Jueves 16 OCT 1997
Los mercados tienen razón en creer que la Unión Monetaria Europea
entrará en vigor dentro de 450 días, el 1 de enero de 1999.En la reunión
celebrada recientemente en Weimar, el canciller alemán Helmut Kohl y
los dos dirigentes franceses, Jacques Chirac y Lionel Jospin, abogaron
solemnemente por el respeto de esta fecha. Y, puesto que las economías
de Alemania y Francia se encuentran en una evidente situación de
convergencia, puede considerarse que la adopción de la moneda europea va
a ser un hecho.
El debate sobre los criterios de convergencia ha sido útil desde el
momento en que recalcó la absoluta necesidad de la existencia de unas
finanzas públicas saneadas. Todos debemos apoyar los esfuerzos y alabar
los sacrificios realizados para conseguir este fin. Pero este debate,
que en ocasiones derivó en minucias infantiles, desvió la atención del
problema fundamental hasta llegar a eclipsarlo: lo que está en juego no
es únicamente adoptar el euro, sino lograr que sea un éxito. Esto se
puede lograr creando una moneda estable, que sea bien recibida por los
ciudadanos y las empresas afectadas, y que sea irrevocablemente la única
moneda de los Estados miembros de la Unión Monetaria.
Para hacer que esto funcione es esencial tranquilizar a la opinión
pública alemana. En este siglo, los alemanes han estado dos veces en la
bancarrota debido a graves fluctuaciones monetarias: al final de la 1
Guerra Mundial y, de nuevo, después de la II Guerra Mundial. Fue la
extraordinaria solidez del marco alemán la que devolvió la confianza al
pueblo alemán. Por tanto, sólo se le puede pedir que lo cambien por una
moneda que ofrezca las misma garantía de solidez. Dado que el Banco
Central Europeo será jurídica y políticamente independiente, la opinión
pública alemana debería estar segura de que así ocurrirá.
El conjunto del producto nacional bruto (PNB) francés y alemán
representa una mayoría importante del PNB de la Unión Monetaria:
alrededor del 60%. En el momento de escribir este artículo, la tasa de
inflación y los intereses a largo plazo son más bajos en Francia que en
Alemania. Por consiguiente, se cumplen las condiciones de estabilidad
monetaria.
Las objeciones planteadas por Francia sobre el "pacto de estabilidad"
han sido inoportunas en el sentido de que llevaron a la opinión pública
alemana a poner en duda la decisión francesa de comprometerse de forma
inapelable con la estabilidad monetaria. Consideramos que, de ahora en
adelante, sería útil que los dirigentes alemanes y franceses adoptasen
un compromiso mutuo y consistente en favor de la estabilidad del euro.
Hasta ahora, las devaluaciones y las revalorizaciones han sido un
importante medio de ajuste y corrección de las diferencias entre los
Estados europeos. Estos medios desaparecerán con la adopción de la
moneda única. Ante la ausencia de modificaciones de los tipos de cambio,
los ajustes tomarán la forma de tensiones económicas y sociales ,
trastornos, movimientos de población y diferentes índices de desempleo. '
Evidentemente, estas tensiones deberán mantenerse dentro de un límite
soportable. Por consiguiente, a la hora de elegir a los Estados
participantes, la aceptación no debería basarse únicamente en el respeto
formal de los criterios aritméticos, sino en la voluntad y en la
capacidad de los Estados participantes de poner en práctica políticas
económicas y sociales lo suficientemente similares como para evitar la
aparición de tensiones que podrían destruir todo el sistema.
Por otro lado, la política monetaria común y la moneda única llevarán
automáticamente a una mayor integración económica y a una menor
divergencia de los ciclos empresariales de los Estados participantes.
A largo plazo, el éxito de la moneda única dependerá de un mayor
progreso político. Sin ese avance, los cambios de gobierno, siempre
posibles en cualquiera de los Estados de la UE, podrían desafiar la
solidez de la Unión Monetaria.
Está claro que el Banco Central Europeo debe ser independiente, lo
hemos dicho desde el principio. Pero esto no significa que pueda quedar
al margen del entorno económico y social. Hay diferencia entre recibir
órdenes de los gobiernos, y explicar las razones y los fundamentos de
las opciones en política monetaria del Banco Central Europeo.
En este sentido, merece la pena ser tenido en cuenta el, ejemplo de
EE UU. El sistema de la Reserva Federal es independiente, pero ni está
aislado ni es mudo. Como prevén los estatutos del Banco Central Europeo,
el presidente y el vicepresidente del banco tendrán la autoridad y la
capacidad necesarias para lograr un consenso entre los principales
responsables de la Unión Monetaria en lo que a política monetaria se
refiere.
Todavía está por decidir la forma de alcanzar un "mayor progreso
político" en el proceso de integración europea. Se podría haber esperado
que el Tratado de Amsterdam. la estableciera, pero los participantes no
fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre las reformas. No es de
extrañar cuando se piensa que el objetivo en Amsterdam era completamente
diferente: cómo organizar una Europa más grande, formada por muchos más
Estados y con una composición menos. homogénea.
No hay que olvidar nunca que la Unión Monetaria, que nosotros dos
fuimos los primeros en proponer hace más de una década, es en última
instancia un proyecto político. Tiene como objetivo dar nuevo impulso al
histórico movimiento hacia la unión de los Estados europeos. La Unión
Monetaria es un proyecto federalista que debe ir acompañado y seguido de
otros pasos. Su fin nunca fue el de permanecer como un islote en medio
del torbellino de unos intereses nacionales que pueden terminar
asfixiándolo.
Los pasos adicionales que van más allá de los ya acordados por los
Estados miembros de la Unión Europea sólo pueden ser discutidos con más
eficacia por aquellos Estados que han decidido apostar plenamente por la
Unión Monetaria. Ésa es la razón por la que aconsejamos que los
dirigentes alemán y francés tomen la iniciativa de convocar una
conferencia de los Estados miembros de la Unión Monetaria -incluyendo al
presidente de la Comisión Europea-, tan pronto como se elabore la lista
de participantes, para examinar y decidir qué pasos políticos deberán
adoptarse como acompañamiento del lanzamiento de la moneda única
europea.
Cuando el euro se convierta en un éxito consolidado, habremos
avanzado un gran trecho hacia el objetivo político de una unión de
Estados europeos.
Valer Gicard d'Estaing, ex presidente de Francia, y
Helmut Schmidt, ex canciller de Alemania Copyright Global Viewpont,
distribuido por Los Angeles Times Syndicate.
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