Buscar en este blog

sábado, 27 de diciembre de 2014

Felipe VI: gatillazo

 
Como todos los años el rey 
nos da la nochebuena.
Éste año la novedad  tenía un morbo: 
la primera vez
 gatillazo-logo
 Y la verdad es que como casi todos los primerizos, Felipe ha sufrido  un gatillazo.
 
A las 21:00 y tras una breve cabecera institucional nos lo encontramos  sentado 
en un rígido silloncito. La barba rasurada al detalle, el bigote demasiado perfilado por 
debajo de la nariz ¿grimoso?. Vestido con
 un traje gris, camisa clara y corbata azul. 
 Escamondao, impoluto.
La puesta en escena de este año es un recogido saloncito que además de Felipe y su rígido silloncito está ambientado con: 
un sofalito de dos plazas,  dos mesitas 
auxiliares con dos  lamparones  y una mesa bajita con decorado navideño.
 Gran macetón con flor de pascua al lado de un pequeño asiento y coronado por un retrato de Letizia niña, de esos de toda la vida y que no parece que acaba de llegar... Bandera nacional como de soslayo y una alfombra horrorosamente clásica. Unas cortinas semitransparentes y su poquito corridas dejan ver  unos ámplios ventanales y  el jardín con el arbol de navidad 
y sus sencillas lucecitas.

Con lupa hay que mirar y ver
Los reyes europeos ‘dan la cara’ en Navidad
 el contenido de las mesitas.
Sobre una, allá en la lontananza, descubrimos 
un marco de plata con una foto que nos 
advierte: entre reyes anda el juego. 
Los reyes depuestos celebran al rey puesto. 

Delante el belén. En un discurso institucional, con un estado aconfesional y una población cada vez con más diversidad de creencias... 
 no parece apropiado.
En la mesita de al lado dos fotos. La más grande reivindicando la familia, su familia:
Él, Letizia, Leonor y Sofía.

La más pequeña proclamando su amor a Letizia. Sentados en un avión, con vestimenta informal y relajados, vuelan como compañeros de viaje. Una subsidiaria Letizia  se recuesta sobre él, sumisa.
 La plantilla de RTVE está en pie de guerra.
La realización está hecha por TVE, 
la televisión pública.


 Con los magníficos profesionales que tiene...
Vease una muestra (Diciembre 2014)

¿Quién a elegido al decorador y al realizador? 
Me consta que no son los que deberían ser y los que han sido no deberían ser.
Cosas de la política y de los políticos.
¡Que asco! 
Y desde aquí mi homenaje a los grandes profesionales que son los de TVE.
 El discurso está grabado con tiempo, 
para que pueda prepararse y  repetirse 
hasta que salga perfecto.
  Las cámaras llevan incorporado el autocue,
para que Felipe lea el discurso tranquilamente.  
 
Este año pasamos del plano fijo y zoom al plano fijo, zoom y pequeña panorámica. 
A rey nuevo revolución en la realización. 

Que el rey habla de aproximación (0´35´´) hacemos un zoom. Que habla de su padre, sacamos su foto en un plano
 más que forzado (8´31´´). 
Él también a ritmo: (6´54´´) con ese llevan/llevamos con énfasis en texto y  manos.  (8´58´´) Os lo agradezco de corazón 
y mano al pecho.
O el momento familia unida familia feliz:  
(7´52´´) los desencuentros no se resuelven 
con rupturas emocionales o sentimentales
Los mejores planos: 
Felipe ensartado en el marco de la puerta. 
Reflejo lamparazo en el cogote
y decorado con la  manilla balcón.


   Y comienza la función.
 A rey nuevo revolución en las formas.
 Pasamos de hablar en primera persona, Juan Carlos, a la primera persona del plural, Felipe.

 Hemos ganado en dicción,  oratoria y movimiento de manos. 
Pero él ha perdido con sus manos, pausadas en su vida cotidiana se mueven enfatizando el discurso. No quedan creíbles porque no 
les son propios  esos movimientos. 
A los gestos de cara le pasan lo mismo. 
Contenido, contenido... regeneración, recuperación, unión, esperanza... las preocupaciones de las encuestas. 
 
