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martes, 14 de enero de 2014

Anais Nin y Henry Miller...


En 1939 Anais Nin y Henry Miller abandonan París huyendo de la 2° Guerra Mundial. Viven en  Nueva York  y pasan un mal momento económico.  Para sobrevivir escriben relatos eróticos para el coleccionista, un tipo que les pagaba un dolar por página y que siempre se mantuvo anónimo. Debía ser un indocumentado que no supo valorar a quiénes tenia como escritores y a los que exigia que  se saltaran la poesía y se concentraran en el sexo.
Harta ya de estar harta de no poder escribir libremente,  Anais  le escribió una carta que debió dejarle pasmao.


Querido coleccionista: Le odiamos. El sexo pierde todo el poder y su magia cuando es explícito, rutinario, exagerado, cuando es una obsesión mecánica. Se convierte en un fastidio. Usted nos ha enseñado más que nadie sobre el error de no mezclar sexo con emociones, apetitos, deseos, lujuria, fantasías, caprichos, vínculos personales, relaciones profundas que cambian su color, sabor, ritmo, intensidad.

 No sabe lo que se pierde por su observación microscópica de la actividad sexual, excluyendo los aspectos que son el combustible que la enciende: intelectuales, imaginativos, románticos, emocionales. Esto es lo que le da al sexo su sorprendente textura, sus transformaciones sutiles, sus elementos afrodisíacos. Usted reduce su mundo de sensaciones, lo marchita, lo mata de hambre, lo desangra.

 
Si nutriera su vida sexual con toda la excitación y aventura que el amor inyecta a la sensualidad, sería el hombre más potente del mundo. La fuente del poder sexual es la curiosidad, la pasión. Usted está viendo su llamita extinguirse asfixiada. La monotonía es fatal para el sexo. Sin sentimientos, inventiva, disposición, no hay sorpresas en la cama. El sexo debe mezclarse con lágrimas, risa, palabras, promesas, escenas, celos, envidias, todos los componentes del miedo, viajes al extranjero, nuevos rostros, novelas, historias, sueños, fantasías, música, danza, opio, vino.

 ¿Sabe cuanto pierde por tener ese periscopio en la punta de su sexo, cuando podría gozar un harén de maravillas distintas y novedosas? No hay dos cabellos iguales, pero usted no nos permite perder palabras en la descripción del cabello; tampoco dos olores, pero si nos expandimos en esto usted chilla. ¡Sáltense la poesía! 
No hay dos pieles con la misma textura y jamás la luz, temperatura o sombras son las mismas, nunca los mismos gestos, pues un amante, cuando está excitado por el amor verdadero, puede recorrer la gama de siglos de ciencia amorosa. ¡Qué variedad, qué cambios de edad, qué variaciones en la madures y la inocencia, perversión y arte…!
Nos hemos sentado durante horas preguntándonos como es usted. Si ha negado a sus sentidos seda, luz, color, olor, carácter, temperamento, debe estar ahora completamente marchito. 

 
Hay tantos sentidos menores fluyendo como afluentes al río del sexo, nutriéndolo. Sólo la pulsación unánime del sexo y el corazón juntos puede crear éxtasis.



  

Dueña de su cuerpo y de su mente amó y fue amada por hombres y mujeres, disfrutó de la vida, de la libertad, de la inteligencia, de la literatura, de la amistad. Brindó y bebió del placer hasta el último día de su intensa vida.

 Anaïs Nin

...el misterio entero del placer en el cuerpo de una mujer yace en la intensidad de la pulsación momentos antes del orgasmo. Es a veces lento, one-two-three, tres palpitaciones que proyectan un licor helado y ardiente a través del cuerpo. Si la palpitación es suave, silenciosa, el placer es como una onda más apacible.. Si la palpitación es intensa, el ritmo y su golpe es más lento y el placer más duradero. Flechas de carne fulgurantes, una segunda ola de placer recubre la primera, una tercera toca cada terminación nerviosa, y ahora una última atraviesa el cuerpo como una corriente eléctrica. Un arco iris de color golpea suavemente los párpados y una música resuena en los oídos. Es el gong del orgasmo. Hay veces en que una mujer siente su cuerpo ligeramente encendido. Otras cuando alcanza tal clímax que parece que nunca podrá superarlo. Tantos clímax. Algunos causados por la ternura, otros por el deseo, algunos por una palabra o una imagen vista durante el día. Hay veces en que el día mismo pide un clímax, y días que no terminan en un clímax, cuando el cuerpo está dormido o soñando otros sueños...
 
 
Me niego a vivir en un mundo ordinario, como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo mi mundo. No me adaptaré al mundo...me adapto a mí misma" 


 


En 1931 se cruzan las vidas de Anais Nin y Henry Miller. El encuentro es en la casa de ella. Tenían 28 y 40 años. Se conocen, se admiran, se desean, se seducen, se aman, se hacen amantes. Su relación sexual dura unos años, la amistad toda la vida.

 

... Es hermoso amar y ser libre 
al mismo tiempo....




  Una carta puso fin a  esta relación  amorosa  ...

Mi querida Anaïs,


¿Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo incasable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.



Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.



Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio. Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre



Henry


 
Anaïs Nin Culmell, bautizada como Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell (Neuilly-sur-Seine, Francia, 21 de febrero de 1903 - Los Ángeles, 14 de enero de 1977) fue una escritora estadounidense, nacida de padres cubano-españoles. Después de haber pasado gran parte de su temprana infancia con sus familiares, se naturalizó como ciudadana estadounidense; vivió y trabajó en París, Nueva York y Los Ángeles. Autora de novelas avant-garde en el estilo surrealista francés, es mejor conocida por sus escritos sobre su vida y su tiempo recopilados en los llamados Diarios de Anaïs Nin, volúmenes del 1 al 7.
Nin comenzó a escribir su diario a comienzos del siglo XX, a la edad de once años. Continuó escribiendo en sus diarios por varias décadas, y a lo largo de la vida conoció y se relacionó con mucha gente interesante e influyente del mundo artístico y literario, así como del mundo de la psicología, incluyendo a Henry Miller, Antonin Artaud, Otto Rank, Edmund Wilson, Gore Vidal, James Agee y Lawrence Durrell.
Los manuscritos originales de sus diarios, que constan de 35.000 páginas, se encuentran actualmente en el Departamento de Colecciones Especiales de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles).


Henry Valentine Miller (n. Nueva York, 26 de diciembre de 1891 - m. Los Ángeles, California, 7 de junio de 1980), novelista estadounidense. Su obra se compone de novelas semiautobiográficas, en las que el tono crudo, sensual y sin tapujos suscitó una serie de controversias en el seno de un Estados Unidos puritano que Miller quiso estigmatizar denunciando la hipocresía moral de la sociedad norteamericana, criticando de paso el devenir de la existencia humana, desnudando su cinismo y múltiples contradicciones. Censurado por su estilo y contenido provocativo y rebelde en relación a la creación literaria de su época, sus obras influyeron notablemente en la llamada Generación Beat.

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