¿Metro de Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao...? Podría ser, pero es en Chile.
En todos los sitios es lo mismo... ufffffffffffffffffff
Uso del espacio público y machismo: ¿cómo se sientan los hombres en el Metro?
Por Víctor Guillou Vásquez | 15/07/2014
Una simple mirada a los sujetos que van usando los
asientos en el transporte público puede demostrar que las prácticas
arraigadas en la concepción dominante del género masculino se traspasan a
cosas cotidianas como el uso del espacio público.
Una campaña a través de redes sociales está incentivando a que
mujeres denuncien prácticas cotidianas de machismo, esas cosas que para
algunos pasan inadvertidas sin antes ser señaladas o comentadas por las
protagonistas de esas historias, que muchas veces rozan en el acoso.
“Micromachismos”, le denominan a esos pequeños episodios de la vida
cotidiana, a las miradas acosadoras de varios hombres en un boliche que
no dejan disfrutar de un sandwich a una chica, o recordar esas historias
para niñas que llenaban su cabeza con educación marcada por el
patriarcado.
Así es como, una simple serie de imágenes captadas en un Metro
cualquiera, dio cuenta de otro de esos aspectos casi olvidados, que para
algunos no tiene “nada de malo”. Un collage de fotos que
mostraba a sujetos masculinos con sus piernas completamente abiertas,
usando a sus anchas el espacio para sentarse que también es de otros, y
de otras. Una suerte de contraposición frontal a la manera supuestamente
correcta que tienen las mujeres para sentarse, de piernas cruzadas.
Una práctica que probablemente usted como lectora habrá sufrido en
algún momento, y que quizás usted lector, también cometió. A lo mejor no
se lo había cuestionado nunca. Pero ya viene siendo hora de que alguien
se lo diga.
Práctica cotidiana
Para la psicóloga feminista Svenka Arensburg, la campaña que ayudó a
poner en cuestionamiento estas molestas prácticas cotidianas “es muy
interesante porque muestran las bases más profundas de la socialización
que tenemos encarnadas en nuestro cuerpo, en nuestro movimiento y en la
manera que tenemos de presentarnos ante el otro”.
Si bien para Arensburg esto radica muchas veces en el inconsciente de
los sujetos, pero “expresa claramente el modo del que estamos
acostumbrados a ser socializados”.
“Lo que a mí me muestra este espacio del espacio público es esa
dinámica inconsciente que nos atraviesa, es decir que yo no veo que sea
la voluntad o interés de abarcar el espacio para atropellar al otro el
que que un hombre abra las piernas en el Metro, sino que supone que el
espacio es para ocuparlo. En cambio, una mujer socializada en género
asume que tiene que pedir permiso para ocupar ese espacio, y eso es
parte de una socialización temprana tanto en la familia como en la
escuela”, señala la académica de la Universidad de Chile.
Arensburg
indica que las prácticas de dominación machista “no son privativas de
un individuo varón, sino que son las bases culturales de una lógica de
dominación muy clara de cómo el género opera”.
Para la Doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de
Barcelona, este tipo de situaciones cotidianas, entre las que se
encuentran además expresiones más graves como los manoseos y el acoso
callejero, no deben empujar a la segregación entre mujeres y hombres en
el transporte público, como sucede en otros países.
“La pregunta por el cómo ocupa el espacio un hombre que abre sus
piernas, o que justamente se siente con el derecho de correrle mano a
alguien cuando van apretados en el metro, es algo que hoy día, al estar
en una situación política-cultural es posible de denunciar, de
cuestionar. Si somos iguales, ocupemos todos el mismo espacio, y demos
también el derecho a hablar y ocupar espacios públicos a todos de la
misma manera. Efectivamente el acoso callejero finalmente amedrenta el
derecho a sentirse libre y a deambular libremente a una mujer. Hay
muchas mujeres que toman en consideración ese tipo de cosas para decidir
no salir, por ejemplo”, indica Arensburg.
La académica de la Facso señala la importancia de no separar esta
discusión de género como algo independiente de la clase, de la etnia y
del nivel sociocultural. “En un país tan clasista como el que vivimos,
las dinámicas de despliegue en el espacio público, del tono de voz, de
la manera de reclamar derechos, de denunciar el uso del espacio público
con el cuerpo y en todo sentido, todo eso está también atravesado por la
clase”, finaliza Arensburg.
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