Las
movilizaciones contra los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy se
intuye que no se agotarán ni con la llegada del soporífero mes de agosto
español, donde habitualmente parece que toda actividad política,
mediática… se paraliza. Como si la crisis -y sus dramáticas
consecuencias- hicieran vacaciones. Quien calcule que la agitación
dejará paso a la resignación, por insolación, se equivoca. Quien vea
estas respuestas de hoy con viejos parámetros de números de
participantes, como único indicador, se puede llevar una sorpresa
mañana. Más pronto que tarde. Nelson Mandela recordaba un proverbio que
resulta muy pertinente: “Cuando el agua hierve, es inútil apagar el
fuego”. Pues eso: la calle ya hierve.
La temperatura social es inflamable. La
desesperación puede abrirse paso entre la respuesta pacífica. También
la manipulación puede encontrar el clima adecuado para provocar cambios
de conducta masivamente enérgicos pero festivos. En la calle se está
librando un pulso, que no es necesariamente de orden público. Es de
orden político. Encontrar la respuesta adecuada en cada momento exigirá
un plus de responsabilidad.
Desde el #15M,
las calles y las plazas de nuestras ciudades han sido redescubiertas
como espacios que combinan lo lúdico, lo alternativo, lo crítico. No son
manifestaciones de masas previsibles tras una pancarta de dirigentes.
Son multitudes inteligentes sin liderazgo definido. Con sus retos y sus límites, también.
Esperanzas y desafíos. Hoy, estar en la calle es reencontrarse con un
renovado “nosotros”, pero lleno de matices, que lo hace especialmente
vital y atractivo: las plazas son, a la vez, espacios de acampada para
nuevas socializaciones, de ágora política y de aulas improvisadas.
Las personas que participan en estas
concentraciones experimentan nuevas aproximaciones a lo político. La
escuela de la calle, nuevamente. No son simplemente manifestantes… son
activistas que redescubren su potencial creativo
(ARTivistas), o valoran enormemente el de los demás, que comparten
información creando ecosistemas informativos de referencias y
reputaciones.
El nuevo activismo político que salta
de las redes a las calles, y viceversa, está generando liderazgos
naturales, pero lo más relevante: está empoderando a muchas
personas que se sienten relevantes e importantes y vitalmente
concernidas, esta es la clave. Viven las ideas políticas, no solo las
teorizan o se adhieren a ellas. No es ideología convencional, es
vivencia de las ideas a través de prácticas de nueva socialización o
acción política. Piensan lo que sienten. Sienten lo que hacen.
Las formas de protesta
adquieren, además, nuevas plasticidades que tienen un gran eco en los
medios de comunicación y en las redes sociales por su creatividad y
originalidad. El propio cuerpo se ha convertido en el lienzo natural
para la afirmación o la denuncia. Cuerpos desnudos, pintados,
camuflados, ataviados, tematizados... Cuerpos que hablan. Juntos, crean
nuevas coreografías de la resistencia. Por separado, expresan nuevas
formas de individualidad. Multitudes plurales. La calle hierve. Y hay
mucha gente distinta. Este es el nuevo protagonismo político: más
transversal y diverso que nunca. Por eso es tan importante. Esto es lo
realmente nuevo.
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