Alex.
Estoy muy triste. Me he enterado de tu muerte y he quedado en shock. No puede ser cierto.
Hace tres años que nos conocemos. Tres años en los que coincidir contigo, trabajo a trabajo, paso a paso, descanso a descanso café en mano, significaba quererte más y, de igual manera, sentirme querido por ti. Como actor eras (joder, me ha costado tanto escribir eras en vez de eres) para mí un referente. Y como persona, ejemplo. Generoso, respetuoso, siempre atento, siempre amable. Tu humildad, tu alegría constante en todo lo que hacías y preparado a la ayuda para con todos. En ti no vi nunca queja, sólo disposición. Y desde la verdad, porque me mostraste que ese era el camino. Y me siento tan agradecido por todo lo que me has dado, enseñado. Por ser uno de los que han podido disfrutarte.
No me lo puedo creer aún, Alex. No.
La última vez que te vi, hace bien poco, recogíamos los cables de la última Ficción Sonora que hicimos juntos (donde estuviste soberbio, pero ¿en qué no has estado tú soberbio?) Nos despedimos como hacíamos siempre, con un abrazo tan fuerte que nos daba pena el no vernos al día siguiente. Por eso no me lo creo. Porque ese no tenía que ser nuestro último abrazo, ni nuestra última conversación, ni nuestro último encuentro en el que hacernos confidencias, contarnos miedos y, sobre todo, deseos.
Pero te has muerto y ahora sólo puedo escuchar el recuerdo de tu risa.
Gracias, Álex Ángulo. Gracias.
Un fuerte abrazo para tu familia y amigos. Pero el abrazo más grande, el que nos dábamos cada vez que nos veíamos, es para ti.
Estoy muy triste. Me he enterado de tu muerte y he quedado en shock. No puede ser cierto.
Hace tres años que nos conocemos. Tres años en los que coincidir contigo, trabajo a trabajo, paso a paso, descanso a descanso café en mano, significaba quererte más y, de igual manera, sentirme querido por ti. Como actor eras (joder, me ha costado tanto escribir eras en vez de eres) para mí un referente. Y como persona, ejemplo. Generoso, respetuoso, siempre atento, siempre amable. Tu humildad, tu alegría constante en todo lo que hacías y preparado a la ayuda para con todos. En ti no vi nunca queja, sólo disposición. Y desde la verdad, porque me mostraste que ese era el camino. Y me siento tan agradecido por todo lo que me has dado, enseñado. Por ser uno de los que han podido disfrutarte.
No me lo puedo creer aún, Alex. No.
La última vez que te vi, hace bien poco, recogíamos los cables de la última Ficción Sonora que hicimos juntos (donde estuviste soberbio, pero ¿en qué no has estado tú soberbio?) Nos despedimos como hacíamos siempre, con un abrazo tan fuerte que nos daba pena el no vernos al día siguiente. Por eso no me lo creo. Porque ese no tenía que ser nuestro último abrazo, ni nuestra última conversación, ni nuestro último encuentro en el que hacernos confidencias, contarnos miedos y, sobre todo, deseos.
Pero te has muerto y ahora sólo puedo escuchar el recuerdo de tu risa.
Gracias, Álex Ángulo. Gracias.
Un fuerte abrazo para tu familia y amigos. Pero el abrazo más grande, el que nos dábamos cada vez que nos veíamos, es para ti.
Nacho Hevia
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