Buscar en este blog

lunes, 9 de enero de 2012

ojos verdes...

Rafael de León.
OJOS VERDES


autor...
Rafael de León y Arias de Saavedra,

Conde de Gómara y Marqués del Valle de la Reina

Sevilla, 1908 - Madrid, 1982





Cuenta Miguel de Molina en sus memorias que estando en el Cafe Oriente de Barcelona con Federico García Lorca y Rafael de León, 2 grandes poetas de la Generación del 27, este no paraba de hablar de un marinero de ojos verdes que le había impresionado y le tenía trastocao. Primero echó un pulso verde con el Romance sonámbulo de Lorca ...“A ver si te vas a creer que tú tienes el patrimonio del verde”...   y escribió Romance de los ojos verdes. Después inmortalizó al chulazo con una copla  , de hombre a hombre, en masculino. Las buenas costumbres hizo el milagro y el  personaje 
se hizo mujer, y así es como nos lo cantan...


Doña Concha canta la letra que le sale de la peineta...
 Concha Piquer 

Sobre el agua clara que llevaba el río
Estaba cayendo la tarde de mayo
Yo noté de pronto un escalofrío
Cuando por el campo sentí su caballo
Serrana de mi tormento
Vengo muerto por la sed
Deja que beba un momento
De tu boca de clavel
Bajó del caballo
Y vino hacia mi
Y nunca una tarde más bella de mayo he vuelto a vivir
Ojos verdes…
En aquella reja llenita de luna
Nido de suspiros y de juramentos
Yo mis ilusiones le dí una por una
Junto con la llave de mi pensamiento
Flamenca de mis pesares
Vámonos para el ferial
Ponte el traje de lunares
Y el pañuelo de coral
Subí a su caballo contenta y feliz
Y desde aquel trono yo vi como nunca la Feria de Abril
Ojos verdes...

Rocío Jurado 

 apoyá en la trama de mi celosía (apoyá en er quisio de la mansebía)
miraba ensenderse la noche de mayo; 
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo. 



 Miguel Molina
«Serrana, ¿me das candela?»
Y yo te dije: «Gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré». 

 

Martirio
Dejaste er caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos pa mí. 





Placido Domingo
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde

y el verde, verde limón.







Sara Montiel
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaítos en mi corazón.

 




Isabel Pantoja
Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vía son.

 




Manuel Bandera
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde

y el verde, verde limón.
               






Carlos Cano
Vimos desde el cuarto despertar el día
y sonar el alba en la Torre la Vela. 

 





Pasión Vega
Dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela. 

 



Pedro Guerra
«Serrana, para un vestío
yo te quiero regalá».
Yo te dije: «Estás cumplío,
no me tienes que dar na».






María Jimenez
Subiste ar caballo,
te fuiste de mí
y nunca una noche
más bella de mayo
he vuelto a viví. 







Miguel Poveda
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.





Concha Buika
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaítos en mi corazón.

Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vía son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.




Romance sonámbulo... Federico García Lorca

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,

desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,

con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!






Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.



Romance de los ojos verdes... Rafael de León

-¿De dónde vienes tan tarde?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el trigo verde.
El sueño juega y se esconde
en la plaza de mi frente;
cabalgo por las ojeras
de unos ojos en relieve.
El cuarto se va llenando
de mar, de barcos y peces,
acuarium improvisado
sobre el barniz de los muebles,
mientras que la media luna
de junio roja y solemne
se suicida sobre el filo
de la mañana que viene.
-¿De dónde vienes cantando?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta
pasa un pregón hecho nieve
persianas atravesando:
Chumbos frescos, ¿quién los quiere?
La sábana de la cama
en silencio se defiende
amortajando suspiros
bajo la cal de sus pliegues
contra dos cuerpos desnudos
que su blancura oscurece;
muslos de trigo en mis muslos
brazos delgados y ardientes
que como ríos morenos
iluminados de fiebre
se precipitan sin pulso
por la llanura del vientre
en una lucha romana
de mirtos y de laureles.
-¿Dónde naciste? -En Tarifa,
¿Y tú? -En Sevilla.
Mis sienes
están preñadas de olivos
como tus ojos de verdes.
El silencio apuñalado
vuelve a sembrar las paredes
y un sueño de torres altas
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
echa su capa de nieve.
-¿De dónde vienes borracho?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo... vengo de la viña
y el olivarito verde.
-¿Qué mala hierba pisaste,
quién te atravesó las sienes
con ese mal fario...? ¡Dime!
-Son las cosas de la suerte,
unos la encuentran de espaldas,
otros la encuentran de frente,
y yo me encontré a sus ojos
verdes como el trigo verde.
-¿Quieres que te haga una taza
de hierbabuena caliente?
-Quiero su voz, luna y plata
diciéndome que me quiere.
-¿Quieres que te ate un pañuelo
y te lo anude a la frente?
-Quiero sus brazos de trigo
y su cintura de aceite.
-¿Quieres que cante una nana
para ver si así te duermes?
-Quiero sentirme en el cuello
su aliento de flauta breve.
-Entonces... mi corazón,
dime, ¡por Dios! lo que quieres.
-Quiero sus ojos. Sus ojos
verdes como el trigo verde,
como el limón y la albahaca,
como el mar y los cipreses,
como las almendras nuevas,
el romero y los laureles...
Si no me traes sus ojos,
¡dile que venga la muerte!

No hay comentarios:

Publicar un comentario