Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!
Así era este hombre bueno...
El voluntario más longevo del Banco de Alimentos de Madrid, Personaje Social del Año 2016
Eduardo Berzosa tiene 97 años y ha dedicado 20 de ellos a ser voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid. Eduardo es padre de ocho hijos, abuelo de veinte nietos y bisabuelo de otros diez; es el antiguo dueño de tres pymes y es el compañero incansable de Carmen en un matrimonio que dura ya 73 años. Eduardo es muchas cosas, pero de todas ellas destaca su generosidad y compromiso. Sus más de dos décadas trabajando a diario para llevar alimentos a los más necesitados le hacen merecedor del título de Personaje Social del Año 2016.
Eduardo no sabe que esta revista le ha destacado como Personaje Social del Año 2016. Nos recibe en su casa como si fuéramos de su familia, nos la enseña e invita a mantener una charla en su rincón favorito, donde tiene una bicicleta estática que pedalea a sus 97 años, mientras saluda alegremente a los vecinos desde la ventana. Se encuentra dentro de la habitación que hace las veces de despacho, porque Eduardo, cerca de completar el siglo de vida, no ha dejado nunca de trabajar.
Nos habla de su infancia feliz, viviendo en el campo; de la “maldita guerra” que no quiere ni recordar, de sus tiempos en el ejército y de sus inicios como empresario.
Su afición por la naturaleza le llevó a París, donde se celebraba una feria de deporte, y a su vuelta decidió emprender en el mundo de los negocios e inaugurar la primera tienda de material para acampada con exposición al aire libre, en una casa con jardín en plena capital.
Abrió otros dos establecimientos más y diversificó su negocio a los deportes de nieve y las chaquetas de ante que tan de moda se pusieron. A lo largo de los años formó una numerosa familia de ocho hijos, veinte nietos y diez bisnietos.
A los 75 años Eduardo liquidó sus negocios y, como muchos jubilados, no concebía una vida sin ‘trabajar’. Uno de sus hijos, Enrique, le ayudó a poner solución a su vacío. Encontró un anuncio en el periódico de una nueva organización que buscaba voluntarios en Madrid.
Eduardo no lo pensó. Llamó a la puerta del local que el Banco de Alimentostenía recién comenzada su andadura en el año 1994 en los bajos de la Escuela de Danza, en Ribera de Curtidores, en pleno Rastro madrileño.
La entrada de Eduardo al banco no fue tan sencilla como cabría imaginar. Sus tres cuartos de siglo parecían un impedimento. “Me miraron raro, les parecía un poco mayor para ayudar, porque era un trabajo duro donde había que cargar sacos y cajas de alimentos”, nos cuenta divertido Eduardo. Pero él se sentía fuerte y tenía una intención clara: “Buscaba un sitio donde guarecerme y seguir en activo tras la jubilación, y si además era ayudando a otras personas, muchísimo mejor”.
Puso a disposición del Banco un vehículo comercial que tenía de sus recién cerradas empresas y entonces sí: “Entré al Banco de Alimentos detrás de una furgoneta”, explica sonriendo Eduardo, después de 20 años en la organización.
“Buscaba un sitio donde guarecerme y seguir en activo tras la jubilación, y si además era ayudando a otras personas, muchísimo mejor”.
Su compromiso ha sido pleno a lo largo de sus dos décadas de entrega. Iba todas las mañanas de ocho a tres y de lunes a viernes para conseguir repartir los más de 35 mil kilos de alimentos que el Banco distribuía en los primeros años a organizaciones sociales, iglesias, comedores… cada día, que han alcanzado los 65 mil kilos de media en la actualidad.
No le gustaba el trabajo de oficina -ya había peleado muchos años con el papeleo de sus negocios, nos explica-, y solo le pidió una cosa al Banco de Alimentos: “Que no me dieran ningún cargo; estaba cansado de responsabilidades después de tres empresas y ocho hijos, no quería mandar sobre nadie, solo trabajar por y para los demás”.
Eduardo y su furgoneta fueron los primeros del Banco de Madrid en hacer una recogida importante de alimentos en un supermercado de las afueras. En la actualidad la organización dispone de 13 vehículos propios para estas tareas, sin embargo, la Nissan de Eduardo fue la salvación para aquellas primeras acciones, en las que solo contaban con los coches de los directivos para la recogida y el reparto.
Desde entonces ha ayudado en el Banco de Alimentos de Madrid en todas sus tareas, y ha animado a amigos, familia y conocidos para que hicieran voluntariado, eso sí, con compromiso. “Yo les animo a ir, pero seriamente, nada de ir a probar a ver si te gusta. Porque no es cuestión de gustar o no, hay días que sales muy satisfecho de lo que has repartido y otros te llevas un disgusto porque descubres que alguien a quien le dabas alimento en vez de repartirlo entre la gente pobre lo estaba vendiendo… pero hay que seguir trabajando”.
Para los prejubilidos y jubilados Eduardo tiene unas palabras entusiastas –como es él-: “Aunque tengan 70, 75 u 80, que dejen de pensar que son inútiles y vayan al Banco, que hay infinidad de puestos que atender, pueden ir a las horas que quieran y descargar su conciencia… y además ¡da salud y vida!”.
Amante de la bicicleta, el esquí y la vela, Eduardo ha dedicado 20 años del tiempo libre de la jubilación al voluntariado en el Banco de Alimentos de Madrid, una casa que, en sus palabras, le ha proporcionado “todo: la longevidad, por supuesto; si he vivido tantos años ha sido gracias al Banco”, al que define muy emocionado como un “sanatorio de ideas, de buen comportamiento, de conciencia y de espíritu”.
Por enseñarnos que a los 97 años se puede seguir sirviendo con ilusión a los más necesitados, Eduardo Berzosa es para Compromiso Empresarial el Personaje Social del Año 2016.
Eduardo Berzosa tiene 97 años y ha dedicado 20 de ellos a ser voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid. Eduardo es padre de ocho hijos, abuelo de veinte nietos y bisabuelo de otros diez; es el antiguo dueño de tres pymes y es el compañero incansable de Carmen en un matrimonio que dura ya 73 años. Eduardo es muchas cosas, pero de todas ellas destaca su generosidad y compromiso. Sus más de dos décadas trabajando a diario para llevar alimentos a los más necesitados le hacen merecedor del título de Personaje Social del Año 2016.
Eduardo no sabe que esta revista le ha destacado como Personaje Social del Año 2016. Nos recibe en su casa como si fuéramos de su familia, nos la enseña e invita a mantener una charla en su rincón favorito, donde tiene una bicicleta estática que pedalea a sus 97 años, mientras saluda alegremente a los vecinos desde la ventana. Se encuentra dentro de la habitación que hace las veces de despacho, porque Eduardo, cerca de completar el siglo de vida, no ha dejado nunca de trabajar.
Nos habla de su infancia feliz, viviendo en el campo; de la “maldita guerra” que no quiere ni recordar, de sus tiempos en el ejército y de sus inicios como empresario.
Su afición por la naturaleza le llevó a París, donde se celebraba una feria de deporte, y a su vuelta decidió emprender en el mundo de los negocios e inaugurar la primera tienda de material para acampada con exposición al aire libre, en una casa con jardín en plena capital.
Abrió otros dos establecimientos más y diversificó su negocio a los deportes de nieve y las chaquetas de ante que tan de moda se pusieron. A lo largo de los años formó una numerosa familia de ocho hijos, veinte nietos y diez bisnietos.
A los 75 años Eduardo liquidó sus negocios y, como muchos jubilados, no concebía una vida sin ‘trabajar’. Uno de sus hijos, Enrique, le ayudó a poner solución a su vacío. Encontró un anuncio en el periódico de una nueva organización que buscaba voluntarios en Madrid.
Eduardo no lo pensó. Llamó a la puerta del local que el Banco de Alimentostenía recién comenzada su andadura en el año 1994 en los bajos de la Escuela de Danza, en Ribera de Curtidores, en pleno Rastro madrileño.
La entrada de Eduardo al banco no fue tan sencilla como cabría imaginar. Sus tres cuartos de siglo parecían un impedimento. “Me miraron raro, les parecía un poco mayor para ayudar, porque era un trabajo duro donde había que cargar sacos y cajas de alimentos”, nos cuenta divertido Eduardo. Pero él se sentía fuerte y tenía una intención clara: “Buscaba un sitio donde guarecerme y seguir en activo tras la jubilación, y si además era ayudando a otras personas, muchísimo mejor”.
Puso a disposición del Banco un vehículo comercial que tenía de sus recién cerradas empresas y entonces sí: “Entré al Banco de Alimentos detrás de una furgoneta”, explica sonriendo Eduardo, después de 20 años en la organización.
“Buscaba un sitio donde guarecerme y seguir en activo tras la jubilación, y si además era ayudando a otras personas, muchísimo mejor”.