Felipe VI y lo que "debemos" hacer para "recuperar el sosiego".  Si comparamos el discurso del nuevo rey con los últimos de Juan Carlos I, encontramos frases calcadas. Frente a Podemos, "Debemos". Es la palabra más repetida del nuevo rey, que apela 9 veces al "futuro" y 6 a la "confianza" frente al "pesimismo"
Interesante análisis de Juan Luis Sánchez,
 31 años,  al discurso de un maduro 
Felipe de 46 años. 

Enlace permanente de imagen incrustada

Y digo yo... Conclusión: decepción.
Un discurso muy elaborado. Dicho, no sentido. 
Aburrido, monótono, rígido,  antiguo, desfasado.
Todo muy familiar, muy entrañable, muy añejo.
Si eres joven, representas a otra generación
 y quieres mostrar que tú eres el cambio 
y la regeneración no puedes seguir 
con el mismo escenario, el mismo discurso 
y las mismas actitudes.
Mejor  ruptura que reforma.

Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestro vuestro sus rostros. Qué diablos.  
Las babas del diablo

Y el humor que nunca falta...
Y éste es el discurso REAL:
“Buenas noches.
Quiero, en primer lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y de reencuentro; un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría.
Hoy quiero estar a vuestro lado para compartir  —en el primer mensaje de Navidad que os dirijo—, unas reflexiones sobre nuestro futuro, con la mirada puesta, con confianza en el año 2015.
Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general. La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro; la importancia de algunos de nuestros problemas políticos genera inquietud; y las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocan, con toda razón, indignación y desencanto.
Los problemas que he mencionado han dado lugar a una seria preocupación social. Sin embargo, no debemos dejarnos vencer por el pesimismo, el malestar social, o por el desánimo; sino afrontar con firmeza y eficacia las causas de esos problemas, resolverlos y recuperar el sosiego y la serenidad que requiere y merece una sociedad democrática como la nuestra.
El pasado mes de octubre afirmé en Asturias que necesitábamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Decía, entonces, que necesitábamos un gran impulso moral colectivo. Y quiero añadir ahora que necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable.
Es cierto que los responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas; eso es una prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. Como es verdad también que la gran mayoría de los servidores públicos desempeñan sus tareas con honradez y voluntad de servir a los intereses generales.
Pero es necesario —también y sobre todo— evitar que esas conductas echen raíces en nuestra sociedad y se puedan reproducir en el futuro. Los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública; que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse; que no se empañe nuestro prestigio y buena imagen en el mundo.
Pocos temas como éste suscitan una opinión tan unánime. Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción. La  honestidad de los servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que todos queremos sana, limpia.
También quiero hablaros de la situación económica, porque continúa siendo un motivo de grave preocupación para todos. Los índices de desempleo son todavía inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevan tiempo en el paro. Es cierto que nuestras empresas son punteras en muchos sectores en todo el mundo; pero también lo es que nuestra economía no ha sido capaz, todavía, de resolver de manera definitiva este desequilibrio fundamental.
No obstante, es un hecho —muy positivo— que las principales magnitudes macroeconómicas están mejorando y que hemos recuperado el crecimiento económico y la creación de empleo. Estos datos son una base nueva para la esperanza de que, en el futuro, puedan generarse de forma sostenible muchos más empleos y, especialmente, empleos de calidad.
Es evidente, por tanto, que la lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad. El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exige que los agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía. Porque la economía debe estar siempre al servicio de las personas.
Por eso, debemos proteger especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables. Y para ello debemos seguir garantizando nuestro Estado de Bienestar, que ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y a las asociaciones y movimientos solidarios. Algo de lo que debemos realmente sentirnos orgullosos.
Quiero referirme ahora también a la situación que se vive actualmente en Cataluña.
El pueblo español, en el ejercicio de su soberanía nacional, ratificó mediante referéndum la Constitución de 1978, que proclamó nuestra unidad histórica y política y reconoció el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones,  lenguas e instituciones.
Bajo ese espíritu constitucional, hemos convivido estos años. Cada Comunidad, cada pueblo y territorio de España, cada ciudadano, han aportado lo mejor de sí mismos en beneficio de todos. Y sin duda, desde Cataluña, se ha contribuido a la estabilidad política de toda España y a su progreso económico.
