Si alguna vez tenéis que salir a la calle para pedir que
se haga justicia respecto a algo de lo que se me acuse -y dando por
supuesta vuestra buena fe; que tendréis suficiente información; que
actuaréis de forma no sectaria; y que manifestaréis un elevado respeto
al estamento judicial- solicito que: 1. No os dejéis llevar por la
simpatía ni por los afectos. 2. Seáis las más exigentes a la hora de
esperar el buen funcionamiento del sistema. 3. Deis un margen amplio de
confianza a la capacidad de las mujeres y los hombres que intervienen en
cada uno de los pasos del procedimiento judicial. 4. Mováis el asunto
en las redes sociales, porque es nuestra plaza pública virtual y real,
donde lo individual se hace colectivo y cumplimos el sólido precepto que
nos indica que lo personal es político. Y, 5. Comprendáis los márgenes
temporales y procesales que precisa la judicatura para emitir sus
veredictos, atender los recursos y sancionar, finalmente, conforme a su
buen criterio, su buena formación y su buen y leal entender.
Si, cumplido todo lo anterior, me llego a
encontrar como Juana Rivas, más tirada que cerilla en cenicero. Más sola
que la una. Con un exmarido maltratador burlándose en los platós de
televisión de las argucias que han impedido que las denuncias y pruebas
sobre el maltrato infligido a la madre de sus hijos lleguen antes que la
sentencia condenatoria. Con magistradas y magistrados en posición de
hacer de sus decisiones, materia de ejemplaridad para el desestimiento
de la ciudadanía en determinadas situaciones. Y con la certeza de que
tener muy buena memoria, constancia y comprensión pueden ser suficientes
para sacar una plaza en un juzgado, pero que no garantizan estar libres
de prejuicios y convicciones patriarcales... En fin, si todo fuese como
lo estamos viviendo con la sentencia de Juana Rivas que, además de
poner la cama -es decir ser condenada a cinco años de prisión- también
tiene que pagarla -con 30.000 euros del ala para el señor ese del que
usted me habla-, entonces, por favor, no se os ocurra pedir que me
indulte el Gobierno. No se os pase por la mente pedir clemencia para mí.
No hagáis nada que suponga que la gracia concedida por un Consejo de
Ministros haya de rectificar la incapacidad del sistema judicial para
hacer lo único que tiene que hacer: Justicia. Y ya nos ocuparemos
nosotras de ir a la cárcel por intentar defendernos de la basura
machista. Pero por mi dignidad espero que cuando ese día llegue,
entendáis que nuestra lucha no ha de ser por la clemencia, si no por el
castigo para que el machismo de quienes nos juzgan, también deba, pueda,
y tenga que ser juzgado y castigado. Con cárcel e inhabilitación, por
ejemplo.
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