Su compromiso ha sido pleno a lo largo de sus dos décadas de entrega. Iba todas las mañanas de ocho a tres y de lunes a viernes para conseguir repartir los más de 35 mil kilos de alimentos que el Banco distribuía en los primeros años a organizaciones sociales, iglesias, comedores… cada día, que han alcanzado los 65 mil kilos de media en la actualidad.
No le gustaba el trabajo de oficina -ya había peleado muchos años con el papeleo de sus negocios, nos explica-, y solo le pidió una cosa al Banco de Alimentos: “Que no me dieran ningún cargo; estaba cansado de responsabilidades después de tres empresas y ocho hijos, no quería mandar sobre nadie, solo trabajar por y para los demás”.
Eduardo y su furgoneta fueron los primeros del Banco de Madrid en hacer una recogida importante de alimentos en un supermercado de las afueras. En la actualidad la organización dispone de 13 vehículos propios para estas tareas, sin embargo, la Nissan de Eduardo fue la salvación para aquellas primeras acciones, en las que solo contaban con los coches de los directivos para la recogida y el reparto.
Desde entonces ha ayudado en el Banco de Alimentos de Madrid en todas sus tareas, y ha animado a amigos, familia y conocidos para que hicieran voluntariado, eso sí, con compromiso. “Yo les animo a ir, pero seriamente, nada de ir a probar a ver si te gusta. Porque no es cuestión de gustar o no, hay días que sales muy satisfecho de lo que has repartido y otros te llevas un disgusto porque descubres que alguien a quien le dabas alimento en vez de repartirlo entre la gente pobre lo estaba vendiendo… pero hay que seguir trabajando”.
Para los prejubilidos y jubilados Eduardo tiene unas palabras entusiastas –como es él-: “Aunque tengan 70, 75 u 80, que dejen de pensar que son inútiles y vayan al Banco, que hay infinidad de puestos que atender, pueden ir a las horas que quieran y descargar su conciencia… y además ¡da salud y vida!”.
Amante de la bicicleta, el esquí y la vela, Eduardo ha dedicado 20 años del tiempo libre de la jubilación al voluntariado en el Banco de Alimentos de Madrid, una casa que, en sus palabras, le ha proporcionado “todo: la longevidad, por supuesto; si he vivido tantos años ha sido gracias al Banco”, al que define muy emocionado como un “sanatorio de ideas, de buen comportamiento, de conciencia y de espíritu”.
Por enseñarnos que a los 97 años se puede seguir sirviendo con ilusión a los más necesitados, Eduardo Berzosa es para Compromiso Empresarial el Personaje Social del Año 2016.
Kilos de reconocimiento para Eduardo
Francisco García, presidente Banco de Alimentos de Madrid
Cuando ingresé como voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid en el año 1998 ya estaba Eduardo. Persona entrañable, generosa y entregada en la labor del Banco de Alimentos.
Yo le decía “libertador” porque entró en mi pueblo Puente Genil con las tropas nacionales, en su etapa de militar, muy joven allá por el año 1936.
Hicimos juntos muchas operaciones kilo; con su furgoneta recogía cada fin de semana los alimentos que nos habían entregado. Pasó durante muchos años de estancia por varios departamentos del Banco, relacionados con almacén, aprovisionamiento y distribución a entidades benéficas.
A pesar de su edad mantiene un perfecto equilibrio físico y una cabeza muy ordenada. Siempre ha demostrado interés por las nuevas técnicas, aprendiendo a no tener miedo al ordenador con el que se maneja bastante bien.
Es un ejemplo para muchos voluntarios, por su constancia y entrega y muy querido por todas las personas de entidades benéficas a las que ha atendido.
Menchi Ruiz, secretaria de Dirección del Banco de Alimentos de Madrid
Eduardo ha sido y es un personaje único. Único en su trayectoria familiar, militar, profesional y de voluntario.
Comenzó hace ya más de 20 años de voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid poniendo a disposición del Banco su propia furgoneta para recoger alimentos.
Gran madrugador, de los primeros en llegar y de los últimos en irse.Deportista nato. Aprendió a esquiar pasados los 50. Su mayor diversión era escapar con sus ocho hijos a los Alpes franceses en autocaravana. Acudía al Banco después de hacer su tabla de ejercicios y estiramientos en el parque junto a su casa, y prepararle el desayuno a su mujer. Ejemplo de hombre moderno, a pesar de su edad, se reparte las tareas domésticas con su esposa, siendo la plancha su favorita.
Con un gran sentido del humor, hacía de su jornada un día entretenido y alegre. Nunca rehuyó de las nuevas tecnologías y aprendió rápido el manejo de los ordenadores, de sus tablas en Excel y del correo electrónico.
