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jueves, 5 de octubre de 2017

Para que nadie pierda... si eso, ya parlem

El día 26 de junio de 2016,  los españoles celebramos las últimas elecciones generales.
Tras varios meses de incertidumbre y abrumados por la crisis tuvimos que elegir quiénes iban a ser las nuevas Excelentísimas Señorías entre los candidatos de un penoso casting. No venían por méritos propios sino por siglas y promesas relatadas en sus programas electorales a modo de proyectos laborales.
Una vez pasada la prueba, les hicimos unos contratos de trabajo blindados por cuatro años. Con despacho, ordenadores, secretaria, chofer, vacaciones, pagas extraordinarias, subidas de sueldo, horarios libres, seguros varios, finiquito, comedor subvencionado, plus de casa y de alguna cosa más y unos sueldos de  de puta madre, además de compatibilidad laboral, inmunidad  y puertas giratorias. Todas estas prebendas les permiten jugar con nosotros y nuestros sentimientos porque ellos nunca pierden. Pase lo que pase, siempre ganan.


Ganó la derecha. Por España  Mariano Rajoy, antiguo militante de UNE y  AP . Candidato por el PP, un partido de derechas acosado por la corrupción, los sobres y la justicia.
Tras él quedaron  PSOE, UNIDOS PODEMOS y C´s
En  Cataluña, había salido elegido unos meses antes Carles Puigdemón, antiguo militante de JNC y CiU. Candidato por CDC, un partido de derechas heredero de los desmanes de la familia Puyol y sus corrupciones en CiU. Llegó a la presidencia con Junts pel Sí, de rebote, tras la renuncia maquiavélica de Artur Mas.


Casi todos se merecen el despido por incumplimiento de contrato y abandono de sus obligaciones. Da verguenza ver el hemiciclo vacío, sesión tras sesión. Es una falta de respeto hacia los otros partidos y a los ciudadanos. Les pagamos para estar no para ser.

 Llevamos una legislatura  de amenazas, insultos, tribunales, querellas y nacionalismos, que han conseguido llevarnos a los ciudadanos a las más altas cotas de enfrentamientos, disputas y odios. Han sido imposibles los pactos y el diálogo sólo se lo miden en centímetros.

Que tú me mandas al fiscal, yo te mando las masas. Que tú llenas Cataluña de esteladas, yo España de banderas nacionales. Que tú has cambiado el art. 135 de la constitución,  yo paso de ella. Que tu policía pega, la mía se contiene. Que tú te saltas esta ley, yo el código entero. Que tú no me dejas decidir, yo decido como me sale de los cojones. Que tú me quieres dentro, yo me quiero fuera... En lo único que se parecen y están de acuerdo es en la corrupción, de la que  los paraísos fiscales están muy agradecidos, y la mala gestión económica que nos tiene llenos de deudas. 

 Así llevamos los ciudadanos desde hace meses, aunque esto viene de años. Arruinados, sin sanidad, educación, pensiones, hasta arriba de paro, sin separación de poderes, amordazados… Nos tienen entretenidos con el estás conmigo o estás contra mi, nos han radicalizado, nos están fomentando el odio y la falta de diálogo, se han cargado la razón y el pensamiento ¿Para qué? Para seguir dentro de unos meses con ambos  gobiernos exigiéndonos cumplir lo que ellos incumplen y  los cuerpos represivos con las vainas desenfundadas, obligándonos a hacerlo.  

Tiene gracia que este chocho lo han montado las derechas tramontanas  y los insultados, intolerantes y apestados equidistantes  sean las personas más luchadoras, progresistas, dialogantes y éticas de este país.

Tengamos la fiesta en paz, aparquemos el corazón, utilicemos la razón y sigamos la premisa aquella de que es mejor un mal pacto. De la otra opción nunca sabemos cómo vamos a salir. Y las heridas, muchas veces, son mortales.
Para la próxima pensemos muy bien a quién votamos.
Mientras, si eso, ya parlem



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