Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 16 de julio de 2015.
Este artículo contesta las
enormes manipulaciones que hemos estado viendo en los grandes medios de
información y persuasión españoles, culpabilizando a Syriza y al pueblo
griego de la situación tan desesperada y problemática que Grecia está
viviendo. El artículo detalla la situación actual de las negociaciones
sobre el tercer rescate a Grecia, analizando qué ha hecho el gobierno
griego y por qué lo ha hecho.
Como era predecible, el establishment
político-mediático español (incluyendo el catalán) ha presentado lo
ocurrido en Grecia y en las negociaciones con la Troika, con el
Eurogrupo y con el Consejo Europeo como un completo fracaso del gobierno
Syriza, que en el colmo de su supuesta incompetencia sometió a su
pueblo a un gran sacrificio, el corralito, y a un referéndum que, además
de ser inapropiado, tuvo un impacto contrario al que pretendía, pues en
lugar de conseguir mayores concesiones de las instituciones europeas,
estas endurecieron sus posturas, exigiendo incluso mayores sacrificios
de los que ya habían ofrecido antes de conocerse el resultado del
referéndum. Ha sido, pues, un desastre producto de la incompetencia del
gobierno Syriza. El nivel de hostilidad de este establishment
político-mediático español (incluyendo el catalán) -que también apareció
con igual intensidad en los mayores medios de información alemanes-
alcanzó unos niveles nunca antes vistos en contra de un gobierno
europeo. Las medidas impuestas por el establishment financiero europeo
(hegemonizado por el alemán) –y sus instrumentos políticos (la Troika,
el Eurogrupo y el Consejo Europeo)– intentaban humillar al pueblo
griego, que ha sido el único que, a través de su gobierno, se ha
rebelado contra el austericidio forzado por aquel establishment
financiero. Esta humillación se presentaba al público con satisfacción y
regodeo por parte de los mayores medios de información, que alcanzaban
lo que algunos humoristas estadounidenses han definido sarcásticamente
como un “orgasmo mediático”. Nunca tanto odio se había expresado en
tales medios con tanto placer para el que lo transmite, y tanto dolor
para el que lo recibe.
La enorme manipulación de los medios
En toda esta presentación se olvidaron,
además de la causa justa que el gobierno Syriza defendía, de algunos
elementos clave para entender lo ocurrido, incluido el enorme
desequilibrio de fuerzas en tal conflicto, que alcanzó (como indiqué en
un reciente artículo, “El principio del fin de esta Europa
antidemocrática e injusta”, Público, 07.07.15) niveles bélicos,
conflicto que era parte del existente entre las élites gobernantes en la
Eurozona (que están al servicio del capital financiero) y sus clases
populares, un conflicto que mi amigo Noam Chomsky ha definido no como
una lucha, sino como una guerra de clases, que ha alcanzado su máxima
expresión en Grecia. Y los grandes medios de información al servicio de
los intereses financieros que los controlan ocultaron la mayoría de los
hechos, ignorando, cuando no ocultando, esta guerra de clases. Por un
lado estaban las instituciones más poderosas de la Eurozona, deseosas de
destruir al partido Syriza, y así matar al enemigo (y la expresión no
es hiperbólica, pues esta era su intención: destruir al enemigo y al
partido Syriza, expulsándolo del gobierno). Este era su objetivo. Por el
otro lado estaban las clases populares de Grecia.
La ocultada guerra de clases
A fin de conseguir este objetivo, el
establishment que gobierna la Eurozona, liderado por el alemán, siguió
paso por paso su plan de destrucción, iniciándose este solo horas
después de la victoria electoral del partido Syriza, cuando el Banco
Central Europeo, el BCE, limitó la liquidez a los bancos griegos (es
decir, disminuyó drásticamente el dinero transferido a estos), lo que
fue seguido por un notable estrangulamiento (días antes de que se
celebrara el referéndum donde se iba a pedir al pueblo griego su acuerdo
o desacuerdo con las medidas impuestas por las instituciones europeas),
forzando al gobierno Syriza a introducir el altamente impopular
corralito, con la intención de atemorizar al pueblo griego y mostrar las
consecuencias de que este votara en contra de lo que deseaban aquellas
instituciones. Y después del referéndum, el BCE continuó limitando la
liquidez, amenazando con interrumpirla en cualquier momento, creando así
una parálisis bancaria al país. En cada uno de estos pasos, el BCE
utilizó todo su armamento financiero de destrucción masiva para
presionar al gobierno Syriza. Tales medidas tendrían que haber generado
una gran protesta en la Eurozona, pues el BCE se estaba atribuyendo
funciones que no tenía. Ante estos actos ilegales y canallescos (no hay
otra manera de definirlo), el pueblo griego realizó un enorme acto de
valentía y coraje al votar mayoritariamente en contra del establishment
político-mediático europeo, sabiendo lo que ello podría significar.
