Gallardón y Rajoy no quieren a Atticus Finch
"Matar a un Ruiseñor" es una película americana realizada en 1962 basada
 en la novela del mismo nombre escrita por Harper Lee. Fue dirigida por 
Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck en el papel del abogado
 Aticcus Finch, por el que recibió un Oscar.
Está considerada como una de las más grandes películas de todos los tiempos y en 2003 el American Film Institute nombró a Atticus Finch como el héroe cinematográfico más grande del siglo veinte.
   Está considerada como una de las más grandes películas de todos los tiempos y en 2003 el American Film Institute nombró a Atticus Finch como el héroe cinematográfico más grande del siglo veinte.
Cualquier jurista medianamente formado y
 mayor de cincuenta años conoce a Atticus Finch. El ministro de Justicia
 y el Presidente del Gobierno reúnen ambas condiciones, creo. Pero está 
claro que en su mundo no hay cabida para Atticus. Lo prueba, a mi 
juicio, el nuevo proyecto de ley de justicia gratuita,
 una pieza más de la reforma del sistema judicial que el ministro y el 
Gobierno construyen para dejar su impronta. Un ladrillo más en un muro 
como el que aplastaba a Pink, el personaje concebido por Roger Waters 
para el álbum de Pink Floyd, The Wall, que seguro que también resulta familiar incluso a juristas  de esa edad.
¿Por qué encarna Atticus los valores del abogado de oficio? La mejor explicación la encuentro en un excelente volumen sobre deontología de jueces y abogados, editado por la profesora García Pascual, El buen jurista. Deontología del Derecho (Tirant lo Blanch, 2013). Varios de los autores del libro se refieren a las tesis de David Luban, autor de Legal Ethics and Human Dignity
 (Cambridge University Press, 2009), quien ofrece, a mi entender, la 
mejor justificación de la tarea del abogado de oficio, aunque no se 
refiera expresamente al personaje de Harper Lee.
Pues bien, esa tarea es la que se ve en peligro con la propuesta de reforma de la ley que ha presentado el Ministro Gallardón. Así lo argumentaron recientemente Carlos Carnicer, Presidente del Colegio general de la Abogacía de España y el Decano del Colegio de Abogados de Zaragoza, Antonio Morán (como lo han hecho prácticamente todos los Decanos), en una rueda de prensa con motivo del Día de la Justicia Gratuita y del Turno de Oficio. En su opinión, el
 proyecto de ley de justicia gratuita que propone el ministro Gallardón 
supone un notable entorpecimiento del sistema actual, una reforma de la 
ley vigente que carece de justificación en términos de la defensa del 
justiciable sin medios: acaba con la territorialidad que asegura la 
proximidad y adecuación del abogado de oficio a la causa, no incluye la 
asistencia previa al proceso judicial, ni a presos, ni la posible 
intervención de diversos profesionales que podrían ser necesarios en el 
proceso. Además, pone en serio peligro la ya muy depauperada situación 
de estos profesionales, los abogados de oficio, pues “no se garantiza 
totalmente las prestaciones económicas a los abogados que prestan el 
servicio”, además de incrementar su carga burocrática.  Si este proyecto
 se une a la reforma de las tasas judiciales que ha implantado el mismo ministro, “se dará la puntilla al sistema”, en opinión de los Colegios de Abogados.
El ministro de justicia (y, no lo 
olvidemos, el Gobierno que preside el Sr Rajoy) alega que sus reformas 
“modernizarán” el acceso a la justicia y supondrán una gran 
racionalización y mejorarán la percepción de la justicia que tienen los 
ciudadanos. Es evidente que, para los señores Gallardón y Rajoy, 
Atticus Finch debe pertenecer a esa denostada categoría de progres 
radicales, que ignoran la verdaderas exigencias de la sociedad. Es 
lo mismo que pensaban una parte de los conciudadanos de Maycombe. Uno, 
la verdad, prefiere estar en el otro lado, en la compañía de Atticus 
Finch, no de esa mayoría que, aunque se evoque como silenciosa, pudiera 
resultar más próxima a otra cosa. Me refiero, claro, al proceso que nos 
describiera aquella otra película de 1966 de Arthur Penn, también con un
 texto de Horton Foote y Lillian Hellman, difícil de olvidar por el 
personaje del sheriff Calder, encarnado en este caso por Marlon Brando: La jauría humana.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario