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martes, 20 de agosto de 2013

Despedida de una científica que está haciendo las maletas...


Tras cinco años en España, con un contrato Ramón y Cajal, el desplome de la I+D impone de nuevo la emigración a Estados Unidos

Amaya Moro-Martín, portavoz de la plataforma Investigación Digna



Estimado Sr. Presidente,
Aprovechando el periodo estival, y para minimizar los costes de mi próximo traslado trasatlántico, estoy haciendo limpieza de mi oficina en el CSIC y me gustaría devolverle algunos documentos que ya no voy a necesitar.
Adjunto le devuelvo el certificado oficial de haber superado positivamente la evaluación del Programa I3, el Programa de Incentivación de la Incorporación e Intensificación de la Actividad Investigadora. Agradezco el detalle del Ministerio de Economía y Competitividad pero, en el contexto actual de la investigación en España, no entiendo los conceptos “incentivación”, “incorporación” e “intensificación” (tampoco el de “actividad investigadora”, más allá de la basal). Gracias de todos modos por comunicarme que soy “apta” para investigar; del feedback de la comunidad científica uno no se puede fiar.
Así mismo le devuelvo la homologación española del título de doctor que obtuve en EEUU y la docena de documentos necesarios para su trámite.
Todos los documentos vienen con la apostilla de la Haya y las consiguientes firmas del Gobernador del Estado, traducciones oficiales y copias compulsadas con las firmas del Cónsul español en Nueva York. Se incluyen las descripciones detalladas de todas las asignaturas cursadas, que resultaron de mucho interés tanto para el Gobernador como para el Cónsul. Afortunadamente España lidera la cruzada de las homologaciones.
Fuera de nuestras fronteras cualquier título original vale, un verdadero escándalo.
El documento que guardo con más cariño, y que también le devuelvo en este envío, es el BOE que describe mi contrato bajo el programa Ramón y Cajal. Subrayado en amarillo encontrará el párrafo donde se detalla el compromiso explícito de, superadas las evaluaciones pertinentes, convocar una plaza con el perfil del investigador contratado. Fue ese párrafo el que me hizo poner fin a más de una década en EEUU. También le devuelvo otro BOE, el de la Ley de la Ciencia, que reafirma ese compromiso de estabilización laboral, introducido precisamente por su grupo parlamentario en el Senado. Le envío esos documentos en una bolsa hermética, son puro papel mojado.
Por el mismo conducto le envío las 700 páginas de certificados y documentos que tenía preparados para el día en que se convocara una plaza con mi perfil, algo que nunca ocurrió. Es la documentación requerida para acreditar la veracidad de mi currículum. Recopilar esa documentación fue una labor de investigación tremendamente gratificante.
Sepa usted que en los muchos trabajos que he solicitado fuera de España la documentación requerida es algo más escueta, aproximadamente de 10 páginas: un plan de trabajo y un breve currículum, que no hay que justificar porque la comunidad científica opera con un código de honor.
Si quiere un día se lo explico. Sepa usted también que nunca he podido presentarme a una oposición en una universidad española por no tener la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, acreditación que, por otro lado, sólo se consigue si uno tiene una vinculación previa con una universidad española. Es curioso que ni la Universidad de Princeton ni la Universidad de California en Berkeley, donde hice hace unos años sendas entrevistas de trabajo para plazas de profesor, echaran en falta dicha certificación de aptitud.
Quizá la permeabilidad tenga algo que ver con la excelencia, ahora que estamos tan preocupados por los rankings internacionales.