La respuesta de las élites gobernantes
en la Eurozona al rechazo de sus propuestas fue incrementar aún más su
hostilidad, exigiendo medidas que convertían a Grecia en un
“protectorado” de la Troika, recuperando la fórmula política imperial
que había dejado de existir desde el periodo de descolonización que
siguió a la II Guerra Mundial. Una de las medidas más humillantes y
difíciles de aceptar para el gobierno Syriza fue que Grecia tendría que
venderse el equivalente a 50.000 millones de euros en propiedades
públicas y ponerlos aparte en un fondo supervisado por la Troika, con el
fin de pagar a los acreedores. Estos son los Estados de la Eurozona,
que habían comprado la deuda pública griega que tenían los bancos
privados (predominantemente alemanes y franceses), los cuales la habían
obtenido a unos intereses desorbitados y escandalosamente altos (debido
en parte al hecho de que el BCE –que es un lobby de la banca- no tenía
como función proteger a los Estados, como hace cualquier banco central
digno de su nombre, ayudando en su lugar a la banca privada). El BCE, en
lugar de ayudar a los Estados de la Eurozona prestándoles dinero, lo
que hacía era prestar dinero a unos intereses ridículamente bajos a los
bancos privados para que estos se lo prestaran a los Estados a unos
intereses elevadísimos, que en el caso de Grecia alcanzaron unos niveles
escandalosamente altos, una de las causas de que la deuda pública
griega sea tan elevada.
Cuando estos bancos privados, que se
habían enriquecido enormemente a base de comprar bonos del Estado
griego, sumamente rentables, vieron que el Estado griego podría colapsar
y no pagarles los intereses, e incluso perder el principal de la deuda
(es decir, los bonos públicos, generadores de renta), pidieron a los
Estados que les compraran su deuda, evitando así el colapso de los
bancos, y ello a costa de que los Estados fueran ahora los que tenían
los bonos públicos, compra (en realidad, el mejor término es rescate
bancario) que los Estados hicieron sin que tuvieran ningún mandato
popular para ello, pues salvar a los bancos no estaba en la oferta
electoral de ninguno de los partidos gobernantes. Y su población tampoco
fue llamada a referéndum para preguntárselo. La gran mentira y falsedad
promovida en los medios era presentar esta compra de bonos públicos
griegos (que se habían adquirido en condiciones abusivas) como la ayuda
de los pueblos de la Eurozona al pueblo griego. En realidad, era la
ayuda de las élites gobernantes, próximas al capital financiero, a sus
bancos. De ayuda a Grecia no había nada. Y ahora, en las negociaciones
querían que Grecia les pagara la deuda, utilizando todo tipo de
presiones para conseguirlo.
La gran falsedad de presentar la ayuda a los bancos como un acto de solidaridad con el pueblo griego
Con un ejercicio de gran cinismo, estos
Estados que habían rescatado a los bancos con dinero público a costa del
bienestar de sus clases populares, presentaban ahora a Syriza como el
malo de la película por no querer pagar a los pensionistas europeos el
dinero que dichos pensionistas habían prestado a los pensionistas
griegos (los cuales, indicaron todos los medios, gozaban de una pensión
supuestamente exuberante). El objetivo de esta propaganda era evitar que
las clases populares de los países de la Eurozona se aliasen en contra
de sus propios establishments, liderados por el alemán. Leer la prensa
alemana o española da idea del extremo hasta el que tal establishment es
capaz de manipular para dividir a las clases populares, estimulando su
movilización a favor suyo y en defensa del establishment financiero. Oír
al Ministro Guindos (el mismo exbanquero de la banca más tramposa que
haya existido, la Lehman Brothers) decir que el gobierno Syriza tiene
que devolver el dinero a España para que se puedan mejorar las
pensiones, alcanza dimensiones vomitivas. Las clases populares griegas y
las españolas vivirían mucho mejor si ambos países hubieran podido
nacionalizar o intervenir la banca privada y ponerla al servicio de sus
clases populares.
