Joaquim Bosch es portavoz de la Asociación Jueces para la Democracia.
El turno de oficio y la capacidad profesional de los abogados
Joaquim Bosch
3 febrero, 2016
Recientemente
un periodista me pidió unas declaraciones sobre si todos somos iguales
ante la Justicia, en mi función como portavoz de Jueces para la
Democracia y magistrado. Le contesté con una opinión que mantengo desde
hace tiempo, basada en mi experiencia profesional. Mi perspectiva es que
la riqueza y las desigualdades sociales influyen en el sistema judicial
de manera indirecta. Lamentablemente dicha visión personal salió en la
noticia junto a unas manifestaciones de un catedrático de derecho
constitucional, que me parecen peyorativas para los letrados del turno
de oficio y que no comparto en absoluto. Este afirmaba que “no es lo
mismo ser atendido por un abogado de oficio que por uno que cobra 500
euros a la hora“.
Y en ese contexto mis reflexiones sobre la
desigualdad social parecían apoyar esa otra opinión, cuando en realidad
ignoraba la existencia de esas otras declaraciones y que iban a aparecer
en la noticia. De hecho, si se lee mi opinión de forma aislada se puede
constatar que intentaba señalar otros problemas muy distintos. Sin
embargo, la circunstancia de que la Asociación de Letrados por un Turno
de Oficio Digno (ALTODO) haya interpretado que coincido con la
valoración del citado catedrático es una muestra de que puede llegar a
entenderse la noticia en ese sentido, tal y como está planteada. Y lo
lamento especialmente, porque para mí ALTODO es una entidad admirable
por su defensa del servicio público, de la justicia gratuita y del
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, así como de la
dignidad de las condiciones profesionales de los letrados del turno de
oficio.
Agradezco que ALTODO haya mencionado que no cito en ningún
momento al turno de oficio. Mis reflexiones se refieren a otras
cuestiones. Creo que los medios económicos sí que ofrecen ventajas a la
hora de litigar. Quien tiene recursos puede aportar mejores pruebas al
proceso, en especial dictámenes periciales de calidad. También puede
agotar en condiciones más favorables el sistema de recursos procesales. Y
en determinados supuestos puede pagar un letrado con honorarios
elevados, sea o no el mejor, lo cual no pueden hacer quienes cuentan con
inferior capacidad económica.
Sobre la relación entre la tarifa
de honorarios de los abogados y sus aptitudes también podemos
reflexionar. Es evidente que no todos los juristas poseen la misma
capacidad profesional. De hecho, no tenemos la misma los jueces y eso
quienes primero lo perciben son los letrados. Hay algunos datos
objetivos que pueden darnos pistas sobre los criterios para evaluar esa
aptitud profesional. Por ejemplo, resulta notorio que un letrado que
empieza a ejercer siempre sabrá menos que él mismo veinte años después,
por lo que la experiencia es un factor importante para la calidad
profesional. También es razonable pensar que los precios que aplica el
abogado que empieza no serán inferiores dos décadas después, sino que en
muchos casos serán superiores. Eso no significa desmerecer a los
jóvenes abogados que empiezan con gran vocación, dedicación y
entusiasmo, sino detectar tendencias generales en el ejercicio de la
abogacía.
Por otro lado, hay muchas situaciones jurídicas que por
su complejidad requieren una especialización en la materia. Pero la
especialización cuesta tiempo, formación y a menudo dinero. Por eso,
parece lógico que esa inversión se cobre a veces a los clientes en forma
de minutas más altas. Y, de hecho, resulta poco discutible que un
abogado bien especializado en un campo muy concreto puede contar con
ventajas sobre un letrado más generalista en un proceso sobre esa
materia.
Todo ello no nos puede llevar a la conclusión de que
siempre será un mejor profesional quien más cobra a sus clientes. Como
diría Antonio Machado, solo un necio confunde valor con precio. He visto
a menudo en mi juzgado cómo abogados que facturan precios medios
defienden bastante mejor un asunto que despachos que presentan minutas
astronómicas, a los que a veces dan verdaderos repasos jurídicos.
También observo a letrados jóvenes con una preparación fuera de lo
común. Por ello, nunca recomendaría a un amigo que acudiera a un
profesional de la abogacía por sus precios elevados, sino más bien que
se fijara en otros detalles como su profesionalidad, sus conocimientos,
su capacidad de persuasión o su dedicación a los clientes. Pero no
podemos olvidar que a veces unos precios más altos pueden estar
justificados por estas razones, aunque no siempre: hay que valorar el
conjunto del perfil profesional. En conclusión, la facilidad de aportar
mejores medios probatorios, de presentar más recursos procesales, de
pagar más si resulta necesario y de contar con abogados más expertos o
con profesionales más especializados, me lleva a la perspectiva de que
la riqueza sí que puede influir en la Justicia. Y de que las
desigualdades sociales también aquí benefician a los poderosos.
Mi
perspectiva me parece tan legítima como la de quienes piensan lo
contrario, es decir, que las desigualdades sociales no tiene
consecuencias en la Justicia. Pero este debate tan interesante no guarda
relación con la capacidad de los profesionales en el ámbito de la
justicia gratuita. En el turno de oficio existe una enorme
profesionalidad, un intenso compromiso con los derechos de los más
desfavorecidos y un modélico espíritu de servicio público, que contrasta
con unas retribuciones insuficientes y con un trato de la
administración muy criticable. La gran mayoría de sus letrados cuenta
con dilatada experiencia y también en muchos casos hay profesionales que
se han sabido especializar en distintas materias. El turno es un
reflejo aproximado del mercado libre de profesionales de la abogacía.
Necesita más apoyo institucional y una ampliación de sus servicios para
que llegue a más sectores sociales. Y, sin duda ninguna, resulta
abiertamente rechazable una distinción letrado de turno-letrado de pago
como antagónicos en sus capacidades profesionales.
Es inverosímil
que quienes siempre hemos defendido la dignidad del turno de oficio y la
necesidad de reforzar la justicia gratuita podamos enloquecer de forma
repentina para cuestionar su labor ejemplar. Mi reflexión va por otro
camino. Lo que veo en mi juzgado es algo distinto. Lo que veo es que las
desigualdades sociales sí que benefician a quienes tienen más capacidad
económica.
http://confilegal.com/2016/02/03/el-turno-de-oficio-y-la-capacidad-profesional-de-loa-abogados/
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