mar 31 2016
El lobby socialciudadano de Sánchez
Tras la reunión del miércoles, en la
que Sánchez e Iglesias acordaron retomar la negociación, podría parecer
inminente la formación de un gobierno de progreso en los próximos días.
Pero, sin embargo, no es seguro que la Moncloa esté más próxima para
las fuerzas del cambio. Pese a las importantes concesiones hechas por
parte del líder de Podemos, que dejan sin coartada alguna al líder del
PSOE para no formar gobierno, el candidato socialista no parece tenerlo
claro, y continúa con su objetivo de combinar a socialciudadanos,
partidarios de integrar a Albert Rivera, con socialdemócratas,
partidarios de excluirle. Volvemos a tener, una vez más, el mismo
dilema. Estamos ante la presión del lobby socialciudadano de Sánchez.
Esta presión reproduce la existente en Ferraz. Desde enero, los
socialciudadanos del PSOE, con Susana Díaz al frente, vetaron el
programa común que los socialdemócratas del PSOE buscaban firmar con
Podemos. Ese es el trasfondo de la actitud ambigua de Pedro Sánchez.
Lógico por cuanto, si se suman los 40 diputados de Rivera con los 22 de
la lideresa socialista andaluza ,disponen de una capacidad de veto en
cualquier investidura o acuerdo programático. Este sumando determina la
danza incoherente de un Sánchez que ya sufrió en pleno invierno lo que
no desea volver a padecer en primavera. El grave problema del candidato
socialista no se encuentra enfrente, sino dentro de su propio partido.
Es, precisamente, en función de esos 62 diputados, que Sánchez no
considera viable los 161 que Iglesias apunta como suficientes para un
gobierno de progreso; y por esa razón, propone los 199 diputados que,
claro está, incluirían a aquellos que se sientan en los escaños
naranjas. Dada la correlación de fuerzas internas del PSOE, es
comprensible que actúe así; no lo es tanto desde un proyecto de cambio,
ya que al reconocerse la potestad de veto de los socialciudadanos, ese
acuerdo tripartito cojearía del pie derecho en claro perjuicio de los
socialdemócratas sobre todo en política social, fiscal y presupuestaria.
La negociación entre PSOE, Podemos y Ciudadanos, si llega a
iniciarse, va a ser muy complicada. Hasta el punto de que el propio
Pablo Iglesias ha decidido encabezar su delegación hasta ahora dirigida
por Errejón. Señal clara de la buena disposición morada es el paquete de
cesiones que ha hecho- máxime teniendo en cuenta que sólo separan unos
trescientos mil votos a Podemos del PSOE- en aras de ayudar a Sánchez a
superar la presión de ese lobby socialciudadano para entrar en la
Moncloa junto con todas las fuerzas de progreso. Es evidente a todas
luces que si el candidato socialista insiste en la presencia de
Ciudadano sería justo que plantease a Rivera la abstención de Ciudadano
porque de esos 199 diputados de las tres formaciones solo 40 serían de
derecha.
Para mayor complicación, conviene recordar que tampoco Rivera es
autónomo de los grupos de presión que durante tres meses han disparado a
diestro y siniestro contra el pacto PSOE-Podemos. Si a lo largo de
estos últimos cien días se han mantenido impasibles, firme el ademán, en
su actitud de obstrucción de un gobierno de progreso encabezado por
Sánchez, no van a cambiar su política justo ahora, en esta última
semana. Peor aún, la van a intensificar. Y lo necesitan hacer porque la
maniobra de Pablo Iglesias, cediendo hábilmente en la negociación, rompe
toda la estrategia de responsabilizar a Podemos de la imposibilidad del
pacto y de la previsible convocatoria de nuevas elecciones generales.
Más allá del buen ambiente entre ambos líderes, en la reunión,
sustancialmente nada ha cambiado, pese a la generosidad política de
Podemos con el PSOE. Es impensable que Rivera apoye un gobierno de
cambio, es imposible que Podemos ceda más de lo cedido en este
encuentro, y también es improbable que el líder socialista se libre del
fuego amigo. Si hoy Sánchez se encuentra en este callejón sin más
salida que las urnas, obedece precisamente a que no acaba de decidirse
entre socialdemócratas y socialciudadanos. Esta indecisión es la que
explica el temor a gobernar desde, por y para el cambio.
Paradójicamente, nunca como hoy el PSOE ha logrado reunir el apoyo de
todas las fuerzas progresistas y, sin embargo, se niega a entrar en la
Moncloa si no tiene el apoyo de la fuerza de derecha que es Ciudadanos.
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