Pero lo que alcanzó unos niveles nunca
antes vistos fue la exigencia de los 50.000 millones de euros, extraídos
de la venta de propiedad pública griega, que deberían ser pagados por
el Estado griego a los acreedores. Con ello, además de los recortes y de
la austeridad, se añadía un latrocinio al pueblo griego, robándole el
equivalente a un 17% del PIB griego para pagar el rescate a los bancos
por parte de los Estados. En cuanto a las medidas de austeridad, estas
se incrementaron, con lo cual el descenso del PIB (que ha sido de un 25%
en cinco años) aumentaría todavía más (se calcula que un 5% más).
¿Por qué Syriza aceptó estas demandas?
La enorme negatividad contra Syriza que
apareció en los medios ocultaba que el gobierno griego tenía muy poco
espacio para poder responder a esta belicosa hostilidad. Y a pesar de
ello, es notable lo que también consiguió, cosa que naturalmente y
predeciblemente no salió en los medios. El hecho de que el rechazo a
tales medidas impuestas por la Troika alcanzara un nivel tan elevado (un
62%), le permitió conseguir un grado de unidad en su país impensable
antes del referéndum, de manera que las propuestas hechas después del
referéndum eran firmadas por la gran mayoría de partidos, además de
Syriza. Esto fue lo que originó cambios, incluido el que, en lugar de
continuar discutiendo el segundo rescate aprobado por el gobierno
anterior, se discutiera ahora un nuevo rescate, de una cantidad mucho
mayor, que podría alcanzar 80.000 millones, con una promesa de iniciar
el proceso de reestructuración de la deuda griega, aun cuando no se
especificaran las condiciones.
Otras medidas también importantes que se
consiguieron fueron la disminución de la exigencia a Grecia de tener un
superávit primario en las cuentas del Estado (es decir, tener un
balance positivo entre los ingresos y los gastos, sin incluir los gastos
para pagar los intereses de la deuda) que fuera equivalente a un 4% del
PIB, utilizando este superávit para pagar la deuda, lo cual hubiera
causado un colapso de la economía griega. Syriza consiguió que el
superávit fuera equivalente a un 1% del PIB el primer año, un 2% el
segundo año, y un 3% en el tercer año, exigencias que también serían
perjudiciales para Grecia, pues aun cuando no crearían un colapso,
impedirían su recuperación. El gran problema fue que Syriza consiguió
mejoras, pero dentro del marco definido ya en el rescate anterior. Y
este era el punto flaco del nuevo rescate que entraba en clara
contradicción con lo que el pueblo griego había votado. De ahí que lo
que se le ofrecía a Grecia por parte de las instituciones europeas era
más de lo mismo.
¿Qué podría haber hecho Syriza?
El poder de Syriza en las negociaciones
estaba muy limitado por las condiciones que se daban a los dos lados de
la mesa negociadora. Y una constante por parte de Syriza era su deseo,
reflejando lo que deseaba la gran mayoría del pueblo griego, de
mantenerse en la Eurozona. Esta era una condición sine que non. Se
consideró, desde el principio de su mandato, que la salida del euro por
parte de Grecia no era ni posible ni aconsejable. El mismo por entonces
Ministro de Finanzas, el Sr. Yanis Varoufakis, había indicado en The
Guardian que “la salida de Grecia del euro, creando una nueva moneda,
sería dificilísima. En Irak la introducción de una nueva moneda duró
casi un año, con el desarrollo de una enorme infraestructura que no
existe en Grecia. De ahí que el anuncio de la salida de Grecia del euro
sería equivalente a anunciar una devaluación de la moneda con 18 meses
de antelación. Sería una receta para eliminar todo el capital, que
abandonaría el país por todos los medios”.
