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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Librería Méndez, Mayor 18, 28013 Madrid...




Librería Mendez

Calle Mayor 18
28013 Madrid
Horario... lunes a viernes de 9:30 a 14:00
                                             16:30 a 20:00
                sábado.................  9:30 a 14:00

domingos cerrado

libreriamendez@telefonica.net




El comienzo de la calle Mayor  marca una ruta, que si la practicas,  verás recompensada la porción de  placer que necesitamos avivar más que de vez en cuándo.
Dos espacios emblemáticos y con historia. 
En el nº 2, encontramos La Mallorquina.
Que la Mallorquina exista, siga viva  desde 1834 no os lo tengo que explicar.
Ir, tomaros algo y os aseguro que volveréis.
 Su calidad precio y el lugar privilegiado en el que está,  hacen de esta pastelería un vaivén diario de gente entrando y saliendo como si no hubiera un mañana.
Las trufas=gloriabendita
En el nº 18 está  la librería Méndez, que llegó en 1977 para alimentarnos el alma.
Está ahí  de toda la vida,  la que no falla.

Porque 40 años de libros son muchos años  de cultura,

de lectura,

de empeños,

de sueños,

de luchas,

de crisis,

de historias,

de escritores,

de escritos,

 de amor a los libros y al oficio de librero.
Es una librería con el tamaño justo para no perderte y saciar tus inquietudes espirituales,
eso sí, con y de calidad literaria.

Una librería en movimiento: presencial

y virtual.

Un espacio para la reflexión y la inversión...
 para seguir soñando.

Novela, historia, arte, filosofía, ensayo, cine...
Hoy ¿de qué vas?

 “Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable.”

Por eso la cultura NO está de moda.

El miedo del conocimiento invade al poder....

Y sigue... Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, puede tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores. Puede exaltar o envilecer; seducir o asquear; apelar a la virtud o a la barbarie; magnificar la sensibilidad o banalizarla. De una manera que no puede ser más desconcertante, puede hacer las dos cosas, casi en el mismo momento, en un impulso de respuesta tan complejo, tan rápido en su alternancia y tan híbrido que ninguna hermenéutica, ninguna psicología pueden predecir ni calcular su fuerza. En diferentes momentos de la vida del lector, un libro suscitará reflejos completamente diferentes.

En la experiencia humana no hay fenomenología más compleja que la de los encuentros entre texto y percepción, o, como observa Dante, entre las formas del lenguaje que sobrepasan nuestro entendimiento y los órdenes de comprensión con respecto a las cuales nuestro lenguaje es insuficiente: la debilitade de lo nteletto e la cortezza del nostro parlare ..

George Steiner.  Feria del Libro de Turín año 2000

  • Por eso tienen que existir librerías como Mendez que se mantienen a flote frente a la jungla de la globalización y la salvajada intelectual. Son los modernos   libreros, héroes, agitadores culturales como los de La Librería de los Escritores, de Mijaíl Osorguín .
Editado por José J. de Olañeta
Esta historia nos cuenta como en un estado de excepción hay quién lucha por la salvación de lo que más ama...
los libros y el pensamiento
Para abrir La Librería de los Escritores,Moscú 1918-1922, unos cuántos locos crearon una cooperativa de la que eran socios y trabajadores.  Por eso la plantilla  estaba formada por  intelectuales poetas, filósofos, novelistas, historiadores, pensadores, periodistas, pintores...  al mando del escritor Mikhail Ossorguin. Allí,  en el callejón de Leóntiev número 16 acudían los moscovitas buscando el  último refugio cultural. La locura que supuso esta librería es una delicia de 88 páginas llenas de pena , lucha, tesón, subrealismo y mucha emoción.
Y todo por 10,00€.


Antonio Méndez recibió de su padre la librería. Abrieron hace 40 años y venían de la cuesta de Moyano. Son una saga de libreros que empezó con su abuelo en Lavapiés, en la calle Tres Peces. Arturo Pérez Reverte, Ramón Lobo, Luis Mateo Díez, Vargas Llosa o Javier Marías son asiduos contertulios, clientes, visitantes, amantes de esta librería. Esperemos que por muchos años.
Antonio, Alberto e Inma son hoy los responsables de la librería. Muchos años y mucha vida entre las letras.

LOS LOGOCRATAS... filosofía contemporanea
Autor... George Steiner. Editorial... Siruela. Año... 2006. Precio... 17,90€

Los logocratas... Texto  sobre la quema de los libros, aquí, página 53. Pertenece a 

«El “logócrata” se adhiere, bien intuitivamente, bien en virtud de una reflexión, a las palabras y a los sentidos. Las palabras no son las fichas arbitrarias de Saussure. Designan y por tanto definen la quididad de los seres.» George SteinerEn Los logócratas diversos textos inéditos –ensayos, entrevistas, el relato «A las cinco de la tarde»– que jalonan la trayectoria de George Steiner nos desvelan las bases teóricas y metafísicas sobre las que ha desarrollado su obra. Sus posiciones fundamentales se exponen aquí con toda claridad, en especial su concepción del arte, sus lealtades «cratilianas», su relación con el libro, junto con lo que debe a las «religiones del Libro», su deuda con Boutang y sus tesis filosóficas.


  • Francis George Steiner París, 23 abril de 1929. Profesor, crítico y teórico de la literatura y de la cultura, también escrito. Judio de origen vienés, su primera educación la recibió en un Liceo parisino y luego en el Liceo Francés de Nueva York , tras haberse trasladado con su familia en 1940 para huir del nazismo.
Steiner es políglota (traductor en francés, alemán, inglés, italiano, griego, latín, comprende además el español y el portugués)y trilingüe perfecto, pues tiene tres lenguas natales: fue educado simultáneamente en alemán, francés e inglés. Se define como una persona extraterritorial.
Es profesor emérito del Churchill College de la Universidad de Cambridge (desde 1961) y del St Anne's College de la Universidad de Oxford.
Su ámbito de interés principal es la literatura comparada. Su obra como crítico tiende a la exploración, con reconocida brillantez, de temas culturales y filosóficos de interés permanente, contrastando con las corrientes más actuales por las que ha transitado buena parte de la crítica literaria contemporánea. Su obra ensayística ha ejercido una importante influencia en el discurso intelectual público de los últimos cincuenta años.

