Nancy así te siento, y te aliento para que sigas adelante.
Muchos besos
Muchos besos
POR FIN SE ENCONTRÓ CON ELLA.
Cuando la vida te golpea, cuando alguién te hace daño, cuando el amor es la excusa para la transigencia, es tanto el dolor que nos deja desnudos y sin defensas. Llega el miedo que se apodera de nosotros y nos lleva a una vida en círculo, al redil del que sientes que no puedes ni te dejan salir aunque aparentemente nadie te lo impida y, poco a poco, nos degrada, embrutece y aniquila el pensamiento, el cuerpo y la vida.
El tiempo pasa y seguimos día a día soñando con el final, con la llegada de una salida imposible. Eres el dolor y la desesperación hecha carne. No vales nada. Pero un día una palabra amiga, un hijo, una noticia, una charla… te dan la clave para abrir el candado. ¿Es posible que haya vida detrás del muro y te lo merezcas? Te sientes vigilada, pero lo intentas sin que nadie te vea, con mucho miedo, con angustia, con complejo de culpa, pero total ya no tienes nada que perder.
Y sin saber cómo la vida se abre paso de nuevo, se hace la luz, atraviesas el espejo y huyes corriendo sin saber a dónde, ni a qué destino, buscando un cobijo que te proteja y te ayude a volver a ser tú misma, la que perdiste hace tiempo y que nunca ha dejado de llamar a la puerta violeta.
Estás paralizada, es mejor no pensar, sólo queda esperar y sobrevivir.
Y SOBREVIVIR.
Pasan los años y ahora tienes miedo hasta del mismo miedo.
Tienes miedo a perder tu integridad física, a hacer daño a quién bien te quiere, a que nunca te recuperes, al daño que te han hecho, a sentirte culpable, a convertirte en verdugo. A sentimientos que nunca te has atrevido a verbalizar como el odio, la venganza, la revancha, el desprecio, la muerte.
Y no paras de preguntarte cómo y cuándo empezó todo. Cómo y por qué fue la primera vez. Por qué habías mentido. Por qué no supiste responder. Por qué te maquillaste. Por qué lo ocultaste. Por qué te callaste y disimulaste. Por qué lo habías aguantado. Por qué lo habías consentido. ¿Cuántas veces la culpa te ha perseguido y sigue persiguiéndote?
Pero qué ibas a hacer. Desde que naciste te enseñaron y te marcaron un mundo dónde ambicionar lo que nada vale. Te mecieron con cuentos de hadas y princesas en los que ÉL es el salvador que proporciona estabilidad, amor, dinero y poder. Yo, tú, nosotras sólo reproducimos lo aprendido.
Poco a poco la vida vuelve a ti. Empiezas a reconocerte, a reconciliarte con la alegría, la amistad, la compañía, la familia, el amor, con tu esencia, con tu verdadero yo. El tiempo ha acudido al desquite, te ha limpiado el alma y no queda otra que parchearte cosiéndote tus rotos. Por fin eres un diseño nuevo, propio, original, a tu gusto y a tu medida.
Aliviado el dolor y curadas las heridas, es el momento de soltar lastre, de contar para mí, para ti, para nosotras; de deshacerte de las palabras retenidas. No quieres cargas, no quieres miedos, no quieres malos recuerdos.
¿Por qué hoy y por qué ahora? Porque necesitas pasar página y caminar ligera de equipaje. La venganza no anida en ti, ya has pasado el duelo, pero este monólogo te lo debías.
Necesitas vaciar tu tristeza. No has tenido que pensar, sólo recomponer lo vivido desde hace años… Son palabras llenas de dolor y lágrimas, pero que ya no duelen ni lloran. Sólo liberan, reparan y hacen justicia.
Cuando la vida te golpea, cuando alguién te hace daño, cuando el amor es la excusa para la transigencia, es tanto el dolor que nos deja desnudos y sin defensas. Llega el miedo que se apodera de nosotros y nos lleva a una vida en círculo, al redil del que sientes que no puedes ni te dejan salir aunque aparentemente nadie te lo impida y, poco a poco, nos degrada, embrutece y aniquila el pensamiento, el cuerpo y la vida.
El tiempo pasa y seguimos día a día soñando con el final, con la llegada de una salida imposible. Eres el dolor y la desesperación hecha carne. No vales nada. Pero un día una palabra amiga, un hijo, una noticia, una charla… te dan la clave para abrir el candado. ¿Es posible que haya vida detrás del muro y te lo merezcas? Te sientes vigilada, pero lo intentas sin que nadie te vea, con mucho miedo, con angustia, con complejo de culpa, pero total ya no tienes nada que perder.
Y sin saber cómo la vida se abre paso de nuevo, se hace la luz, atraviesas el espejo y huyes corriendo sin saber a dónde, ni a qué destino, buscando un cobijo que te proteja y te ayude a volver a ser tú misma, la que perdiste hace tiempo y que nunca ha dejado de llamar a la puerta violeta.
Estás paralizada, es mejor no pensar, sólo queda esperar y sobrevivir.
Y SOBREVIVIR.
Pasan los años y ahora tienes miedo hasta del mismo miedo.
Tienes miedo a perder tu integridad física, a hacer daño a quién bien te quiere, a que nunca te recuperes, al daño que te han hecho, a sentirte culpable, a convertirte en verdugo. A sentimientos que nunca te has atrevido a verbalizar como el odio, la venganza, la revancha, el desprecio, la muerte.
Y no paras de preguntarte cómo y cuándo empezó todo. Cómo y por qué fue la primera vez. Por qué habías mentido. Por qué no supiste responder. Por qué te maquillaste. Por qué lo ocultaste. Por qué te callaste y disimulaste. Por qué lo habías aguantado. Por qué lo habías consentido. ¿Cuántas veces la culpa te ha perseguido y sigue persiguiéndote?
Pero qué ibas a hacer. Desde que naciste te enseñaron y te marcaron un mundo dónde ambicionar lo que nada vale. Te mecieron con cuentos de hadas y princesas en los que ÉL es el salvador que proporciona estabilidad, amor, dinero y poder. Yo, tú, nosotras sólo reproducimos lo aprendido.
Poco a poco la vida vuelve a ti. Empiezas a reconocerte, a reconciliarte con la alegría, la amistad, la compañía, la familia, el amor, con tu esencia, con tu verdadero yo. El tiempo ha acudido al desquite, te ha limpiado el alma y no queda otra que parchearte cosiéndote tus rotos. Por fin eres un diseño nuevo, propio, original, a tu gusto y a tu medida.
Aliviado el dolor y curadas las heridas, es el momento de soltar lastre, de contar para mí, para ti, para nosotras; de deshacerte de las palabras retenidas. No quieres cargas, no quieres miedos, no quieres malos recuerdos.
¿Por qué hoy y por qué ahora? Porque necesitas pasar página y caminar ligera de equipaje. La venganza no anida en ti, ya has pasado el duelo, pero este monólogo te lo debías.
Necesitas vaciar tu tristeza. No has tenido que pensar, sólo recomponer lo vivido desde hace años… Son palabras llenas de dolor y lágrimas, pero que ya no duelen ni lloran. Sólo liberan, reparan y hacen justicia.
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