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jueves, 20 de diciembre de 2012

¿A algún político le preocupa el paro?...

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En Estados Unidos ningún presidente ha conseguido ser elegido si el paro estaba por encima del 8%. En la democracia española ningún presidente del Gobierno ha sido elegido con el paro por debajo del 8%. Si la principal preocupación de los políticos es su (re)elección, ¿a qué político español le va a quitar el sueño el desempleo masivo si no afecta directamente a sus expectativas electorales?
Esta es la reflexión que nos asalta cuando constatamos día tras día que, a pesar de ser el paro la primera preocupación de los españoles desde hace años, éste no ocupa casi ningún espacio en las declaraciones y actuaciones cotidianas de los responsables políticos, ya sean gobernantes o de la oposición. Se podrá argumentar que al ocuparse de recortes, de rescate a los bancos, de más o menos austeridad, de reforma laboral, se están preocupando de crear las condiciones para que vuelva el crecimiento y con él el empleo. Solo que, además de transmitir muy poca convicción al respecto puesto que la realidad desmiente constantemente la eficacia de sus recetas, no pueden esconder el hecho de que al crecimiento no se le espera hasta dentro de uno o dos años, en el mejor de los casos, y que será un crecimiento débil, lejos de las tasas que generan empleo.
webMás desalentador aún es pensar que, en el escenario ideal del inicio de un ciclo de crecimiento en uno o dos años, la tasa de paro en España seguirá en dos dígitos durante una década… ¡o dos! En efecto, la última vez que el paro se situó por encima del 24%, en 1994, tardó 12 años en bajar del 10% a pesar de un entorno económico boyante. Da la impresión de que la población ha interiorizado esta perspectiva como una fatalidad, que no cree que la política pueda cambiar algo y que, por lo tanto, ha desistido de exigir soluciones a los políticos. Una impresión corroborada por la consideración de la clase política como el tercer problema más grave, después del paro y la economía.
Un político honesto, realmente preocupado por el bienestar de sus ciudadanos, por el futuro de la juventud, no puede resignarse de esta manera. Por muy complejo que parezca el problema, no deben escatimarse esfuerzos en buscar soluciones y debatir todo tipo de ideas. Es una crisis sin precedentes y, como tal, requerirá respuestas excepcionales que no están en los manuales de economía. Se impone un esfuerzo a la vez de creatividad, para dar con fórmulas alternativas eficaces, y de rigor, porque la situación de las finanzas públicas no deja margen al error.
La primera condición para empezar a ver la luz es comprender que es indispensable invertir el orden de los factores. Ahora mismo la obsesión es domeñar a la prima de riesgo, pensando que una vez bajo control y restablecida la confianza se abrirá paso el crecimiento, tras el cual llegará el empleo. Las sucesivas cumbres europeas, rescates y recortes apenas han relajado la presión sobre la prima de riesgo, lo cual demuestra que se ha encarado el problema del revés. Las deudas sólo se devuelven creciendo. Los mercados recelarán de la deuda pública española mientras las perspectivas de crecimiento de nuestra economía sean poco alentadoras, y no lo serán hasta que el desempleo no deje de ser una losa demasiado pesada de levantar.
Las propuestas que hemos elaborado un grupo de militantes y simpatizantes del PSOE no resignados al desempleo masivo van en este sentido: generar rápidamente con ayuda pública un volumen masivo de contrataciones, acometer una reforma bancaria que genere nuevas fuentes de ingresos para financiarlas al inicio y estimular la demanda, a través de un rescate a las familias con dinero de los bancos, para que dichas contrataciones encuentren una viabilidad económica lo antes posible y se puedan retirar las ayudas. El diálogo con expertos nos ha demostrado que son vías prometedoras y que, en todo caso, vista la ausencia de alternativas, merecen ser estudiadas a fondo. Pero sobre todo, lo más significativo que hemos constatado es que, después de cualquier debate público en torno a ellas, el estado anímico de los asistentes se transforma. De la indignación y resignación inicial se pasa a una mayor dosis de optimismo y de esperanza de que no todo está perdido, de que todavía se puede liderar desde la política un esfuerzo colectivo y acelerar la salida de la crisis. No podía ser de otra manera si pensamos que la crisis no es una catástrofe natural, es un producto de decisiones humanas y, como tal, puede ser revertido por otras decisiones humanas, a condición de creer en ello, de deshacerse de prejuicios ideológicos que nos quieren convencer de que no hay alternativa y de combatirlos desde el rigor y el sentido común.
La mediocridad de la clase política tampoco es una fatalidad. Uno de los factores esenciales para mejorar su nivel es elevar el nivel de exigencia de la ciudadanía con respecto a la resolución de los problemas prioritarios. Si cada ciudadano o periodista que se cruce el político le pregunta qué propone para resolver el paro, insistiéndole hasta que articule una respuesta concreta, haremos que hagan de ello una preocupación, primer paso para que se convierta en una ocupación.

1 comentario:

  1. Me gusta, me gusta y, por si aún no lo he dicho, me gusta mucho

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