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No te despiertes, no, sueña la vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño
y robo al tiempo todas mis edades
y robo al tiempo todas mis edades
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M.A.
Fin de Un Amor…
Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida.
No son recuerdos, que es vida, y verdadero el diálogo que contigo tengo, madre, cuando aquí nos encontramos.
Tempestades de deseos contra los muros del alba rompen sus olas. Me ciegan los tumultos que levantan.
Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida.
Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos y sobre las espumas, y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría.
Tuvo mi amor la forma de tu vida.
Le has dado a mi semblante sin saberlo una luz interior que me hace fuerte, para vencer mayores soledades.
No estás tan sola sin mí. Mi soledad te acompaña. Yo desterrado, tú ausente. ¿Quién de los dos tiene patria?.
No me resigno a dar la despedida a tal altivo y firme sentimiento que tanto impulso y luz diera a mi vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre.
Déjame que sea tu noche, que enturbie tu transparencia. ¡Déjame ver tu hermosura!.
Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía imponéncia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes.
El silencio eres tú: cuerpo de piedra.
He deseado para ti todo el bien y me acompaña la bondad del amor.
Desde entonces los caminos que conducen a tu alma no quieres que estén desiertos. ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, cuántas caricias y besos!.
¡Qué música del tacto las caricias contigo! ¡Qué acordes tan profundos! ¡Qué escalas de ternuras, de durezas, de goces!.
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto.
Un lago en una isla eso es tu amor por mí, y mi amor te rodea como un inmenso mar de silencios azules; pero tienen también tus grandezas ocultas.
En mis labios los recuerdos. En tus ojos la esperanza. No estoy tan solo sin ti. Tu soledad me acompaña.
Si para que brillaran las estrellas bastaba que cerrases tus dos ojos.
Manuel Altolaguirre Bolín, Málaga; 29 de junio de 1905 - Burgos; 26 de julio de 1959...
Es posiblemente el poeta más espiritual e intimista de la Generación del 27. En sus composiciones se observa la huella de San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega, Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas.
Predominan en su obra los versos cortos con estrofas costumbristas llenas de musicalidad
Es posiblemente el poeta más espiritual e intimista de la Generación del 27. En sus composiciones se observa la huella de San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega, Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas.
Predominan en su obra los versos cortos con estrofas costumbristas llenas de musicalidad
Su poesía es cálida, cordial, transparente. Canta el amor, la soledad, la muerte, con tonos románticos. Con 20 años funda una revista de poesía en la que tuvo la colaboración de grandes poetas y de compañeros suyos de generación.
Se exiló a México en 1939 donde además de escribir, dirigió algunas películas.
Vino de visita a España en 1959 y falleció en Burgos a causa de un accidente de automóvil.
y en un día tan señalado... sentimientos, sentimientos, sentimientos...
Fin de Un Amor…
No sé si es que cumplió ya su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite ha llegado
sin dar un paso más en su camino.
Aún le miro subir, de donde vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha quedado
estático un amor tan peregrino.
No me resigno a dar la despedida
a tal altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.
No es su culminación lo que lamento,
su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su acabamiento.
Soledad Sin Olvido…
Soledad Sin Olvido…
¡Qué pena ésta de hoy!
Haberlo dicho todo,
volcando por completo
lo que pesaba tanto,
y ver luego que todo
se queda siempre dentro,
que las palabras fueron
espejos engañosos,
cristales habitados
por fantasmas sin vida;
que todo queda dentro
con sus negras presencias,
insistentes, doliendo.
Beso…
Beso…
¡Qué sola estabas por dentro!
Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.
Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!
Contigo…
No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?
Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.
¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?
En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.
y unos cuantos sueltos...
Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida.
No son recuerdos, que es vida, y verdadero el diálogo que contigo tengo, madre, cuando aquí nos encontramos.
Tempestades de deseos contra los muros del alba rompen sus olas. Me ciegan los tumultos que levantan.
Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida.
Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos y sobre las espumas, y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría.
Tuvo mi amor la forma de tu vida.
Le has dado a mi semblante sin saberlo una luz interior que me hace fuerte, para vencer mayores soledades.
No estás tan sola sin mí. Mi soledad te acompaña. Yo desterrado, tú ausente. ¿Quién de los dos tiene patria?.
No me resigno a dar la despedida a tal altivo y firme sentimiento que tanto impulso y luz diera a mi vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre.
Déjame que sea tu noche, que enturbie tu transparencia. ¡Déjame ver tu hermosura!.
Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía imponéncia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes.
El silencio eres tú: cuerpo de piedra.
He deseado para ti todo el bien y me acompaña la bondad del amor.
Desde entonces los caminos que conducen a tu alma no quieres que estén desiertos. ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, cuántas caricias y besos!.
¡Qué música del tacto las caricias contigo! ¡Qué acordes tan profundos! ¡Qué escalas de ternuras, de durezas, de goces!.
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto.
Un lago en una isla eso es tu amor por mí, y mi amor te rodea como un inmenso mar de silencios azules; pero tienen también tus grandezas ocultas.
En mis labios los recuerdos. En tus ojos la esperanza. No estoy tan solo sin ti. Tu soledad me acompaña.
Si para que brillaran las estrellas bastaba que cerrases tus dos ojos.
Ser tuyo es renacerme porque logras borrar, hundir, que se retiren todos los espejos, los muros de mi alma.
Amor
ResponderEliminarMi forma inerte grande como un mundo
no tiene noche alrededor ni día
pero tiniebla y claridad por dentro
hacen que yo, que tú, vivamos.
Mares y cielos de mi sangre tuya
navegamos los dos. No me despiertes.
No te despiertes, no, sueña la vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño
y robo al tiempo todas mis edades
para poblar mis íntimas moradas
y acompañarte siempre, siempre, siempre.
manuel altolaguirre