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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mátalos suavemente...

Antoni Gutiérrez-Rubí
Este fin de semana se estrenó en España “Mátalos Suavemente”, una comedia negra de Andrew Dominik, el director/escritor australiano conocido por su exitosa película “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, en la que también trabajó con Brad Pitt. En su nueva entrega, la sátira y el cinismo se convierten en el telón de fondo de una trama que encarna la versión más cruda y real del crimen americano en el bajo mundo de Nuevo Orleans. La película se desarrolla en el punto más álgido de la crisis económica donde los actores representan el decaimiento de los Estados Unidos, mientras se dan cuenta de que la esperanza y la promesa del “Sueño Americano” es un lujo que solo la prosperidad les puede permitir. Sin lugar a dudas, una referencia imprescindible a las actuales elecciones presidenciales.
En la película, dos drogadictos semi-indigentes roban un cuartel en el que mafiosos y otras personificaciones del crimen organizado se reúnen a jugar al póker. Tienen éxito y consiguen que pongan precio a su cabeza, cuando los líderes mafiosos contratan a un abogado, representado por el papel de Richard Jenkins -quien personifica el factor moral de la película- para que haga de mediador con Jackie Cogan (Brad Pitt), un sicario de la mafia de Nueva Orleans.
Más allá de la trama, lo que hace de esta película imprescindible en el análisis de las elecciones de Estados Unidos es su gran simbolismo y crítica al sistema político estadounidense y a la situación económica actual. La película, casualmente, se estrena a un mes de celebrar una de las elecciones presidenciales más competidas en la historia americana. Indudablemente, el simbolismo está presente en toda la película: clips de los últimos días de la administración Bush de 2008 –uno de los gobiernos más impopulares en la historia americana—superpuestos con el muy conveniente ánimo in crescendo de esperanza y cambio de Obama en 2008 y con una elección de banda sonora del mismo componente sombrío: “Heroin” de The Velvet Underground, “Love Letters” de Kelly Lester y “Life is just a bowl of cherries” de Jack Hylton & His Orchestra. La elección de escenario también es bastante evocadora: Nueva Orleans, una ciudad icónica del país, lugar de los “buenos tiempos”, pero cuya personificación en la película encarna la pobreza, suciedad y desempleo que ha dejado la crisis.
Todo en esta película es un mensaje directo a la ciudadanía, un mensaje cargado del cinismo más puro estadounidense y cargado con la ironía negra del mundo criminal. Al final, el personaje interpretado por Brad Pitt le dice a Jenkins, “Estados Unidos no es un país. Es un negocio y ¿qué es el crimen si no es la expresión más básica de negocio?”. El mensaje es claro: las cosas estaban mal, siguen mal y con ello, la noción de “comunidad”, de “nosotros” es inaudita; el código moral común se cae por la borda. Muy recomendable.
 

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