También le devuelvo la carta que la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología tuvo el detalle de enviarme hace unas semanas a mi antigua dirección en la Universidad de Princeton. El objetivo de dicha misiva es realzar la “marca España” con un programa denominado “Ciencia Española en el Exterior”. Sepa usted que me trasladé a España hace cinco años y cuando emigre próximamente la ciencia que haga ya no será española, ni será gracias a España; seguiré haciendo ciencia a pesar de España. No se molesten en enviarme esa misma misiva a mi nuevo centro de trabajo en NASA. Ese esfuerzo ímprobo que han realizado ustedes para localizar a investigadores españoles en el extranjero, que ha llegado incluso a recopilar los viejos correos electrónicos de los que habíamos regresado hacía años, podrían canalizarlo en contactar con los investigadores que todavía están en España y cuya permanencia en el país pende de un hilo.
Quizá sea interesante evaluar el alcance del problema, analizar las causas y diseñar una estrategia para buscar soluciones. ¿Cómo, que no sabe a qué problema me refiero? Al de la fuga de cerebros, esa realidad sangrante que su equipo describe como un “topicazo”. Les sugiero un nuevo eufemismo para su colección: inquietud laboral.
Ya se que tiene usted copia porque la dejamos en el Registro de Entrada, pero permítame enviarle de nuevo el CD con las 50.000 firmas de la primera Carta Abierta por la Ciencia y otro con las 80.000 firmas de la segunda. Y una sugerencia: en la verja del Ministerio de Economía y Competitividad, cuyas puertas cerraron a cal y canto el pasado 14 de junio ante la llegada de la mayor manifestación de investigadores en la historia de España, tenga usted disponible, por favor, un rollo de celo.
Lo digo para que podamos pegar en la verja la siguiente carta abierta por la ciencia, como pasó con nuestra última carta. O ponga usted un corcho. Entiendo que ambas cosas, el celo y el corcho, excedan el presupuesto de la I+D(*) en España; nos apañamos con uno u otro.
También le devuelvo todas las afirmaciones que su equipo ha hecho de cómo España sigue apostando por la I+D(*). Deduzco que esa apuesta fue hecha en Eurovegas y perdimos. Le devuelvo esas afirmaciones con el mismo afecto con que las recibimos. En realidad usted personalmente no miente, porque no ha dicho nada, absolutamente nada al respecto. Pero aquí le envío los contactos de los 156 periodistas nacionales e internacionales con los que hasta ahora he tenido el placer de hablar sobre su política científica, por si algún día se decide a decirles algo sobre este asunto. Somos todo oídos.
En este abultado envío también le adjunto mi certificado de empadronamiento y dudo si devolverle o no el pasaporte de mi hija de nueve meses; tiene doble nacionalidad pero nuestro futuro en España es tan incierto que me pregunto si volverá a necesitar el pasaporte español. Ahí le van. Se los envío con un nudo en la garganta, el nudo doble de los que se enfrentan a la emigración por segunda vez.
Por último, y a cambio de todos estos documentos que le devuelvo, le pido tan sólo una cosa: devuélvame usted mi dignidad como investigadora, y en el mismo envío, si no le es mucha molestia, devuélvasela a toda la comunidad de investigadores en España, y no se olvide de los de humanidades.
Mariano, durante su legislatura la investigación en este país se está hundiendo irremediablemente hacia el abismo de la fosa de las Marianas.
Y si bien es cierto que nuestros colegas científicos han descubierto que hay vida allá abajo, sepa usted que es bacteriana.
Un cordial saludo,
Una investigadora.
(*) P.S. I+D significaba Investigación y Desarrollo.
Amaya Moro-Martín es investigadora Ramón y Cajal del CSIC y promotora de la Plataforma Investigación Digna

