Javier Aroca
27 marzo 2016
Lamento decirlo, pero no, no vamos ganando. Varias decenas
de muertes, mucho dolor, desesperación, familias y proyectos de vida
truncados, y mucho, mucho miedo, y odio, cada vez más, a lo que quiera
que podamos imaginar como el enemigo asociado a nuestros temores.
El protocolo ha comenzado, el de siempre, se repite. Tiene su
estética y sus reglas. Se imposta el dolor como empatía con el otro,
como si pudiéramos ni imaginarnos lo que le pasa a las víctimas. Velas,
flores, frases ingeniosas, canciones, espontáneos, minutos de silencio,
el yo estaba por allí, o mi primo o un vecino. Y
los políticos; agotados de lugares comunes. Solidaridad, cómo no,
unidad, y pensamiento único, sin lugar para la crítica, so pena de ser
acusado de débil, descarriado y amigo de los terroristas. Nada de lo que
está llegando desde Bruselas, capital de la UE, suena a nuevo. Para
colmo, los protagonistas de antes, reclaman serlo también ahora, sin
rendir cuentas. Hollande podría explicar al resto de la UE, en qué han
beneficiado a los europeos las medidas que puso en práctica, tras
tocarle a los franceses la tragedia del terrorismo. Para qué la
privación de las libertades, para qué las reformas legislativas, para
qué los bombardeos, para qué la exageración mediática y el postureo
frente a sus competidores electorales. Francia hoy no es más segura, ni
la UE tampoco, seguimos en riesgo de ser nuevas víctimas de la barbarie
terrorista. Es más, no hay que descartar que se abran nuevos frentes y
que la proximidad nos apriete si cabe. Ya no sólo tenemos al enemigo en
el Levante, ahora está ahí mismo, al sur del Mediterráneo, en Libia,
donde ganan territorialmente, ahí donde como en Irak, Afganistán o Siria
intervino el llamado Occidente con muchos medios y poca cabeza.
No, ni vamos ganando, ni acertamos en la lucha contra esta violencia asesina, y, desde luego, es dudosa pero que muy dudosa, la superioridad moral de la UE.
No, ni vamos ganando, ni acertamos en la lucha contra esta violencia asesina, y, desde luego, es dudosa pero que muy dudosa, la superioridad moral de la UE.
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