Enrique Leite
Periodista
Al gobierno se le puede acusar de torpeza en la
gestión de la crisis financiera, pero desde luego de falta de
transparencia en sus intenciones no. Los mensajes se están trasladando
de manera diáfana y el aparato mediático está actuando como un bulldozer
para destrozar cualquier obstáculo que se ponga en el camino. Si la
crisis es un estado de ánimo (por definir lo que significa la palabra
crisis, según otros), en el ánimo del ejecutivo está paralizar cualquier
atisbo de oposición, sea social o política, y presentarse como la única
solución posible. Y como la presunta torpeza del ejecutivo habrá que
medirla en términos de eficacia a la hora de conseguir sus objetivos, la
ponemos en cuarentena.
El 'llamado' al rescate realizado en los últimos días por el ejecutivo apuntándose a la fórmula de los bonos o el cabreo del cuerpo de inspectores del Banco de España por poner en entredicho su trabajo en torno al escándalo de Bankia se está interpretando como una de las supuestas torpezas del equipo de Mariano Rajoy. Pero lo cierto, es que ha tenido un efecto balsámico sobre la muy leal oposición de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Los inspectores de Hacienda no sólo se han molestado con los chicos del PP. Lo han hecho también con todo el resto de las fuerzas políticas, y en particular con el PSOE. Y alcanza cotas tan elevadas que amenazan 'sotovoce' con tirar de la manta y poner al descubierto las vergüenzas -o lo que es lo mismo sacar la pelusilla de debajo de las alfombras- de todos y por todo lo que han tenido que tragar en su labor de inspección. Caiga quien caiga. Y ya saben, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Han visto ustedes alguna? o más bien, ¿no notan como se ha suavizado el discurso de la oposición?
Del mismo modo, el presunto cambio de estrategia sobre el papel que la UE debe adoptar para impedir el rescate de España sitúa ahora a Don Mariano como un firme paladín de la defensa de los intereses patrios en lugar de un 'pobre pedigüeño' que airea su triste figura de cumbre en cumbre y de despacho en despacho. Rajoy es consciente que la decisión última radica en los alemanes, que tienen que elegir entre lo malo o lo peor, pero que están condenados a ayudar a España para evitar que se tambalee toda la economía de la zona euro, siempre y cuando hagamos las reformas estructurales que nos demandan desde Berlín.
Ya sea en forma de bonos, de ayuda directa o de abrir la ventanilla del BCE a los bancos para pedir préstamos, las reformas exigidas están en marcha y otras -como subidas de IVA- están al caer. Así las cosas, lo único que puede cambiar ante una hipotética intervención es el inquilino de La Moncloa (si vienen los hombres de negro, se van los hombres de gris del gobierno). Pero desde la bancada de la oposición, seguimos sin escuchar que otra economía es posible.
Entre tanto sobresalto, nosotros, la sociedad civil seguimos presa del pánico y nos preparamos a tragar como mal menor esos nuevos recortes que incluso pueden llegar al despido de funcionarios (la llamada burocracia apenas representa el 25 por cien de los trabajadores públicos) o esa superamnistía fiscal, nos creemos que los males del déficit responden a la irresponsabilidad de los gestores autonómicos (cuando globlamente el déficit 'periférico' no representa una cifra realmente significativa en los números rojos del Estado) o señalamos con el dedo acusador a estudiantes o mineros que se atreven a maniestar sus discrepancias cuando en verdad son una caterva de vagos o de subvencionados que no quieren arrimar el hombro en momentos de dificultad.
La semana que viene comprobaremos si son realmente torpes. A veces la necesidad se convierte en virtud.
El 'llamado' al rescate realizado en los últimos días por el ejecutivo apuntándose a la fórmula de los bonos o el cabreo del cuerpo de inspectores del Banco de España por poner en entredicho su trabajo en torno al escándalo de Bankia se está interpretando como una de las supuestas torpezas del equipo de Mariano Rajoy. Pero lo cierto, es que ha tenido un efecto balsámico sobre la muy leal oposición de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Los inspectores de Hacienda no sólo se han molestado con los chicos del PP. Lo han hecho también con todo el resto de las fuerzas políticas, y en particular con el PSOE. Y alcanza cotas tan elevadas que amenazan 'sotovoce' con tirar de la manta y poner al descubierto las vergüenzas -o lo que es lo mismo sacar la pelusilla de debajo de las alfombras- de todos y por todo lo que han tenido que tragar en su labor de inspección. Caiga quien caiga. Y ya saben, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Han visto ustedes alguna? o más bien, ¿no notan como se ha suavizado el discurso de la oposición?
Del mismo modo, el presunto cambio de estrategia sobre el papel que la UE debe adoptar para impedir el rescate de España sitúa ahora a Don Mariano como un firme paladín de la defensa de los intereses patrios en lugar de un 'pobre pedigüeño' que airea su triste figura de cumbre en cumbre y de despacho en despacho. Rajoy es consciente que la decisión última radica en los alemanes, que tienen que elegir entre lo malo o lo peor, pero que están condenados a ayudar a España para evitar que se tambalee toda la economía de la zona euro, siempre y cuando hagamos las reformas estructurales que nos demandan desde Berlín.
Ya sea en forma de bonos, de ayuda directa o de abrir la ventanilla del BCE a los bancos para pedir préstamos, las reformas exigidas están en marcha y otras -como subidas de IVA- están al caer. Así las cosas, lo único que puede cambiar ante una hipotética intervención es el inquilino de La Moncloa (si vienen los hombres de negro, se van los hombres de gris del gobierno). Pero desde la bancada de la oposición, seguimos sin escuchar que otra economía es posible.
Entre tanto sobresalto, nosotros, la sociedad civil seguimos presa del pánico y nos preparamos a tragar como mal menor esos nuevos recortes que incluso pueden llegar al despido de funcionarios (la llamada burocracia apenas representa el 25 por cien de los trabajadores públicos) o esa superamnistía fiscal, nos creemos que los males del déficit responden a la irresponsabilidad de los gestores autonómicos (cuando globlamente el déficit 'periférico' no representa una cifra realmente significativa en los números rojos del Estado) o señalamos con el dedo acusador a estudiantes o mineros que se atreven a maniestar sus discrepancias cuando en verdad son una caterva de vagos o de subvencionados que no quieren arrimar el hombro en momentos de dificultad.
La semana que viene comprobaremos si son realmente torpes. A veces la necesidad se convierte en virtud.
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