Gran defensor del débil y de las personas más necesitadas, conoce bien a todas y cada una de las entidades benéficas a las que se reparten alimentos. Una generosidad hacia los más necesitados como ninguna. Eduardo es y será un gran hombre siempre al lado de las clases más desiguales.
Francisco García, presidente Banco de Alimentos de Madrid
Cuando ingresé como voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid en el año 1998 ya estaba Eduardo. Persona entrañable, generosa y entregada en la labor del Banco de Alimentos.
Yo le decía “libertador” porque entró en mi pueblo Puente Genil con las tropas nacionales, en su etapa de militar, muy joven allá por el año 1936.
Hicimos juntos muchas operaciones kilo; con su furgoneta recogía cada fin de semana los alimentos que nos habían entregado. Pasó durante muchos años de estancia por varios departamentos del Banco, relacionados con almacén, aprovisionamiento y distribución a entidades benéficas.
A pesar de su edad mantiene un perfecto equilibrio físico y una cabeza muy ordenada. Siempre ha demostrado interés por las nuevas técnicas, aprendiendo a no tener miedo al ordenador con el que se maneja bastante bien.
Es un ejemplo para muchos voluntarios, por su constancia y entrega y muy querido por todas las personas de entidades benéficas a las que ha atendido.
Menchi Ruiz, secretaria de Dirección del Banco de Alimentos de Madrid
Eduardo ha sido y es un personaje único. Único en su trayectoria familiar, militar, profesional y de voluntario.
Comenzó hace ya más de 20 años de voluntario en el Banco de Alimentos de Madrid poniendo a disposición del Banco su propia furgoneta para recoger alimentos.
Gran madrugador, de los primeros en llegar y de los últimos en irse.Deportista nato. Aprendió a esquiar pasados los 50. Su mayor diversión era escapar con sus ocho hijos a los Alpes franceses en autocaravana. Acudía al Banco después de hacer su tabla de ejercicios y estiramientos en el parque junto a su casa, y prepararle el desayuno a su mujer. Ejemplo de hombre moderno, a pesar de su edad, se reparte las tareas domésticas con su esposa, siendo la plancha su favorita.
Con un gran sentido del humor, hacía de su jornada un día entretenido y alegre. Nunca rehuyó de las nuevas tecnologías y aprendió rápido el manejo de los ordenadores, de sus tablas en Excel y del correo electrónico.
Gran defensor del débil y de las personas más necesitadas, conoce bien a todas y cada una de las entidades benéficas a las que se reparten alimentos. Una generosidad hacia los más necesitados como ninguna. Eduardo es y será un gran hombre siempre al lado de las clases más desiguales.
Eduardo tiene una enorme fortaleza y vitalidad. Incansable trabajador, siempre de los primeros en llegar al Banco y de los últimos en irse. Todo esto hacen de él una persona diferente, un voluntario especial. De su dedicación y entrega generosa muchas entidades benéficas y muchas personas se han visto escuchadas y ayudadas. Y eso es lo importante, ser conscientes de que podemos si no cambiar, mejorar la vida de muchas personas.
Para Eduardo la edad nunca ha sido un obstáculo, al revés siempre se ha jactado de ser entre sus compañeros el que mejor estaba, el más guapo y el que mejor jugaba al mus. La juventud no es un tiempo de la vida; es un estado de la mente, es un asunto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, un vigor de las emociones. Nadie envejece simplemente por un número de años. Nos hacemos viejos por abandonar nuestros ideales.
En su corazón existe un encanto que maravilla: esa curiosidad infatigable por las cosas, la misma que tiene un niño que siempre espera lo siguiente que va a llegar. Y ese es el verdadero encanto de la vida. Por eso Eduardo no es el voluntario más mayor, siempre será, el del espíritu más joven.
Para Eduardo la edad nunca ha sido un obstáculo, al revés siempre se ha jactado de ser entre sus compañeros el que mejor estaba, el más guapo y el que mejor jugaba al mus. La juventud no es un tiempo de la vida; es un estado de la mente, es un asunto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, un vigor de las emociones. Nadie envejece simplemente por un número de años. Nos hacemos viejos por abandonar nuestros ideales.
En su corazón existe un encanto que maravilla: esa curiosidad infatigable por las cosas, la misma que tiene un niño que siempre espera lo siguiente que va a llegar. Y ese es el verdadero encanto de la vida. Por eso Eduardo no es el voluntario más mayor, siempre será, el del espíritu más joven.
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