Mi amiga Regina Álvarez nos regala esta reflexión...
El don Tancredo, o la suerte de don Tancredo, era un lance taurino
con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que
un individuo que hacía el don Tancredo, esperaba al toro a la salida de
chiqueros, subido sobre un pedestal
situado en mitad del coso taurino. El ejecutante iba vestido con ropas
generalmente de época o cómicas, y pintado íntegramente de blanco. El
mérito consistía en quedarse quieto, ya que el saber de la tauromaquia
afirmaba que al quedarse inmóvil, el toro creía que la figura blanca era
de mármol y no la embestía, convencido de su dureza.
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