Juanjosé Millás
"No sabe uno en qué momento empezó la gente a desreírse que, sin ser
exactamente lo contrario de reírse, por ahí le va. Estos cambios suelen
ser sutiles, como cuando el día evoluciona hacia la noche. Te sientas a
tomar el gin-tonic de media tarde con una luz espléndida y de súbito
miras afuera y está oscuro. Está más oscuro de lo normal porque el
Ayuntamiento, deduces, ha recortado vatios a las farolas como servicios
al ambulatorio. Tampoco sabemos en qué momento comenzó esta oscuridad
municipal, son cosas que sobrevienen como una revelación, al salir del
metro un martes o un miércoles cualquiera.
Hay recortes que duelen como una mutilación genital y recortes que
se instalan en la conciencia sin verlos venir. El de las risas pertenece
a la segunda categoría. Significa que un día sales de la comida
dominical con los amigos, te quedas mirando a tu mujer y caes en la
cuenta: Hoy no nos hemos reído. ¿De qué nos íbamos a reír?, dice ella.
Es cierto, de qué nos íbamos a reír si los asuntos que han salido en la
conversación eran más negros que la pez. Pero es que antes nos reíamos
mucho, siempre encontrábamos algo que nos alegraba los postres y
aliviaba el peso mortífero de la tarde dominical. Las comidas con los
amigos se están transformando en funerales. Ahora bien, ¿hubo un día, un
momento, un instante concreto en el que las risas se convirtieron en
desrisas? No. La desrisa ha avanzado de forma traicionera, como la
oscuridad. De súbito, es de noche.
Salgo a la calle, viajo en el metro, en el autobús, tomo un taxi,
entro en este bar y este restaurante, observo a la gente y nadie ríe ya,
ni los adolescentes a la puerta de los institutos. No es que cierren
hospitales, que se carguen la enseñanza pública, que reduzcan la
intensidad de la luz de las farolas, es que han privatizado la alegría.
Esta gente no para".
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