Rosa Regás
20 junio 2011
A lo largo de la Historia son muy pocas las mujeres de las que conservamos memoria si las comparamos con la memoria que guardamos de los hombres, una por cien mil me atrevería a decir. Durante siglos no tuvimos entrada al mundo del conocimiento
y por consiguiente tampoco al de la creación literaria, la
investigación científica, las bellas artes, las finanzas, el
pensamiento, la religión o la trascendencia. A ninguno, excepto al de la
familia y al de la lujuria. Las mujeres nos dividíamos en mujeres honestas y prostitutas.
Luego, con el devenir de los años, logramos un paso intermedio, la de
medias virtudes, cortesanas, alcahuetas o musas. Pero no sólo por estas
razones permanecemos en el olvido, porque algunas mujeres hubo
escritoras, pintoras, pensadoras, investigadoras, lo que ocurre es que
los hombres, que son los que deciden quien tiene o no tiene talento,
sólo se lo reconocieron a las que fueron superdotadas por alguna u otra
razón: Madame Curie, Jane Austin, Catalina de Alejandría, o las
que heredaron el poder y lo ejercieron, como la Reina Zenobia o Elena
de Constantinopla, entre otras. Los hombres han sido muy benevolentes
con ellos mismos, porque se me ocurren cientos de artistas mujeres
infinitamente más creadoras y más artistas que la mayoría de los que nos
obligan a estudiar o de los que se citan constantemente en tertulias y
periódicos que a veces son insufribles y sin el menor asomo de virtudes
literarias. Y no podemos evitar preguntamos por qué forman parte de la
Historia del arte o del pensamiento, y en cambio tantas mujeres que llegaron mucho más lejos y con un esfuerzo infinitamente superior, son ignoradas.
Como la filósofa y escritora Alissa Zinovievna Rosenbau gran defensora de los derechos humanos y la libertad individual, poco conocida a pesar de su espléndida y extensa obra, como Ayn Rand.
Nació en 1905 en San Petersburgo y murió en 1982 en New York . A los
21 años se trasladó a los Estados Unidos donde escribió y publicó su
obra y permaneció hasta su muerte.
En una de sus más bellas novelas, Atlas Shrugged (1950), traducida al español como La rebelión de Atlas, escribe "Cuando
adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no
producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes
trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se
hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y
que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario,
son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la
corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio
personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu
sociedad está condenada."
Parecería un texto profético pero prefiero creer que el pensamiento
genial es universal y por tanto sigue vigente sea cual sea la generación
que lo lea.
Palabras aplicables a lo que ocurre hoy en el mundo, sí, pero sobre todo explican lo que contiene de soez la naturaleza humana.
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