Se indicaba también por parte de
sectores de la dirección de Syriza que el caso de Argentina (que muchos
presentaban como punto de referencia para salirse del euro) no tenía
validez para Grecia, pues Argentina tenía ya su moneda, el peso
argentino, y toda la infraestructura para operarla en el momento que
decidió separarse del dólar, cambiando el valor de su moneda. Pero
Grecia no tenía una nueva moneda. Ante esta situación, lo único que
podría haber hecho el Estado griego frente a la amenaza del BCE de
interrumpir toda liquidez a los bancos griegos hubiera sido lo que el
ministro Varoufakis propuso al Primer Ministro Tsipras el día antes del
referéndum en previsión de lo que podría pasar, es decir, nacionalizar
algunos bancos griegos e intervenir el Banco Central Griego, imprimir
euros por parte del Banco Central Griego, emitir una nueva moneda por
parte del Estado y controlar la movilidad de capitales. Pero Tsipras no
lo aceptó, pues temía que ello implicara la expulsión inmediata de
Grecia del euro, que era lo que quería evitarse por todos los medios.
Es interesante subrayar que el BCE –que,
como dije antes, es principalmente un lobby de la banca- quería
castigar al Estado griego y expulsar a Syriza del gobierno, pero no
(como he indicado en otro artículo en Público, 11.06.15) sacar a Grecia
del euro. El capital financiero alemán no deseaba que ello ocurriera, en
parte por la enorme inestabilidad que ello crearía. De ahí que en las
reuniones del Eurogrupo el Sr. Mario Draghi, Presidente del BCE, incluso
se enfrentara con el Ministro alemán de Finanzas, el Sr. Wolfgang
Schäuble, que no excluía sacar a Grecia del euro por un periodo de cinco
años. Draghi indicó que ello ya ahora crearía un gran desequilibrio,
punto de vista compartido pero no enunciado por la Sra. Merkel, que
tenía que equilibrar su deseo de estabilidad financiera con la demanda
de su partido de castigar duramente a Grecia. Ahí radica el origen del
fondo general de 50.000 millones de euros (basado en la venta de
propiedad pública griega) propuesto por la Sra. Merkel.
Es interesante subrayar que los mayores
aliados del gobierno alemán, en su mano dura, han sido los gobiernos
español, portugués e irlandés, pues –como indica Varoufakis en su
entrevista en el New Statesman (13.07.15)- odian a Syriza y querían
destruirla, temerosos de que fuerzas políticas antiausteridad que
existen en sus países –como Podemos en España- se beneficiaran de
cualquier mejora que pudiese conseguir Syriza. La preocupación del
gobierno Rajoy frente a Podemos, tal como informa Varoufakis, ha estado
detrás de su apoyo a las propuestas alemanas.
¿Y ahora, qué?
Lo ocurrido en estos días tendrá un
enorme impacto en la Eurozona. Europa nunca será a partir de ahora como
fue antes. La Europa punto de referencia mundial para aquellos que
desean vivir en países democráticos y justos, ha desaparecido. El
rechazo hacia esta Europa neoliberal, antidemocrática y reaccionaria, al
servicio del capital financiero, se está extendiendo a lo largo de su
territorio, y se ha creado una nueva situación que abre toda una serie
de oportunidades. Los hechos han mostrado con una enorme claridad que el
gobierno alemán de la Sra. Merkel domina el Eurogrupo y dicta sus
políticas, y lo hace pensando única y exclusivamente en sus intereses de
clase. Y digo de clase porque la clase trabajadora alemana es una de
sus víctimas (merece destacarse, por cierto, el apoyo valiente de las
izquierdas alemanas, Die Linke, y de los sindicatos alemanes a las
demandas antiausteridad griegas). La crueldad y dureza de las medidas,
apoyadas por una movilización mediática que también hemos visto en
España (con tonos claramente racistas, menospreciando al pueblo griego y
a sus gobernantes), recuerda a situaciones anteriores en su historia,
tanto en Alemania como en España.
