Antoni Gutiérrez-Rubí
Este fin de semana se estrenó en España “Mátalos Suavemente”,
una comedia negra de Andrew Dominik, el director/escritor australiano
conocido por su exitosa película “El asesinato de Jesse James por el
cobarde Robert Ford”, en la que también trabajó con Brad Pitt. En su
nueva entrega, la sátira y el cinismo se convierten en el telón de fondo
de una trama que encarna la versión más cruda y real del crimen
americano en el bajo mundo de Nuevo Orleans. La película se desarrolla
en el punto más álgido de la crisis económica donde los actores
representan el decaimiento de los Estados Unidos, mientras se
dan cuenta de que la esperanza y la promesa del “Sueño Americano” es un
lujo que solo la prosperidad les puede permitir. Sin lugar a dudas, una referencia imprescindible a las actuales elecciones presidenciales.
En la película, dos drogadictos
semi-indigentes roban un cuartel en el que mafiosos y otras
personificaciones del crimen organizado se reúnen a jugar al póker.
Tienen éxito y consiguen que pongan precio a su cabeza, cuando los
líderes mafiosos contratan a un abogado, representado por el papel de
Richard Jenkins -quien personifica el factor moral de la película- para
que haga de mediador con Jackie Cogan (Brad Pitt), un sicario de la
mafia de Nueva Orleans.
Más allá de la trama, lo que hace de
esta película imprescindible en el análisis de las elecciones de Estados
Unidos es su gran simbolismo y crítica al sistema político
estadounidense y a la situación económica actual. La película,
casualmente, se estrena a un mes de celebrar una de las elecciones presidenciales más competidas
en la historia americana. Indudablemente, el simbolismo está presente
en toda la película: clips de los últimos días de la administración Bush
de 2008 –uno de los gobiernos más impopulares en la historia
americana—superpuestos con el muy conveniente ánimo in crescendo de esperanza y cambio de Obama en 2008 y con una elección de banda sonora
del mismo componente sombrío: “Heroin” de The Velvet Underground, “Love
Letters” de Kelly Lester y “Life is just a bowl of cherries” de Jack
Hylton & His Orchestra. La elección de escenario también es bastante
evocadora: Nueva Orleans, una ciudad icónica del país, lugar de los
“buenos tiempos”, pero cuya personificación en la película encarna la
pobreza, suciedad y desempleo que ha dejado la crisis.
Todo en esta película es un mensaje
directo a la ciudadanía, un mensaje cargado del cinismo más puro
estadounidense y cargado con la ironía negra del mundo criminal. Al
final, el personaje interpretado por Brad Pitt le dice a Jenkins, “Estados Unidos no es un país. Es un negocio y ¿qué es el crimen si no es la expresión más básica de negocio?”.
El mensaje es claro: las cosas estaban mal, siguen mal y con ello, la
noción de “comunidad”, de “nosotros” es inaudita; el código moral común
se cae por la borda. Muy recomendable.
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