La restauración en El Prado de una copia de la obra maestra de Leonardo reabre el debate en torno a la limpieza del original del Louvre
Borja Hermoso 19 FEB 2012 -
obre los misterios del retrato más famoso de la Historia del Arte. ¿Pintó Francesco Melzi los contornos de esta inquietante copia de la Mona Lisa? ¿Fue Andrea Salai, también discípulo de Leonardo pero, además de eso, amante suyo? ¿Por qué esta réplica -que contemplada de cerca sugiere de principio a fin todos y cada uno de los mundos y sensaciones encerradas en el rostro de su hermana mayor, el original que vive en el Louvre- pasó tantos años en las paredes del Prado sin que los sucesivos responsables y los expertos sucesivos le otorgaran más valor que el de una copia más, banal, triste, oscura y casi olvidable? Y sobre todo, ¿cómo lucirá esta tabla sobre nogal, ya totalmente restaurada, en el mismísimo Louvre cuando el próximo mes sea colgada a escasos metros de la inmortal obra que la inspiró?
Pero, antes que nada, el aterrizaje próximo de esta pintura en el Museo del Louvre junto a la auténtica Gioconda reabrirá a buen seguro el sempiterno debate en torno a la limpieza de la obra de Leonardo. Que es, más bien, una ‘no limpieza’. En octubre de 2004, la dirección del Louvre y del llamado C2RMF, el Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia, aplicaron un exhaustivo chequeo a la obra maestra de Da Vinci: radiografías, reflectografía por infrarrojos, fluorescencia X, aproximación espectrofotométrica del color, digitalización en 3D… la ‘enferma’ fue sometida a un verdadero tratamiento de choque. El anterior se había producido… en la década de los 50. Desde entonces, medio siglo de inacción: una inacción que, en el caso de la restauración y limpieza de la tabla, sigue teniendo carta de naturaleza en el Louvre.
El motivo es cristalino: hay miedo. No hay miedo, hay pánico. Pánico a que, cualquier retoque en una de las capas de barniz verdoso que recubren desde hace siglos el cuadro pueda llevarse por delante parte de los pigmentos puestos ahí por Leonardo Da Vinci. Y es que, según los mayores conocedores de la obra, pigmentos y barnices son ya uno solo en algunas zonas del cuadro. “Bueno, hoy en día existen técnicas conservadoras y muy poco agresivas que podrían aplicarse, pero es que no es solo eso; la limpieza o no de La Gioconda tiene mucho que ver también con factores culturales”, resume Miguel Zugaza, director del Museo del Prado cuando se le pregunta por una hipotética restauración del original a la luz del trabajo efectuado en la copia del Prado.
En Francia, uno de los ingredientes más morbosos de esta verdadera batalla campal entre partidarios y detractores de lavarle la cara a La Gioconda se llama Pascal Cotte. Cotte es ingeniero, fundador de la empresa Lumière Technology e inventor de la llamada ‘cámara multiespectral’, el único artilugio, según él, de “establecer con absoluta fidelidad los colores con los que Leonardo pintó su obra, los colores reales antes de que los barnices vinieran a oscurecerla por completo”. El proceso que propone Cotte se llama exactamente ‘análisis colorimétrico por digitalización multiespectral’, y sostiene que con él se puede proceder a una especie de ‘restauración virtual’ de la Mona Lisa.
Pero ya se sabe: lo virtual es lo virtual, lo real es lo real. Y aunque algunos se empeñan como campeones cada día en pretender que vivimos en lo primero (y lo cierto es que uno ya tiene dudas, la verdad), todavía nos movemos en lo segundo. ¿Se le aplicará un día la cruda realidad al rostro de La Gioconda? http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/19/actualidad/1329682980_425598.html
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