No hay que olvidar que los que gobiernan
España, el PP, son los herederos de aquellas fuerzas que se alzaron
contra una democracia, venciendo (a pesar de la enorme resistencia de
las clases populares de todos los pueblos y naciones de España) gracias
al apoyo de las fuerzas nazis alemanas, que dominaron y oprimieron a
otros muchos pueblos europeos, incluyendo Grecia, asesinando,
destruyendo y robando a aquel país, sin que el Estado alemán, sucesor
del Estado nazi, haya pagado ninguna reparación a las víctimas de tanta
opresión en aquel país (ver mi artículo “Los costes del nazismo alemán
para Grecia (y para España)”, Público, 24.03.15). Y para mayor
indignación, al Estado alemán, que, por fin, fue derrotado, se le
perdonó más de la mitad de la deuda pública con los acreedores
extranjeros en el año 1953 , permitiéndole que pagara la otra mitad de
la deuda en treinta años y solo en periodos de crecimiento. Grecia, que
fue uno de los Estados que le perdonó la deuda, es ahora el país al que
el Estado alemán, heredero de aquel otro de 1953, no deja que se le
permita conseguir lo mismo que se le permitió a Alemania por parte de
los aliados, incluyendo Grecia. Nunca históricamente se habían visto
ejemplos de mayor innobleza, desvergüenza y merecedores de condena por
su inmoralidad, como el comportamiento del Estado alemán y de los medios
de información alemanes hacia Grecia.
Lo ocurrido ha reabierto heridas que se
creían cerradas. Hoy al gobierno alemán, aliado con los establishments
financieros en cada país, se le ve como el centro de un poder que es
profundamente antidemocrático y antisocial. Existe una alianza de las
élites gobernantes en la Eurozona, las castas que representan los
intereses económicos y financieros dominantes, que no tiene límite en su
hostilidad hacia las clases populares y el mundo de trabajo de cada
país, incluyendo el griego. Es, repito, lo que Noam Chomsky ha definido
acertadamente como la guerra de clases.
Ahora bien, hay también motivos de gran
esperanza. El enorme sacrificio del pueblo griego no será en vano. Hoy
Europa está llena de movimientos de protesta y rechazo hacia esta Europa
mezquina, antidemocrática y profundamente injusta. Y ya vemos algunas
grietas en el edificio que sostiene el imperio del establishment alemán.
No puede descartarse que se establezcan divisiones en la estructura de
gobierno de la Eurozona, con posibles tensiones con Francia e Italia,
que ya aparecieron, pero que fueron totalmente insuficientes para
cuestionar el dominio y hegemonía del gobierno alemán. Pero lo que es
más urgente es que las clases populares –a través de movimientos
sociales y sindicales, y partidos políticos- establezcan lazos de
cooperación y asociación para parar las medidas de austeridad,
estableciendo las bases para un cambio profundo de esta Europa
reaccionaria hacia otra Europa justa y democrática. Y la estrategia de
cambio debería ir más allá del debate “euro sí” o “euro no”, cambiando
la gobernanza de esta moneda y de toda la Eurozona, con alianzas, a
nivel europeo, que puedan ya expresar un Basta Ya, con una petición y
exigencia de cambios democráticos en cada uno de los países de la
Eurozona, como está ocurriendo hoy en España. Soy consciente de que esta
expresión podrá verse como un deseo inalcanzable, pero ¿quién hubiera
dicho en España hace solo un año que habrían ocurrido los cambios que
ocurrieron en las últimas municipales, que fueron ni más ni menos que un
tsunami político, y que cambiaron toda España y toda Europa? En
realidad la hostilidad del establishment europeo, liderado por el
gobierno alemán, a las clases populares griegas era un mensaje que
intentaba atemorizar a las clases populares españolas.
Una última observación. Ni que decir
tiene que la situación en España es distinta a la griega, y por lo tanto
las soluciones para cada país son distintas. El intento de presentar a
Podemos como la Syriza española es un indicador más de una manipulación,
confundiendo la necesaria y noble solidaridad de Podemos con el pueblo
griego y con su mejor representante, Syriza, con el desarrollo de sus
políticas, que necesariamente serán distintas, puesto que las realidades
que reflejan son muy diferentes. Hoy en Grecia no hemos visto el fin,
sino el inicio de un proceso de cambio que impactará a toda Europa,
ayudando a todas las fuerzas en este continente que se oponen al enorme
austericidio que se ha estado imponiendo y que ha hecho tanto daño al
pueblo griego y al español.
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