Buscar en este blog

jueves, 2 de agosto de 2018

No lloréis por mi...




Si alguna vez tenéis que salir a la calle para pedir que se haga justicia respecto a algo de lo que se me acuse -y dando por supuesta vuestra buena fe; que tendréis suficiente información; que actuaréis de forma no sectaria; y que manifestaréis un elevado respeto al estamento judicial- solicito que: 1. No os dejéis llevar por la simpatía ni por los afectos. 2. Seáis las más exigentes a la hora de esperar el buen funcionamiento del sistema. 3. Deis un margen amplio de confianza a la capacidad de las mujeres y los hombres que intervienen en cada uno de los pasos del procedimiento judicial. 4. Mováis el asunto en las redes sociales, porque es nuestra plaza pública virtual y real, donde lo individual se hace colectivo y cumplimos el sólido precepto que nos indica que lo personal es político. Y, 5. Comprendáis los márgenes temporales y procesales que precisa la judicatura para emitir sus veredictos, atender los recursos y sancionar, finalmente, conforme a su buen criterio, su buena formación y su buen y leal entender. 

Si, cumplido todo lo anterior, me llego a encontrar como Juana Rivas, más tirada que cerilla en cenicero. Más sola que la una. Con un exmarido maltratador burlándose en los platós de televisión de las argucias que han impedido que las denuncias y pruebas sobre el maltrato infligido a la madre de sus hijos lleguen antes que la sentencia condenatoria. Con magistradas y magistrados en posición de hacer de sus decisiones, materia de ejemplaridad para el desestimiento de la ciudadanía en determinadas situaciones. Y con la certeza de que tener muy buena memoria, constancia y comprensión pueden ser suficientes para sacar una plaza en un juzgado, pero que no garantizan estar libres de prejuicios y convicciones patriarcales... En fin, si todo fuese como lo estamos viviendo con la sentencia de Juana Rivas que, además de poner la cama -es decir ser condenada a cinco años de prisión- también tiene que pagarla -con 30.000 euros del ala para el señor ese del que usted me habla-, entonces, por favor, no se os ocurra pedir que me indulte el Gobierno. No se os pase por la mente pedir clemencia para mí. No hagáis nada que suponga que la gracia concedida por un Consejo de Ministros haya de rectificar la incapacidad del sistema judicial para hacer lo único que tiene que hacer: Justicia. Y ya nos ocuparemos nosotras de ir a la cárcel por intentar defendernos de la basura machista. Pero por mi dignidad espero que cuando ese día llegue, entendáis que nuestra lucha no ha de ser por la clemencia, si no por el castigo para que el machismo de quienes nos juzgan, también deba, pueda, y tenga que ser juzgado y castigado. Con cárcel e inhabilitación, por ejemplo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario