Artículos | 09/09/2011 - 00:00h
Madrid
La publicación de los bienes de los diputados es un asunto de gran amenidad. Rankings y clasificaciones de inmediato, no en vano la crónica política se está transformando en crónica deportiva. Bromas y chanzas en los bares. Esos siete pisos de Ridao, los ahorrillos del comunista Llamazares, el solar de Zapatero en León, el robusto patrimonio de Rajoy y Rubalcaba, la hipoteca de Duran... Un burbujeante cotilleo sobre los riñones bien cubiertos de sus señorías. Alimento seguro para la riada de resentimiento que está inundando el país a medida que las cosas empeoran. El suave peronismo que se avecina en una España sin alternativa.
Sí, ya sé que no es muy simpático escribir, ni que sea matizadamente, en contra de la sacrosanta transparencia. ¡El pueblo quiere saber! El pueblo necesita –sobre todo–, tener la sensación de que aún controla alguna cosa a medida que va perdiendo el poco control que tenía sobre su destino. El nuevo sistema de iluminación llamado transparencia tiene como misión atenuar la creciente sensación de desamparo. No sabemos qué será de nosotros dentro de cinco años, pero acabaremos conociendo el color de los calzoncillos de los señores diputados.
Lluís Foix lo explicaba muy atinadamente ayer en nuestro diario: La accountability, la exigencia de cuentas, se está extendiendo por todo el mundo. Islandia juzga a su ex primer ministro por su presunta responsabilidad en la crisis. El faraón Hosni Mubarak comparece ante un tribunal en El Cairo. Acabamos de conocer los pasajes más picantes de la vida sexual de Dominique Strauss-Kahn. En Israel, un 15-M bien organizado –es decir, con objetivos concretos e inteligencia judía en lugar de verborrea– está poniendo en jaque al Gobierno conservador. Y los servicios secretos de medio mundo deben de estar trabajando en Trípoli para que no salgan a la luz todas las agendas de Gadafi. Sí, algo está cambiando en la línea que señala Foix. La crisis mundial trae consigo un nuevo sistema de lámparas llamado transparencia.
Cada país lo está implantado según sus tradiciones. Lo nuevo siempre se atornilla sobre lo viejo. Y en España, el casticismo sigue teniendo peso. Conocemos los bienes muebles e inmuebles de los políticos –aquellos que figuran a su nombre– la misma semana en que más de trescientos diputados han votado la reforma urgente de la Constitución con disciplina espartana y sin previa consulta de la iniciativa a los cuerpos directivos de los dos partidos que la han promovido. Sabemos cuantos pisos tiene fulano, pero apenas nos enteramos, hace un año, de la enmienda urgente del Gobierno a la discreta ley de Sociedades Anónimas durante su aburrido trámite en el Senado. Una moción que reorganizaba los esquemas de poder societarios en beneficio de las grandes constructoras endeudadas, que necesitan vender al mejor postor activos de las empresas estratégicas en las que participan. Véase Repsol y Gas Natural. Véase Iberdrola. Ahí, los focos fueron más bien tenues.
Sí, la transparencia es un nuevo sistema de iluminación que modifica la unidad dialéctica de la claridad y la penumbra.
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