Texto... Ana Romaz en
No creo que se pueda explicar con palabras el
sentimiento de pérdida, de desvanecimiento… es como si la figura que nos
es familiar estuviera hecha de acuarela y no dejara de caerle agua
encima, cada vez mas diluido el color.
En los meses que mis padres llevan viviendo en una Residencia hemos ido elaborando un plan de actividades y juegos con el objetivo de colaborar con el programa del centro, que cuenta con un servicio de Terapia Ocupacional.
Hemos hablado con la responsable para saber que tipo de cosas podríamos hacer con ellos en nuestras visitas. Y con su consejo hemos diseñado una especie de “plan de trabajo” extra. Así, un día, jugamos al parchís, que era algo que Mamá hacía semanalmente con un grupo de amigas. Esto les hace trabajar, a los dos, el área de cálculo y la motricidad, y además…nos reímos mucho.
Otro día está dedicado al scrabble. Este juego de construcción de palabras, al que hemos jugado mucho de pequeños, es estupendo para hacer funcionar la memoria y la capacidad de ordenar pensamientos. Para facilitarles el juego y que no se sientan frustrados hemos acordado no utilizar palabras demasiado largas y, de vez en cuando, hacemos alguna trampa a la baja…y les dejamos ganar.
Una actividad que también disfrutamos los días de visita es colorear dibujos. Los cuadernillos que todos hemos pintado de pequeños y una caja de lápices de colores entretienen y hacen trabajar a las neuronas. Primero hay que pensar de qué color es algo en la realidad, usamos así la memoria, y luego las manos y el cerebro tienen que coordinarse para pintar…sin salirse, como diría uno de mis alumnos.
Hace poco encontré en una tienda de juguetes algo que me pareció muy útil: se trata de un juego de imanes, son bolas y barras con imanes potentes, con los que se pueden elaborar cientos de formas con el atractivo añadido que tienen las cosas magnéticas. Una tarde se nos pasa haciendo de todo: triangulos, cuadrados, casas, arboles, personas, esferas, rombos… así les hacemos tratar de recordar las diversas formas geométricas y luego componerlas.
Y, por supuesto, los paseos por el jardín… siempre que haga buen tiempo. Caminamos intentando poner nombre a las plantas, a las flores, a los colores y a cuanto se nos cruza en el camino. Mamá, que siempre ha sido una amante de las plantas, gana con frecuencia, y como es competitiva le encanta cuando lo hace. Papá, que nunca ha sido muy aficionado a la Naturaleza, nos sorprende de vez en cuando con el nombre de un arbusto y disfruta viendo nuestras caras de sorpresa.
Todo esto sería lo normal en una tarde cualquiera de fin de semana. El matiz lo pone que no estamos en su casa y, sobre todo, la consciencia clara de que por más que nosotros tratemos de evitarlo, hay un deterioro progresivo del que somos dolorosamente testigos. ¡Cuantas veces esa palabra que quieren decir no acude, o se despistan al contar casillas, cuantas veces sorteamos esos momentos en que se dan cuenta de sus pérdidas con una broma y un gesto de cariño!.
Nos trajeron al mundo e hicieron de él un lugar agradable y seguro para que creciéramos sanos y felices, han estado ahí en cada momento importante y menos importante de nuestras vidas, nos han guiado y protegido, han sido nuestros padres… y ahora, muchas veces, son ellos nuestros niños.
No creo que se pueda explicar con palabras el sentimiento de pérdida, de desvanecimiento… es como si la figura que nos es familiar estuviera hecha de acuarela y no dejara de caerle agua encima, cada vez mas diluido el color, cada vez más débil la imagen… se nos escurren entre los dedos sin poder hacer nada por retenerlos con nosotros. En esos momentos el único pensamiento que me viene a la mente es… ¡máldito Alzheimer!
En los meses que mis padres llevan viviendo en una Residencia hemos ido elaborando un plan de actividades y juegos con el objetivo de colaborar con el programa del centro, que cuenta con un servicio de Terapia Ocupacional.
Hemos hablado con la responsable para saber que tipo de cosas podríamos hacer con ellos en nuestras visitas. Y con su consejo hemos diseñado una especie de “plan de trabajo” extra. Así, un día, jugamos al parchís, que era algo que Mamá hacía semanalmente con un grupo de amigas. Esto les hace trabajar, a los dos, el área de cálculo y la motricidad, y además…nos reímos mucho.
Otro día está dedicado al scrabble. Este juego de construcción de palabras, al que hemos jugado mucho de pequeños, es estupendo para hacer funcionar la memoria y la capacidad de ordenar pensamientos. Para facilitarles el juego y que no se sientan frustrados hemos acordado no utilizar palabras demasiado largas y, de vez en cuando, hacemos alguna trampa a la baja…y les dejamos ganar.
Una actividad que también disfrutamos los días de visita es colorear dibujos. Los cuadernillos que todos hemos pintado de pequeños y una caja de lápices de colores entretienen y hacen trabajar a las neuronas. Primero hay que pensar de qué color es algo en la realidad, usamos así la memoria, y luego las manos y el cerebro tienen que coordinarse para pintar…sin salirse, como diría uno de mis alumnos.
Hace poco encontré en una tienda de juguetes algo que me pareció muy útil: se trata de un juego de imanes, son bolas y barras con imanes potentes, con los que se pueden elaborar cientos de formas con el atractivo añadido que tienen las cosas magnéticas. Una tarde se nos pasa haciendo de todo: triangulos, cuadrados, casas, arboles, personas, esferas, rombos… así les hacemos tratar de recordar las diversas formas geométricas y luego componerlas.
Y, por supuesto, los paseos por el jardín… siempre que haga buen tiempo. Caminamos intentando poner nombre a las plantas, a las flores, a los colores y a cuanto se nos cruza en el camino. Mamá, que siempre ha sido una amante de las plantas, gana con frecuencia, y como es competitiva le encanta cuando lo hace. Papá, que nunca ha sido muy aficionado a la Naturaleza, nos sorprende de vez en cuando con el nombre de un arbusto y disfruta viendo nuestras caras de sorpresa.
Todo esto sería lo normal en una tarde cualquiera de fin de semana. El matiz lo pone que no estamos en su casa y, sobre todo, la consciencia clara de que por más que nosotros tratemos de evitarlo, hay un deterioro progresivo del que somos dolorosamente testigos. ¡Cuantas veces esa palabra que quieren decir no acude, o se despistan al contar casillas, cuantas veces sorteamos esos momentos en que se dan cuenta de sus pérdidas con una broma y un gesto de cariño!.
Nos trajeron al mundo e hicieron de él un lugar agradable y seguro para que creciéramos sanos y felices, han estado ahí en cada momento importante y menos importante de nuestras vidas, nos han guiado y protegido, han sido nuestros padres… y ahora, muchas veces, son ellos nuestros niños.
No creo que se pueda explicar con palabras el sentimiento de pérdida, de desvanecimiento… es como si la figura que nos es familiar estuviera hecha de acuarela y no dejara de caerle agua encima, cada vez mas diluido el color, cada vez más débil la imagen… se nos escurren entre los dedos sin poder hacer nada por retenerlos con nosotros. En esos momentos el único pensamiento que me viene a la mente es… ¡máldito Alzheimer!
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