Es evidente que todos nos necesitamos. Formamos parte de un tronco común del que somos complementarios los unos de los otros pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y de todos en conjunto.
Pero no se trata solo de economía o de intereses sino también y sobre todo, de sentimientos.
Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón. Como también para millones de catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser. Por eso me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie.
Y lo que hace de España una nación con una fuerza única, es la suma de nuestras diferencias que debemos comprender y respetar y que siempre nos deben acercar y nunca distanciar. Porque todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión. Y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades, y que camina hacia una mayor integración.
Los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimentales. Hagamos todos un esfuerzo leal y sincero, y reencontrémonos en lo que nunca deberíamos perder: los afectos mutuos y los sentimientos que compartimos. Respetemos la Constitución que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y libertad. Y sigamos construyendo todos juntos un proyecto que respete nuestra pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro.
Porque necesitamos, también, ilusión y confianza.
El mes de junio pasado, España se dio a sí misma y al mundo un ejemplo de seriedad y dignidad en el desarrollo del proceso de abdicación de mi padre el Rey Juan Carlos y de mi proclamación como Rey; todo ello de acuerdo con nuestra Constitución. Y a lo largo de estos últimos meses me habéis rodeado de vuestro respeto, afecto y cariño. Sinceramente, me he sentido querido y apreciado y os lo agradezco de corazón. Y tengo que deciros también que he visto ilusión en muchos de vosotros, en vuestras miradas, en vuestras palabras, ante el inicio de una nueva época en nuestra historia.
Es cierto que vivimos tiempos complejos y difíciles. Sin duda. Pero son también tiempos que debemos afrontar con responsabilidad, con ilusión y espíritu renovador. Tiempos nuevos que se proyectan en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva e  individual. Y ahora nos corresponde a los españoles de hoy continuar la tarea de labrar nuestro mejor futuro; que empieza ya, que ha empezado ya.
Afortunadamente, no partimos de cero, ni mucho menos, y, por ello, no debemos olvidar lo que hemos conseguido juntos con grandes esfuerzos y sacrificios, generación tras generación; que es mucho y lo debemos valorar con orgullo.
Aunque también tengamos la responsabilidad de corregir los fallos  y mejorar y acrecentar los activos de la España de hoy,  con la vista puesta en un futuro que nos pertenece a todos los españoles.
Somos una democracia consolidada. Disfrutamos de una estabilidad política como nunca antes en nuestra historia. Nuestro marco constitucional nos ha permitido la alternancia política basada en unas elecciones libres y democráticas. Somos, además, una nación respetada y apreciada en el mundo y con una profunda vocación universal, imprescindible para promover nuestra cultura y defender nuestros intereses en un mundo global. Hoy, más que nunca, somos parte fundamental de un proyecto europeo que nos hace más fuertes, más competitivos y más protagonistas de un futuro de integración.
Como dije en mi discurso de proclamación, todo tiempo político tiene sus propios retos. Debemos seguir avanzando en nuestra convivencia política, paso a paso, adaptándola a las necesidades de nuestro tiempo. Poner al día y actualizar el funcionamiento de nuestra sociedad democrática y conseguir que los ciudadanos recuperen su confianza en las instituciones. Unas instituciones con vigor y vitalidad, que puedan sentir como suyas.
No quiero terminar mis palabras sin transmitiros un mensaje de esperanza.
Regenerar nuestra vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son nuestros grandes retos. No son tareas sencillas. No son retos fáciles. Pero los vamos a superar, sin duda; estoy convencido de ello. Tenemos capacidad y coraje de sobra. Tenemos también el deseo y la voluntad. Y hemos de sumar, además la confianza en nosotros mismos.
Esa es la clave de nuestra esperanza en el futuro. La clave para recuperar el orgullo de nuestra conciencia nacional: la de una España moderna, de profundas convicciones democráticas, diversa, abierta al mundo, solidaria, potente y con empuje. Con ese mismo empuje y con el ejemplo con el que vosotros afrontáis vuestro día a día luchando ante las adversidades intentando progresar, procurando mejorar honestamente vuestra vida y la de vuestras familias. Y ahí estaré siempre a vuestro lado como el primer servidor de los españoles.
Gracias nuevamente por escucharme esta noche y muchísimas felicidades en nombre de la Reina, de la Princesa de Asturias y de la Infanta Sofía.
Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario