Cuando ya estamos en el quinto año de crisis los gobiernos llevan
dedicados sumas verdaderamente impresionantes para ayudar a los bancos y
siguen estando dispuestos a seguir gastando dinero público para
rescatarlos, como si esa receta hubiera funcionado y fuese necesario
seguir usándola.
En España se está negociando la forma de hacer efectivo el primero de
los rescates y cómo se aplicará finalmente el definitivo porque, como
ya señalé en otro lugar (Un mal rescate que nos empujará al abismo),
el inicial de los 100.000 millones de euros no va a servir de mucho.
Por eso, cuando se sigue estando dispuesto a actuar con la misma
generosidad con la banca que al principio, sigue siendo obligado
preguntarse para qué han servido esos rescates.
La primera y principal evidencia es que por mucho dinero que se ha
puesto a disposición de los bancos seguimos padeciendo el problema
principal que sería necesario resolver para que la economía vuelva a
tener capacidad de generar actividad y empleo: la falta de financiación.
El crédito necesario para que las economías funcionen no ha vuelto a
fluir en la medida necesaria y el poco que hay se concede a tipos de
interés realmente leoninos que son una verdadera vergüenza y una
inmoralidad tremendas: los bancos que ahora dan préstamos al 10% o al
12% a empresas productivas, o que cobran tipos de hasta el 31% para el
crédito asociado a tarjetas o a exceso de límites, tienen a su
disposición en el Banco Central Europeo todo el dinero que quieran al
0,75%.
Solo esta circunstancia debería ser suficiente para concluir que la
política de rescatar a la banca como forma de salir de la crisis es un
fiasco tremendo (o una gigantesca estafa, como ustedes quieran) que no
sirve para lo que se dice que sirve. Está siendo solo la forma de que
los banqueros recuperen la iniciativa, el capital y el poder que tenían
antes de la crisis y que les permitió llevar a cabo las tropelías
criminales que la han provocado.
La segunda evidencia, al menos en Europa, es que rescatar a la banca
para que siga actuando como financiadora de las gobiernos es el desastre
más inmenso que le ha podido ocurrir al proyecto europeo.
Impedir que el Banco Central Europeo financie a los estados ya
obligaba a éstos a soportar un exceso de coste brutal en beneficio de
los bancos privados antes de la crisis. Pero después, cuando los
gobiernos han debido de aumentar sus gastos y han visto reducidos al
mismo tiempo sus ingresos por la crisis, la situación se ha hecho
insoportable. Al tener que recurrir a la banca privada, la factura de
los intereses se ha disparado para algunos países como el nuestro (y no
necesariamente por sus condiciones objetivas sino por la presión
artificial ejercida contra ellos por los mercados). Y así, al problema
de falta de financiación para empresas y consumidores que paraliza las
economías, se ha añadido otro de deuda soberana que es de casi imposible
solución si no se cambian las condiciones de partida. Si en lugar de
haberse prohibido que el Banco Central Europeo financie a los gobiernos
se hubiese recurrido a esa fórmula Europa no estaría padeciendo los
problemas que padece ahora. Es verdad que a corto plazo se benefician de
esto los bancos y los países que se financian casi a tipos negativos,
pero a la larga todos pagarán un error tan grande que hará que la unión
monetaria y quizá la propia Unión Europea salte por los aires.
La tercera evidencia también había sido advertida por muchos
economistas desde el principio: si se rescata a la banca dándole todo el
dinero que pida sin modificar el entorno financiero, sin cambiar
radicalmente las condiciones en que se desenvuelven los bancos y sin
prohibir las operaciones que mayoritariamente realizan, es decir, sin
acabar con el casino financiero en que se ha convertido la economía
mundial, lo que ocurrirá con toda seguridad es que antes o después
vuelvan a reproducirse las circunstancias que dieron lugar a esta
crisis. El rescate es, en realidad, un incentivo perverso para que los
banqueros sigan actuando irresponsablemente: cuando caigan los levantará
el Papá Estado al que tanto critican cuando a los que ayuda son los de
abajo.
Y eso es lo que realmente está sucediendo.
Un reciente estudio de Michael Brei y Blaise Gadanecz, publicado en
el último número (septiembre de 2012) de Quarterly Review del Banco
Internacional de Pagos (Have public bailouts made banks’ loan books safer?) pone de manifiesto algunas conclusiones interesantes.
Han estudiado las operaciones de préstamo que realizan 87 grandes
bancos que representan el 52% del total de los activos bancarios
mundiales y de los cuales 40 fueron rescatados entre 2008 y 2010,
recibiendo por ese concepto unos 350.000 millones de dólares (una cifra
que en realidad es muy baja porque no tiene en cuenta todos los
conceptos por los que recibieron ayudas). Y lo que concluyen es que los
bancos que fueron recapitalizados con dinero público “no redujeron el
nivel de riesgo de sus nuevas carteras de préstamos significativamente
más que los bancos que no recibieron ayuda pública”, lo que viene a
probar lo que acaba de señalar. El rescate ha sido un incentivo moral
inadecuado que deja a los bancos de nuevo en condiciones para seguir
haciendo las mismas operaciones que provocaron el derrumbe del sistema
financiero mundial a partir de 2007-2008. Pueden apostar, pues, a que
los bancos volverás a provocarlo.
Las medidas que están poniendo en marcha para rescatar a los bancos
españoles haciendo que España asuma un crédito multimillonario asociado a
condiciones macroeconómicas que van a hundir nuestra economía durante
años tampoco servirán para lo que dicen.
La solución no pasa por salvar a una banca zombi y arruinada como
consecuencia de su propia irresponsabilidad. Hay que pedir cuentas a los
banqueros que han destrozado el sistema financiero pero no se puede
confiar en ellos para ponerlo de nuevo en pie. Hay que salvar a la
economía y a las personas pero no a los banqueros ni a instituciones
corruptas que no cumplen con la función que deben desempeñar. Hay que
poner en pie un nuevo tipo de sistema financiero, con diferentes niveles
de acción, globalizado cuando se trate de financiar actividades
internacionales pero principalmente descentralizado y vinculado a la
economía del día a día que desarrollan las empresa productivas, los
trabajadores o las familias, firmemente anclado a principios éticos,
ajeno a la lógica compulsiva de creación de dinero mediante la deuda,
cooperativo y democrático. Y para ello es imprescindible nacionalizar la
banca para partir de cero y limpiar un sector que hoy día básicamente
se orienta a ganar dinero mediante la especulación financiera y a
acumular poder político, lo que para nada resuelve los problemas que
tiene una economía real al servicio de las personas y de sus
necesidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario