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martes, 5 de junio de 2012

Negociando los seudónimos de lo inevitable...


Aquí estamos, de lunes de junio, en espera del rescate ético de nunca llegar y con un Gobierno negociando los seudónimos de lo inevitable: dinero a espuertas para un sector enmierdado de créditos tóxicos y directivos radiactivos. Son las mismas toxicidades que en tiempos de la bonanza permitieron beneficios astronómicos, de partirse de risa. El negocio parece simple: si gano, gano yo; si pierdo, pagan todos, es decir, nosotros, los contribuyentes..
Si el objetivo es lograr la millonada sin que conste en acta la petición, sin que parezca un rescate, sin que cotice como un incumplimiento más, el PP yerra en la estrategia. En vez de mandar a De Guindos a Bruselas debería enviar al Fabra malo, el de Castellón, el de las gafas de jugar al mus, el de los aeropuertos tranquilos: ni ruido ni humo. Ese Fabra inmune es expertísimo en que le toque cada año la lotería. Una vez más no se notaría y menos ahora que arranca la Eurocopa de fútbol.
Se escuchan voces: exigen que los directivos incompetentes de empresas tóxicas no cobren bonos millonarios tras un descalabro. Son las mismas que nada hicieron en su turno de Gobierno, los mismos diputados oportunistas que no impulsaron iniciativa parlamentaria alguna para aprobar una ley capaz de impedir el abuso en las empresas socorridas por el dinero del Estado. Debería ser sencillo. Solo se requiere voluntad política; es decir, principios.
No sé cómo irá la prima de riesgo esta semana, pero sé cuál es el riesgo que empiezan a tener mis primos; todos al galope espada en mano en direcciones opuestas gritando órdenes contradictorias. Todos menos Mariano, claro; él no grita, no habla, solo pestañea.
Vamos peor porque la oposición rubalcabaniana parece tan desnortada como el PP sin norte; atrapada en un sentido de Estado alejado de la realidad de la gente, de sus votantes, y en una provisionalidad en el mando partidario que no permite ser demasiado optimista. No hay alternativa. Ni de Gobierno ni de ideas. Tampoco ética. Seguimos esperando a Godot sin recordar que Godot nunca llega; es una ficción que ayuda a esquivar nuestra responsabilidad.

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