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Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 14 de mayo de 2012
Este artículo señala la
ignorancia del señor Draghi, presidente del Banco Central Europeo,
ignorancia muy generalizada en las culturas catalana y española, sobre
las profundas simpatías fascistas del pintor Dalí. El señor Draghi, en
la visita del Banco Central Europeo a Barcelona, y a fin de congraciarse
con el establishment catalán, se refirió al pintor Dalí como una
inspiración de la Europa que se estaba construyendo. En realidad, las
políticas promovidas por el BCE están estimulando el crecimiento del
fascismo en Europa, con lo cual, paradójicamente, el señor Draghi está
contribuyendo al desarrollo del proyecto al cual Dalí prestó gran apoyo.
Es de suponer que las declaraciones del señor Draghi corresponden más a
la ignorancia que a su deseo, aunque sus políticas puedan llevar al
mismo fin que el deseado por Dalí.
El Presidente del Banco Central
Europeo (BCE), el Sr. Mario Draghi, en su estancia en Barcelona durante
la reunión del Consejo Director de tal Banco en esta ciudad, hizo unas
declaraciones para congraciarse con Catalunya, refiriéndose a Dalí como
inspirador de la Europa que se estaba estableciendo en nuestro
continente. Y la prensa de mayor difusión en Catalunya (la gran mayoría
de persuasión conservadora), por lo visto halagada por tal declaración,
publicó tales declaraciones con un implícito aplauso.
Tengo que asumir que la observación del
Sr. Draghi sobre Dalí era fruto de la ignorancia, pues en caso contrario
sus declaraciones serían enormemente alarmantes. Dalí era un defensor a
ultranza del fascismo español. Aunque tales simpatías fascistas de Dalí
son conocidas en aquellos círculos artísticos que gozan de credibilidad
por su rigor (ver la excelente biografía de este pintor escrita por Ian
Gibson, The Shameful Life of Salvador Dali. Faber and Faber, 1997), son
prácticamente desconocidas por la mayoría del público en general. Las
fuerzas conservadoras que dominan la mayoría de los grandes medios de
información en España han silenciado tal dimensión de Dalí. Su conocida
relación con la dictadura existente en España se trivializa atribuyendo
su proximidad al dictador con su deseo de evitar pagar impuestos y
ocultar su gran patrimonio, práctica generalizada, incluso hoy en día,
por la burguesía catalana. Según esta versión, Dalí intentaba estar en
buenos términos con el poder a fin de evitar al fisco del Estado
español. Y puesto que todos los ricos lo hacían, no había nada
reprochable sobre Dalí.
Pero su identificación con la dictadura
fue mucho más intensa y profunda de lo que se transmite en los medios.
Dalí nunca ayudó al gobierno republicano durante o después del golpe
militar fascista. Como señala Ian Gibson, Dalí escribió positivamente
sobre José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, el
partido fascista español. Y utilizó en sus discursos la narrativa
fascista, atribuyéndole a España una misión imperialista, inspiradora de
una nueva civilización. Apoyó la alianza de Franco con Hitler y
Mussolini en contra de los aliados, compartiendo una admiración hacia
tales figuras como freno al bolchevismo internacional. Profundamente
antisemita, alabó la función histórica del cristianismo, señalando que
todo arte debería basarse en tal religión. Próximo a la Iglesia católica
española de claras simpatías fascistas, y al Vaticano de Pio XII, Dalí
defendió al dictador frente a la critica y desprecio expresado hacia tal
figura por la mayoría de la comunidad artística internacional,
convirtiéndose en su máximo defensor, defensa que alcanzó niveles
auténticamente nauseabundos cuando, meses antes de su muerte, el
dictador firmó la sentencia de muerte de cinco prisioneros políticos,
miembros de la resistencia antifascista. Dalí defendió y aplaudió la
ejecución de estos cinco antifascistas, indicando que en realidad,
Franco (al cual definió en aquel momento como uno de los grandes
españoles que siempre hayan existido) tenía que haber fusilado a muchos
más. El profesor Malefakis, de la Columbia University de Nueva York, y
experto en fascismo en Europa, ha documentado el grado de crueldad de
aquel régimen, subrayando que por cada asesinato que cometió Mussolini,
Franco cometió diez mil. Aquel dictador fue el español que ha asesinado a
más españoles (y a más demócratas) en la historia de España. No es de
extrañar, por lo tanto, que Dalí, al final de la dictadura, huyera de
España. Era consciente de que las fuerzas democráticas le habían
fichado. Incluso se había descubierto una bomba bajo su asiento en el
restaurante que solía visitar.
Es de suponer que Draghi, el Presidente
del Banco Central Europeo, no era consciente de estos hechos y
compartiera la idealización de Dalí que existe también en nuestro país.
(Hace sólo unos meses, el mayor teatro de Barcelona –el Liceo- dedicó
toda una ópera a su figura, y Cadaqués, donde veranea la burguesía
catalana, tiene una estatua de Dalí en el centro de la Plaza Mayor de
aquella población). Para corregir su ignorancia, le he enviado al Sr.
Draghi el libro de Ian Gibson sobre Dalí. Sería de desear que se lo
leyera porque las políticas que el BCE está imponiendo (y digo
imponiendo porque ninguna de las políticas de austeridad que los
gobiernos, incluyendo el español, están llevando a cabo respondiendo a
la presión del BCE, constaba en ningún programa electoral) están
estimulando la aparición del fascismo en la Unión Europea. La dureza de
sus políticas de austeridad y su hostilidad hacia la clase trabajadora,
con su énfasis en bajar los salarios y eliminar su protección social (en
una entrevista al Wall Street Journal, el Sr. Draghi dijo que el modelo
social en Europa había terminado. (Ver mi artículo “Lo que el Sr.
Draghi y el Banco Central Europeo entienden por estimular la economía”.
Sistema Digital. 10.05.12), está contribuyendo a crear el tipo de Europa
que Dalí deseaba y admiraba. La enorme desesperanza y dolor que tales
políticas están creando ha generado una hostilidad hacia los
establishments europeos, incluido el sistema financiero liderado por el
BCE, que, de no canalizarse a través de las fuerzas progresistas y
democráticas, pueden desembocar en un fascismo del cual el BCE, la
Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (los mayores
investigadores de tales políticas) serán responsables. El caso de
Francia es sólo un ejemplo
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