social. Una vez más el conflicto Capital-Trabajo es
determinante para explicar cómo y por qué el Presidente del Banco
Central Europeo dice que la Europa Social es insostenible, por qué el
gobierno Rajoy ha hecho las reformas del mercado laboral más dañinas a
la calidad del trabajo y sus salarios, y por qué el gobierno liberal de
Catalunya presidido por el Sr. Artur Mas ha llevado a cabo los mayores
recortes de gasto público y social que se conocen en la Unión Europea. Y
los datos están ahí (véase mi libro) para aquellos que quieran verlo.
Por cierto, Kalecki nació en Polonia el
año 1899. Estudió economía por cuenta propia, tanto en Polonia como en
Suecia (donde fue becado con una beca Rockefeller). Al ser judío, no
pudo volver a Polonia, y viajó por muchos países y ciudades (Cambridge,
Oxford, Montreal, Nueva York, Israel y México). Fue amigo de Maurice
Dobb, de Jean Robinson, y de mi amigo Paul Sweezy. Trabajó en Naciones
Unidas hasta que, con la aparición de la Guerra Fría y del macartismo,
lo dejó, volviendo a Polonia en 1955. Un año antes había escrito Theory
of Economic Dynamics, que era un resumen de su extenso trabajo. En 1970
fue propuesto para el Premio Nobel de Economía, sin conseguirlo. Murió
aquel mismo año. Dentro del marxismo, fue crítico con el leninismo (lo
que le acarreó un ostracismo en Polonia), sintiéndose más próximo a Rosa
Luxemburg.
Una última nota. Uno de los economistas
keynesianos de mayor reconocimiento, el Sr. Paul Krugman, premio Nobel
de Economía,ha indicado que el autor que ha entendido y explicado mejor
la evolución del capitalismo en el siglo XX ha sido Kalecki, y no
Keynes.
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