Antonio Saiz Morón... ¡viva la Sanidad Pública! ¡viva la Seguridad Social!

 

Mi hostión... con perdón,  ha dado mucho de sí. Es una experiencia que me ha servido para conocerme y conocer  más aún la amistad, la compañía, la soledad, el dolor, la mezquindad... y convertir en imprescindible a harold;)

  También a valorar la Sanidad Pública en la que TODOS los profesionales han dado lo mejor de sí mismos para curarme. La perfección no existe, alguna metedura de pata ha habido, algún desencuentro...  pero nada digno de mención. 

 Ahora que parece que todo llega a su fin quiero manifestar publicamente que muchos  médicos y trabajadores  de la Seguridad Social tienen club de fans  y yo pertenezco a uno.

Un catarro tuvo la culpa de nuestro primer encuentro y cuando lo ví pensé ¡coño! este medico es como los de antes, es el médico de familia de toda la vida. Ese que te conoce, te sigue, te aconseja, te calma, te atiende, te escucha, te relaja, te da soluciones, te cura... quita importancia y te da seguridad.

Antonio Saiz Morón... es un médico joven, distante,  resolutivo, certero en el diagnóstico, didáctico, ejecutivo...  además de  amable, afable,  preocupado, atento, respetuoso ...  Dedica a sus pacientes el tiempo que necesitan,  sabe escuchar, habla claro y conciso, receta lo justo, transmite paz. Es un ansiolítico en vena para todos sus pacientes. 

Después de urgencias fue el primer médico que me atendió, y gracias a su preocupación y ocupación pasamos del drama a la tragicomedia. Todas mis visitas fueron acompañadas de llantos que afluían como medio de relajación al sentirme protegida y escuchada dejando al pobre con cara de ¿y a esta qué le pasa? y la verdad, no me pasaba nada, sólo me relajaba.

 Un día de celebración en casa los amigos descubrimos que era denominador común de muchos... Manuel, Melanie, Marta, Nacho... era NUESTRO médico y creamos un club de fans cada día más numeroso. La burocracia le ha cambiado de ambulatorio y ahora hace felices a otros. ¡Que poco dura la alegría en la casa del pobre!

Gracias por todo Antonio y aunque ya no seas mi médico siempre te recordare y te echaré de menos.

Por cierto ¿por qué los anestesistas hombres son tan antipáticos?