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martes, 9 de febrero de 2016

El turno de oficio y la capacidad profesional de los abogados...

El turno de oficio y la capacidad profesional de los abogados
Joaquim Bosch es portavoz de la Asociación Jueces para la Democracia.

El turno de oficio y la capacidad profesional de los abogados
Joaquim Bosch
3 febrero, 2016
Recientemente un periodista me pidió unas declaraciones sobre si todos somos iguales ante la Justicia, en mi función como portavoz de Jueces para la Democracia y magistrado. Le contesté con una opinión que mantengo desde hace tiempo, basada en mi experiencia profesional. Mi perspectiva es que la riqueza y las desigualdades sociales influyen en el sistema judicial de manera indirecta. Lamentablemente dicha visión personal salió en la noticia junto a unas manifestaciones de un catedrático de derecho constitucional, que me parecen peyorativas para los letrados del turno de oficio y que no comparto en absoluto. Este afirmaba que “no es lo mismo ser atendido por un abogado de oficio que por uno que cobra 500 euros a la hora“.
Y en ese contexto mis reflexiones sobre la desigualdad social parecían apoyar esa otra opinión, cuando en realidad ignoraba la existencia de esas otras declaraciones y que iban a aparecer en la noticia. De hecho, si se lee mi opinión de forma aislada se puede constatar que intentaba señalar otros problemas muy distintos. Sin embargo, la circunstancia de que la Asociación de Letrados por un Turno de Oficio Digno (ALTODO) haya interpretado que coincido con la valoración del citado catedrático es una muestra de que puede llegar a entenderse la noticia en ese sentido, tal y como está planteada. Y lo lamento especialmente, porque para mí ALTODO es una entidad admirable por su defensa del servicio público, de la justicia gratuita y del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, así como de la dignidad de las condiciones profesionales de los letrados del turno de oficio.
Agradezco que ALTODO haya mencionado que no cito en ningún momento al turno de oficio. Mis reflexiones se refieren a otras cuestiones. Creo que los medios económicos sí que ofrecen ventajas a la hora de litigar. Quien tiene recursos puede aportar mejores pruebas al proceso, en especial dictámenes periciales de calidad. También puede agotar en condiciones más favorables el sistema de recursos procesales. Y en determinados supuestos puede pagar un letrado con honorarios elevados, sea o no el mejor, lo cual no pueden hacer quienes cuentan con inferior capacidad económica.
Sobre la relación entre la tarifa de honorarios de los abogados y sus aptitudes también podemos reflexionar. Es evidente que no todos los juristas poseen la misma capacidad profesional. De hecho, no tenemos la misma los jueces y eso quienes primero lo perciben son los letrados. Hay algunos datos objetivos que pueden darnos pistas sobre los criterios para evaluar esa aptitud profesional. Por ejemplo, resulta notorio que un letrado que empieza a ejercer siempre sabrá menos que él mismo veinte años después, por lo que la experiencia es un factor importante para la calidad profesional. También es razonable pensar que los precios que aplica el abogado que empieza no serán inferiores dos décadas después, sino que en muchos casos serán superiores. Eso no significa desmerecer a los jóvenes abogados que empiezan con gran vocación, dedicación y entusiasmo, sino detectar tendencias generales en el ejercicio de la abogacía.
Por otro lado, hay muchas situaciones jurídicas que por su complejidad requieren una especialización en la materia. Pero la especialización cuesta tiempo, formación y a menudo dinero. Por eso, parece lógico que esa inversión se cobre a veces a los clientes en forma de minutas más altas. Y, de hecho, resulta poco discutible que un abogado bien especializado en un campo muy concreto puede contar con ventajas sobre un letrado más generalista en un proceso sobre esa materia.
Todo ello no nos puede llevar a la conclusión de que siempre será un mejor profesional quien más cobra a sus clientes. Como diría Antonio Machado, solo un necio confunde valor con precio. He visto a menudo en mi juzgado cómo abogados que facturan precios medios defienden bastante mejor un asunto que despachos que presentan minutas astronómicas, a los que a veces dan verdaderos repasos jurídicos. También observo a letrados jóvenes con una preparación fuera de lo común. Por ello, nunca recomendaría a un amigo que acudiera a un profesional de la abogacía por sus precios elevados, sino más bien que se fijara en otros detalles como su profesionalidad, sus conocimientos, su capacidad de persuasión o su dedicación a los clientes. Pero no podemos olvidar que a veces unos precios más altos pueden estar justificados por estas razones, aunque no siempre: hay que valorar el conjunto del perfil profesional. En conclusión, la facilidad de aportar mejores medios probatorios, de presentar más recursos procesales, de pagar más si resulta necesario y de contar con abogados más expertos o con profesionales más especializados, me lleva a la perspectiva de que la riqueza sí que puede influir en la Justicia. Y de que las desigualdades sociales también aquí benefician a los poderosos.
Mi perspectiva me parece tan legítima como la de quienes piensan lo contrario, es decir, que las desigualdades sociales no tiene consecuencias en la Justicia. Pero este debate tan interesante no guarda relación con la capacidad de los profesionales en el ámbito de la justicia gratuita. En el turno de oficio existe una enorme profesionalidad, un intenso compromiso con los derechos de los más desfavorecidos y un modélico espíritu de servicio público, que contrasta con unas retribuciones insuficientes y con un trato de la administración muy criticable. La gran mayoría de sus letrados cuenta con dilatada experiencia y también en muchos casos hay profesionales que se han sabido especializar en distintas materias. El turno es un reflejo aproximado del mercado libre de profesionales de la abogacía. Necesita más apoyo institucional y una ampliación de sus servicios para que llegue a más sectores sociales. Y, sin duda ninguna, resulta abiertamente rechazable una distinción letrado de turno-letrado de pago como antagónicos en sus capacidades profesionales.
Es inverosímil que quienes siempre hemos defendido la dignidad del turno de oficio y la necesidad de reforzar la justicia gratuita podamos enloquecer de forma repentina para cuestionar su labor ejemplar. Mi reflexión va por otro camino. Lo que veo en mi juzgado es algo distinto. Lo que veo es que las desigualdades sociales sí que benefician a quienes tienen más capacidad económica.
http://confilegal.com/2016/02/03/el-turno-de-oficio-y-la-capacidad-profesional-de-loa-abogados/

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