El sueño de una lengua común hablada y entendida por todos los seres humanos de este pequeño y frágil planeta es tan antiguo como la historia misma. Encontramos el leitmotif de una lengua adánica en incontables versiones, desarrolladas en la teología, en la liturgia, en los mitos. En el momento de su creación, el hombre hablaba una lengua de origen divino. Esta lengua era tautológica, o sea que las palabras se correspondían con lo que designaban y comunicaban sin la menor posibilidad de equívoco o ambigüedad. El habla era idéntica a la realidad. Por lo tanto, existía la posibilidad de la comunicación directa con Dios, de la comprensión directa de Su discurso. En el principio era el verbo (logos), común al hombre y al Creador. Esta lengua única, es de suponer, habría sido suficiente para toda la humanidad, si los hijos de Adán y Eva hubiesen vivido en el Paraíso, si no hubiera existido el pecado original y la expulsión del Edén. Durante algún tiempo, se siguió hablando este idioma primario, aunque estaba adulterado por la posibilidad de error y falsedad. Llegó la segunda caída en Babel, con la desintegración de una lengua adánica y unificada en un sinfín de lenguas incomprensibles entre sí. Apenas existe una mitología o leyenda cultural conocida que no incluya alguna versión de la historia de Babel. Las causas del desastre se narran de muchas maneras diferentes: un crimen contra los dioses, un descuido fatídico, un accidente misterioso. Pero el acuerdo es universal en cuanto a las consecuencias: de ahí en adelante, las comunidades humanas y las personas están divididas por barreras lingüísticas, por una sordera mutua o una falta de entendimiento. Cada acto de traducir lleva aparejado un rasgo de esta catástrofe primaria.
El sueño de reparar los daños, de restablecer la condición humana de la unidad prebabélica no ha cesado nunca. En diferentes momentos de la historia, distintas lenguas han reclamado su universalidad original. El hebreo nunca ha renunciado a un aura de privilegio original y originario. El griego clásico aspiraba a la singularidad y supremacía, en contraste con el "chapurreo bárbaro". Con el Imperio Romano y la iglesia Católica, el latín se esmeró en demostrar lo obvio que era su derecho a la universalidad, a la auctoritas legislativa sobre la humanidad. Los teólogos calvinistas argumentaban la pureza y la proximidad del holandés a los orígenes predestinados del hombre. De modo perenne han albergado los franceses la sospecha de que Dios habla francés. Carlos V expresó la misma creencia en cuanto al castellano.
Sin embargo, según iba quedando claro que ninguna lengua natural iba a restaurar la armonía y el acuerdo universal, se empezó la búsqueda de una interlingua artificial, de un sistema lingüístico que todos los hombres desearan compartir. Desde el siglo XVII, este sueño ha ocupado grandes mentes y energías. Entre ellas, a Commenius, a Leibniz, y a todos aquellos que, como Spinoza, estaban convencidos de que las discrepancias y errores humanos acabarían si todos los hombres se comunicasen entre sí con un lenguaje compartido. El esperanto es uno entre una docena de construcciones sistemáticas de una lengua mundial. Hoy, por primera vez, esta lengua mundial inunda el planeta. Es el angloamericano, que -en virtud de su dominio económico, comercial, tecnológico y de los medios de comunicación- pronto hablarán tres quintas partes de la especie humana como primera o segunda lengua. Todos los ordenadores se basan en el angloamericano, lo cual refuerza enormemente la codificación de todas las otras lenguas en un angloamericano básico.
Los beneficios son evidentes. Se facilitan enormemente el comercio internacional, el progreso conjunto de la ciencia y de la tecnología, el almacenamiento y accesibilidad de la información, la organización del ocio y del deporte a escala global y el viajar. Un piloto turco aterriza sin problemas cuando habla el angloamericano con un controlador aéreo japonés. En la India, los especialistas en oncología, divididos de otro modo por unas cuatrocientas lenguas, pueden trabajar juntos hablando inglés. Mediante el angloamericano los satélites de comunicación pueden contribuir a superar el fanatismo político e ideológico y la censura de regímenes retrógrados y despóticos. La reclusión en solitario del espíritu humano se está convirtiendo en algo cada vez más difícil de imponer.
No son menos evidentes los peligros, las pérdidas. Cuando muere un idioma, muere con él un enfoque total -un enfoque como ningún otro- de la vida, de la realidad, de la conciencia. Cuando un idioma es arrasado o reducido a la inutilidad por el idioma del planeta, tiene lugar una disminución irreparable en el tejido de la creatividad humana, en las maneras de sentir el verbo esperar. No hay ninguna lengua pequeña. Algunas lenguas del desierto del Kalahari tienen más matices sobre el concepto de futuro, del subjuntivo, que aquellos de los que disponía Aristóteles. Lejos de ser una maldición, Babel ha resultado ser la base misma de la creatividad humana, de la riqueza de la mente, que traza los distintos modelos de la existencia. (He intentado demostrar esto en toda mi obra). De modo incluso más drástico que la actual destrucción de la flora y de la fauna, la eliminación de las lenguas humanas -se calcula que podrían quedar unas cinco mil de las veinte mil que existían hasta hace poco- amenaza con vulgarizar, con estandarizar los recursos internos y sociales de la raza humana.
Por lo tanto, no me consta que haya un problema más urgente que el de la preservación del don de lenguas del Pentecostés, el de la défense et illustration, por usar una expresión conocida del Renacimiento, de cada idioma sin excepción, por muy reducido que sea el número de sus hablantes, por muy modesta que sea su matriz económica y territorial. Aprender un idioma, leer sus clásicos, contribuir a su supervivencia, aunque sea en modesta medida, es ser más que uno mismo.
Y sin embargo aquí subyace una contradicción. La autonomía lingüística, la determinación de sus hablantes de preservar su identidad, de mantener vivo su patrimonio presionado por un orden planetario cada vez más estandarizado, también es fuente de odio y de violencia. Poco más de medio siglo después de las masacres y barbaridades suicidas de dos guerras mundiales, cunden los conflictos étnicos en nuestra Europa. En ellos, los idiomas juegan un papel decisivo y atávico. La limpieza étnica -una expresión espantosa- a menudo es organizada y desencadenada alrededor de la limpieza lingüística. Los intereses racistas y totalitarios prohiben la enseñanza, la publicación en lenguas minoritarias. Intentan arrancar de cuajo la fuerza de los recuerdos y de la esperanza inherentes a un idioma. No es en Oviedo donde debo decir más sobre los Balcanes, sobre Irlanda del Norte o sobre tragedias más cercanas a este lugar.
¿Cómo resolver estas contradicciones fatídicas? ¿Cómo conciliamos el instrumento imprescindible de la creatividad humana y de la dinámica de la historia, implícita en un idioma, con la necesidad igualmente imprescindible de la convivencia, de la tolerancia étnica y de la cooperación? Sólo la educación, sólo el multilingüismo permitido, alentado en la primera infancia, en las escuelas primarias, ofrece alguna posibilidad de solución. Esta paradoja y problema inextricable tiene una especial importancia inmediata aquí, precisamente, porque el español sólo es superado hoy en día por el angloamericano en cuanto a su carácter expansionista -he ahí el ejemplo de los Estados Unidos Hispanos- y, sin embargo, sufre a la vez amargos conflictos internos y reivindicaciones independentistas locales y el apartheid.
No tengo ninguna solución. Un idioma criollo global de los medios de comunicación basado en el inglés americano es una perspectiva demoledora. Igual de demoledora es la continuación de los regionalismos encendidos y odios lingüísticos. Que los que son más sabios que yo traten esta cuestión. Es urgente.
Bajo las circunstancias actuales, quiero decir que algunos problemas son más grandes que nuestros cerebros. Eso puede ser una preocupación, pero también es una fuente de esperanza.








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