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miércoles, 21 de septiembre de 2011

LAS ELECCIONES GENERALES...


 
Las elecciones generales anunciadas para el 20 de noviembre van a celebrarse en un ambiente de tremenda confusión. En general existe un deseo de cambio. Después de años –¡ya son años!– de una política inspirada por lo que se ha llamado recapitalización de los bancos, el resultado evidente es que la crisis empeora y amenaza con convertirse en crónica. No se crean puestos de trabajo y las condiciones de vida de los que trabajan se endurecen y se vuelven más precarias. Se acumulan recortes sobre recortes; se habla de necesidad de nuevas reformas cada día. Grecia parece no tener remedio y se habla de la posibilidad de su descuelgue de Europa. La unidad de ésta puede quebrarse, pues tras Grecia ha venido el rescate de Irlanda y Portugal. España e Italia corren también el riesgo de quedarse en zona de rescate. La crisis amenaza incluso a las economías más poderosas del mundo, incluidos EE UU. Se habla de peligro para la UE y el euro. Los mercados siguen su juego; la Bolsa continúa bajando.


El corresponsal de un diario de Madrid calificaba la política que se está aplicando de intento de llevar a cabo la cuadratura del círculo. Y en el fondo es lo que está sucediendo. Se intenta resolver la crisis con una política de ajustes y recortes que reduce drásticamente la demanda, para recapitalizar a los bancos. Y de esta forma los países son cada vez más pobres, se mata el crecimiento y aun así no se resuelve la crisis financiera, cada vez peor, y mucho menos la crisis económica general. Todo da a entender que hay poderes que están utilizando a conciencia la crisis para conseguir un cambio de mentalidad, casi diría un cambio de civilización en las masas populares, cambio que permita la abolición del Estado del Bienestar y el retorno a un siglo atrás. Están aplicando un tratamiento de choque, como el que preconizaba Milton Friedman, para volver a un capitalismo sin reglas donde los mercados impongan su ley sin cortapisas.


Cualquier día van a decirnos: “El Estado del Bienestar fue posible en un tiempo en que Estados emergentes como China o Brasil no competían. Ahora para resistir la competencia tenemos que acabar con los lujos y vivir más pobremente”. Nosotros sabemos que hay otro camino: ayudar a los trabajadores de esos países a vivir como nosotros y, si hace falta recortes, hacerlos en las plusvalías. Lo más grave en esta situación es que la socialdemocracia se ha rendido a esa política y el ciudadano de a pie no acierta a ver qué diferencias de fondo hay entre ella y los neoconservadores o neoliberales. Y más a la izquierda de la socialdemocracia, el hundimiento del movimiento comunista ha desarmado y descompuesto a la izquierda consecuente, que todavía no ha dado con la solución unitaria y moderna necesaria para lograr un peso sustancial en la política. Así desembocamos en una situación en que la necesidad de un cambio real es evidente y, a la vez, la confusión y el desconcierto del elector alcanza proporciones desconocidas hasta el día de hoy. Esto queda claro leyendo la encuesta que Metroscopia publicaba días atrás. A través de ella se deduce que los electores quieren un cambio hacia la izquierda. La mayoría quiere un cambio en el que no se recorte el gasto público social, particularmente en sanidad y educación. Una gran mayoría, en torno al 80 por ciento, está por exigir responsabilidades a la banca y por que se apliquen a ésta y a las grandes fortunas nuevos impuestos. Y, sin embargo, dan por vencedores, incluso por mayoría absoluta, al Partido Popular, aunque curiosamente la mayoría de los consultados reconoce a Rubalcaba más aptitudes para encabezar un Gobierno que a Rajoy, a pesar de lo cual parecen ir a votar a este último. La confusión del electorado no puede ser mayor. Y lo más grave –si no hay acontecimientos difíciles de producirse en estos dos meses– es que el cambio que no se logre en las urnas habrá que alcanzarlo a fuerza de nuevos sacrificios y luchas y que las instituciones democráticas puedan caer en manos de una fuerza política en donde, al lado de ciudadanos que son seguramente demócratas, hay también sectores radicalmente derechistas que ven en las elecciones del 20 de noviembre la ocasión de tomarse la revancha sobre la Transición democrática que puso fin a la dictadura. 

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