Ha bastado que Sánchez anunciara su
intención de dar la palabra a los militantes, mediante un congreso
precedido de unas primarias, para que se encuentre hoy ante un golpe de
estado en el PSOE promovido por la fracción PPSOE, que busca abstenerse
en la próxima investidura de Rajoy. No hace falta recurrir al ensayo
sobre Técnica de un Golpe de Estado, de Curzio Malaparte, para deducir
que, efectivamente, estamos ante unos golpistas que aprovechan sus
puestos claves en la organización para destituir al secretario general.
Ni siquiera han esperado al Comité Federal del sábado por temor a no
poder manipularlo. Necesitan aquí y ahora imponer el despotismo
burocrático. Todo para los militantes, pero sin los militantes.
La secuencia del golpe ha sido sincronizada. Autorizada por González,
diseñada por Rubalcaba, ejecutada por Susana Díaz, la operación se ha
desarrollado en tan solo nueve horas del pasado miércoles. Desde la
arenga radiofónica de la Ser al cartero de la lideresa con las 18 firmas
entregadas en Ferraz. Ha sido como un juicio sumarísimo. Lectura de la
sentencia de Sánchez por la mañana y ejecución de Sánchez por la tarde.
Maniobra acompañada, además, de un apoyo mediático generalizado donde La
Sexta compite con El País en arropar intelectualmente a la banda- según
definición de Sánchez- partidaria de que Rajoy gobierne con la
abstención del Partido Socialista. Nunca un golpe encontró más
complicidades en todos los medios de comunicación, ni mayor silencio de
los corderos entre los intelectuales.
Ferraz, es cierto, aún no ha sido ocupada. No habían previsto que
Sánchez como Sansón se amarrase a sus columnas, pero es cuestión de poco
tiempo rematarle. Ya de entrada, de los 18 leales a su dirección, dos
no han acudido a la reunión del lunes por unos problemas de agenda, por
lo que explican, más importantes que el futuro del PSOE. Con más de la
mitad de la dirección golpista, la mayoría de los parlamentarios
apoyando el golpe de estado y un potente bombardeo mediático constante,
el “insensato sin escrúpulos”- como lo insulta el diario El País- apenas
puede ir más allá de áridas interpretaciones jurídicas sobre los
estatutos para defenderse. Inútil. Quienes han montado este golpe, desde
luego, no van a detenerse hoy ante recursos de leguleyos que no podrían
prosperar si tuviesen recorrido judicial. Este golpe de estado en el
PSOE cuenta con el nihil obstat del Estado.
Corren, eso sí, con un relativo riesgo de escisión. Hoy por hoy el
PSOE está dividido, entre el PPSOE partidario de la abstención, y el
PSOE, partidario de la unidad de las fuerzas progresistas; pero aún así
los golpistas prefieren un PSOE roto a ese PSOE de izquierdas del que
habla Sánchez. Ya habrá tiempo, calculan, para recoserlo una vez que
puedan depurar el socialismo. Ahora toca cumplir aquellos compromisos
indefendibles contraídos en Alemania durante la transición y devolver
políticamente las sucesivas condonaciones de decenas de millones de
euros regalados por los bancos bajo Rubalcaba, Zapatero y González. Ya
lo advertía Maravall, a mitad de agosto, en una publicación bastante
afín: el PSOE puede hacer postureo, pero al final debe abstenerse.
Sánchez está a punto de salir de Ferraz por no atender los consejos de
este intelectual de cabecera de González.
Cuentan con la ventaja, además, de que el PSOE no es el Labour Party,
ni la UGT es la Trade Unions, ni Sánchez es Corbyn. Con Prisa y la
Sexta, los intelectuales de la ceja más preocupados por su status, y la
desolación del electorado, no les va a ser muy difícil reconducir la
orientación de los socialistas aunque, claro está, estas guerras sucias
contra compañeros nunca pueden salir gratis electoralmente hablando.
Pero depende, porque no se debe olvidar que este golpe, como todo buen
golpe de estado, arranca ya de entrada con más de la mitad de la
dirección, la mayoría de los parlamentarios y una tercera parte de sus
votantes, según las encuestas del CIS, que dan el mismo porcentaje, un
30%, a los partidarios de la abstención, a los contrarios a Rajoy y a
los indecisos.
Su peligro más serio lo correrían si no puderan contar con el tiempo
suficiente para proceder a los reajustes necesarios para abstenerse en
la próxima votación sobre la investidura de Rajoy. Si fuera así, su paso
por las urnas de diciembre sería letal para el PPSOE. De ahí las muchas
prisas con la que desarrollan este golpe. Como partían de la casi
absoluta seguridad de que Sánchez iba a presentar la dimisión tras el
doble desastre electoral de Galicia y Euskadi, se han visto muy
obligados a poner en marcha, de forma precipitada, una operación
golpista con la que no contaban. Hasta tal punto que su principal
inquietud, en estos momentos, es como desalojar cuanto antes a Pedro
Sánchez de la sede de Ferraz. El tiempo apremia. Apenas restan unos
treinta días para proceder a una próxima sesión de investidura de Rajoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario