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domingo, 26 de marzo de 2017

Prohibido prohibir... ¿todo?

 Mercedes de Pablos es periodista y escritora
Prohibido prohibir... ¿todo?
'¿Qué pensamos de quienes permitieron letreros como “judíos y perros no”? Dentro de 70 años alguien podría reprocharnos tibieza ante la negación de seres diferentes'


Sáb, 18 Mar 2017

El equilibrio entre la libertad y la igualdad es tan frágil que ya quisiera ver yo a Pinito del Oro por ese alambre sobre el que los que creen en ambas andan “funambuleando” con peligro de fractura de crisma. Se ha escrito tanto sobre la libertad de expresión como tantas veces se ha coartado, vejado, amputado y anulado. Tanto daño se ha hecho contra ella como en su nombre, y es que las palabras sí que lo aguantan todo.
Con el humor, la filosofía o la creación sin ir más lejos es imposible, y feísimo, andarse con vallas y concertinas morales, por más que algunas bromas o ideas nos parezcan repugnantes.  Sería una barbaridad, a lo Fahrenheit 451 de Bradbury, quitar de la circulación el célebre libelo de Pio Moa sobre la guerra civil (por sus mentiras) o, más casero, aquel Todas Putas que sembró polémica con la editora, recién nombrada Directora del Instituto de la Mujer por el PP. Si vamos segando de blasfemias (contra dios o contra los hombres, más tangibles estos últimos como sujetos de derechos y dignidades) la oratoria y la literatura o anulando de nuestra memoria creaciones que escondían demonios, terminaremos haciéndonos un juicio sumarísimo a nosotros mismos, seres imperfectos, y borrando lo que de verdad nos distingue: la capacidad de sublimar y crear paraísos e infiernos.
Esta apresurada declaración de intenciones pareciera responder literalmente a aquel Prohibido Prohibir, uno de los paradigmas del mayo del 68 y vuelto a recordar estos días pasados con el bus de los ultracatólicos y su lema transfóbico por quienes han considerado un error impedirle  transitar a su bola. Ha habido muchas voces, indignadas con Hazte Oír, reacias a impedir que su mensaje se paseara tranquilamente por las calles. Si denunciamos la Ley Mordaza y nos parece un disparate que un rapero vaya a la cárcel por un chiste sobre Carrero Blanco pareciera natural que defendamos el derecho de aquellos que niegan los ajenos a pasear su credo urbi et orbe, nunca mejor dicho.
Confieso que resulta difícil ponerse del lado de la tijera porque hablamos de la libertad de pensar y no de normas de tráfico o de comercio. Para convivir hay que coaccionar: a los que circulan borrachos, a los que contratan en negro o a los que estafan en una venta, pero cuando topamos con las ideas y las opiniones la coacción se torna peligrosa. La pureza ideológica nos lleva a cualquier tipo de gulag.  
Sin embargo en mi opinión al bus de marras hay que aplicarle otra ecuación: impedir su marcha no sólo es democrático sino que resulta necesario. Y el quid son los menores, esos a quienes va dirigida la jaculatoria y esos a quienes se les anula con esa sencilla y letal frase. Es un mensaje para niños negando la existencia de otros niños. Lo que viene siendo, y aquí me pongo tertuliana, un genocidio social. Negar la existencia de un ser humano es aniquilarlo, borrarlo, extinguirlo. Y aunque parezca una broma (chiste más cruel que todos los de Carrero e incluso el holocausto) lo hace en nombre de una ciencia una organización que sin embargo pide que nos relacionemos según su fe y sólo su fe. También los nazis argumentaron razones científicas para explicar la inferioridad de unas razas pero ¿qué pensamos de aquellos que permitieron letreros en sus tiendas como “judíos y perros no”?  Dentro de setenta años alguien podría reprocharnos tibieza ante la negación de seres humanos que son diferentes y son iguales. Por si faltara peligro con estas contradicciones y como si al fonambulista que somos le quitaran el cable para garantizar una buena piña, hay otro argumento dando vueltas que también tiene trampa, o al menos a mí me hace sentir como un ratón con el rabo en el cepo, que es la publicidad gratis que con la reacción en contra le hemos dado al mensaje busero. 
¿Y...? ¿Callarnos y dejarlos pasar hubiera sido más demócrata? Qué cara se nos quedaría si miramos para otro lado. Y además, si efectivamente Hazte Oír ha conseguido ser conocido, estupendo, es mejor que veamos la crueldad, la homofobia y el desprecio a cara descubierta. Y saber quién los financia y protege. Y de eso hoy sabemos un poco más que ayer pero menos que mañana.
O eso espero.
 


1 comentario:

  1. La libertad de pensamiento, afortunadamente, nadie nos la podrá limitar... o quizá en un futuro sí, ¡quién sabe hasta dónde llegará la maldad del hombre! Por ahora disfrutamos de esa libertad. Otra cosa es la libertad de expresión que considero que sí tiene un límite: cuando las ideas se traducen en guillotinas que cortan cabezas. Sean las que sean.

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