Encontrar soluciones para salir de la crisis económica y política es
evidentemente la prioridad del PSOE, sin ellas el partido socialista no
saldrá de su propia crisis. En este sentido, van por ejemplo las propuestas sobre las que hemos trabajado un grupo de militantes y simpatizantes en los últimos meses.
Desgraciadamente, la esclerosis orgánica, la ausencia de cauces
reales de debate interno y la poca credibilidad para formular
alternativas de aquellos y aquellas que las desecharon en su momento,
dificultan la aparición de un proyecto nuevo, eficaz y creíble. Un
proyecto político nuevo debe por tanto ir acompañado de un proyecto de
partido nuevo. Los dos se necesitan y se refuerzan mutuamente.
Siendo importante, la transformación no puede limitarse esta vez a
una renovación de ideas y personas. La ciudadanía y las bases aspiran a
formas de participación incompatibles con el modelo actual de partido,
vertical y cerrado, por lo que se impone igualmente una revisión del
mismo.
Renovación de ideas, recambio de equipos, reforma de los estatutos:
hablamos de un proceso reconstituyente en toda regla, al que el PSOE no
debe temer, sino, antes al contrario, aprovechar como una oportunidad
para volver a ser el referente de libertad, igualdad y justicia social
en nuestro país.
El principal freno a este proceso reconstituyente, aparte de la
resistencia del aparato, es una suerte de miedo al vacío y de falta de
referentes, tanto programáticos como personales. En realidad, la
ausencia inmediata de salvadores mesiánicos es una fortaleza y no un
hándicap. El futuro de la democracia es un modelo de poder compartido,
con una interacción constante y bidireccional entre representantes
políticos y ciudadanía, y entre la dirección y la base del partido.
Emprender un proceso colectivo que defina primero un proyecto con
cimientos participativos sólidos es una garantía para que, una vez
elijamos a las personas a las que delegamos nuestro poder soberano, lo
ejerzan de acuerdo con el nuevo modelo, en vez de, como hasta ahora,
confiscando el poder y relegando a la ciudadanía y a la base a un papel
de meros espectadores hasta la siguiente elección.
De haber existido este modelo abierto y participativo antes, no se
puede afirmar que se habría evitado la crisis pero con casi toda
seguridad no se habría, por ejemplo, reformado la Constitución como se
hizo, ni ignorado el drama de los desahucios,
ni permitido la impunidad de los banqueros, ni se habría capitulado con
resignación y fatalismo en la búsqueda de soluciones urgentes al
desempleo, que es la motivación primera de nuestras propuestas
mencionadas más arriba.
El primer paso del proceso reconstituyente debe ser, por tanto,
iniciar un ejercicio colectivo de renovación de ideas, abriéndose más a
la sociedad y a las experiencias ciudadanas, con la certeza de que por
el camino irán emergiendo respuestas a la altura de los desafíos de la
crisis económica y política así como nuevas voces para encarnarlas.
Con la fuerza de una visión de futuro trenzada colectivamente y la
aparición de figuras nuevas comprometidas y coherentes con ella, el PSOE
puede encarar esperanzado unas primarias abiertas a la ciudadanía
progresista. Además de elegir la persona mejor capacitada y más solvente
para encabezar el nuevo proyecto, dichas primarias serán la plataforma
ideal para transmitir a la sociedad la propuesta socialista renovada.
A continuación, por pura lógica política y orgánica, se impondría un
congreso extraordinario que traslade a los estatutos el nuevo modelo de
partido, renueve los equipos y evite una bicefalia disfuncional entre un
candidato o candidata a la presidencia del Gobierno de los nuevos
tiempos y un secretario general de la etapa antigua.
Este proceso no es una quimera. Ya están programadas dos conferencias
políticas en 2013 y el 38 Congreso decidió que la candidatura a la
presidencia del Gobierno se elegirá a través de primarias abiertas. El
congreso extraordinario no está previsto, pero cae por su propio peso.
Queda definir el calendario. El PSOE no puede permitirse seguir alejado
de su electorado por más tiempo, por lo que el proceso debería estar
concluido antes de las elecciones europeas de junio de 2014, cruciales
por el papel que juega Europa en la salida de la crisis. Para entonces
el nuevo proyecto socialista debería ser una realidad y disponer así del
tiempo suficiente para recuperar la confianza del electorado antes de
las municipales de mayo 2015 y las generales de noviembre 2015, e
incluso estar listo en caso de elecciones anticipadas.
El año 2013 es pues clave para acometer el proceso reconstituyente,
lo cual no es incompatible con el ejercicio firme de la oposición, labor
primera de la dirección elegida en el 38 Congreso. Por otro lado,
apelar a este Congreso para tratar de negar la necesidad de una
refundación es hacerse trampas en el solitario puesto que en él no se
emprendió ninguna de las tres renovaciones indispensables: ideas,
personas y modelo de partido.
Por último, no basta con celebrar formalmente las conferencias
políticas o las primarias abiertas. Se deben llevar a cabo de acuerdo
con la reivindicación de apertura y participación que inspira a la
ciudadanía y a las bases y que es condición sine qua non para que el
nuevo proyecto genere la dosis de ilusión suficiente para revertir la
mayoría absoluta de la derecha como hizo Zapatero en 2004.
¿Cabe esperar que después de las elecciones catalanas la dirección
del partido y el comité federal aprueben la hoja de ruta aquí expuesta,
propiciando su propia renovación? Sería ingenuo pensarlo. Sólo la
presión fuerte y sostenida de las bases, en sintonía con millones de
ciudadanos que desean un partido socialista fuerte, conseguirá que se
siga el calendario y el espíritu descritos. Las bases deben superar el
desencanto y la desmotivación y convencerse de que el futuro del PSOE
está en sus manos.
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