Amaya Moro Martín tiene 35 años y tiene un contrato Ramón y Cajal en el Centro de Astrobiología de Madrid (CAB), además de Investigador visitante de la Universidad de Princeton. Su area de estudio son los sistemas planetarios extra-solares, y entre sus aficiones destaca viajar, la fotografía y el senderismo.

 entrevista 2009
¿Cuándo y por qué decidiste dedicarte a la astronomía?
Viene de muy atrás. Es posible que en parte fuera influencia de la serie “Cosmos” de Carl Sagan; recuerdo que a los 12 años fui a un campamento de verano y el tesoro que me llevé (mi objeto transicional) fue el libro de Cosmos. Pero lo mas importante ha sido sin duda la curiosidad científica que siempre me ha transmitido mi padre. Recuerdo vivamente ir a la escuela en segundo de EGB (a los 7 años) sintiendome orgullosa porque mi papá ¡me acababa de explicar que era una molecula de agua! En mi camino al instituto siempre miraba de reojo en el escaparate de una óptica un pequeño telescopio. Allí estuvo durante años. Sin embargo, cuando tuve el dinero para comprarlo, decidí invertirlo en una bici de montaña. Nunca fui astrónoma aficionada. Lo que me fascinaba no era mirar a través de un telescopio chiquito, sino enteder qué era una estrella, un planeta, una galaxia…y para eso había que estudiar física.
¿Piensas que las mujeres están infra-representadas en tu institución?
Mi primera reacción sería decir “no” porque uno se acaba acostumbrando y toma como natural una situación que en realidad está completamente desequilibrada. Te invitan a dar una charla a una conferencia, asistes al resto de las ponencias, inteaccionas con tus colegas, todo te resulta natural, y de repente te das cuenta que, excepto tú, las ponencias orales las han dado solo hombres. A nivel de anécdota os contaré que en el último panel de evaluación en el que participé eramos 8 evaluadores. Al ver que dos de ellos éramos mujeres, pensé que el porcentaje íba mejorando. En la ironía de las cosas al poco me dí cuenta que la otra mujer ¡había desarrollado toda su carrera investigadora como hombre! Cuando pienso en las personas de mi generación que que han dejado la astronomía (o se lo están planteando) me doy cuenta que son todas mujeres. Cuando pienso en cuántas profesoras hay en los departamentos de astronomía de las universidades en las que he trabajado, me doy cuenta que no solo son muy pocas, sino que además todas ellas están casadas con astrónomos. Sí, estamos infra-representadas, y la diferencia es más acusada a medida que se sube en la escala científica. Tengo la esperanza que las cosas mejoren en futuras generaciones. Pero hay actitudes que demuestran que hay reticencia en el sistema a que las cosas cambien, como las declaraciones del anterior presidente de la Universidad de Harvard, Larry Summers, quien aseguraba que las diferencias innatas entre hombres y mujeres son una causa por la cual hay muy pocas mujeres en los escalones más altos de la escala científica. A pesar de que éstas declaraciones provocaron una ola de protestas y críticas, Larry Summers fue promovido por la administración de Obama al cargo de director del National Economic Council de la Casa Blanca
¿Cómo ha influido el hecho de ser mujer en tu carrera científica hasta la fecha?
No lo sé. Es una pregunta muy difícil porque no he hecho el experimento de control (llevar una vida científica como hombre). De lo que sí estoy segura es que hubera sido muy diferente si hubiera decidido tener hijos durante estos años.
¿Crees que esta área de la ciencia es especialmente difícil a la hora de conciliar vida profesional y laboral?
No puedo juzgar sobre las condiciones en otras áreas de la ciencia, pero mi impresión es que la investigación en general es muy sacrificada. En mi caso, al no tener responsabilidades familiares, la jornada laboral se alarga indefinidamente y se pasan largos periodos de tiempo fuera de casa (ya sean conferencias o estancias en centros extranjeros). Mi carrera científica se ha desarrollado en EEUU y allí se anima a los investigadores que se están formando a cambiar cada pocos años de centro. Esto permite que los centros de investigación disfruten siempre de un flujo de gente e ideas nuevas que supone un gran beneficio intelectual, pero la otra cara de la moneda es que este nomadismo es muy dificil de reconciliar con la vida familiar, en particular si los dos quieren mantener una carrera profesional.
¿Cómo imaginas tu futuro profesional? ¿Dónde te ves?
Trabajo en un campo fascinante, tanto desde el punto de vista científico (por los retos que plantea) como desde el punto de vista humano. ¿Quién no se ha preguntado si existen otros sistemas planetarios con características similares al sistema solar que podrían albergar vida? En el futuro me gustaría seguir trabajando en este campo y ser testigo de la revolución que supundrán los nuevos observatorios que se están desarrolando. Me gustaría pensar que el Gobierno no sólo no va a reducir sino que va a incrementar su inversión en investigación básica (es decir, aquella que no está necesariamente orientada a la industría). Se ha hecho un esfuerzo muy grande en recuperar a gente que trabajaba en el extranjero mediante los programas Ramón y Cajal y sería una pena que estos investigadores se sintieran obligados a volver a irse para continuar su labor científica. La investigación no precisa de medidas drásticas puntuales sino de una apoyo sostenido y coherente.
¿Qué consejo daría a aquellas jóvenes que quieran dedicarse a esta profesión?
Esta es una profesión en la que es un verdadero privilegio trabajar. Yo les recomendaría que nunca minusvaloren su capacidad y que mantengan la mente abierta a los cambios y las nuevas oportunidades.

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