En política no es que no haya una única vara de medir, sino que ni
siquiera hay dos. Así, a vuela pluma, podemos destacar una primera vara
de medir según las afinidades ideológicas, una segunda en función del
sexo de la persona en cuestión, una tercera por su procedencia social y
una cuarta por su raza. Y no necesariamente por este orden.
El nivel de crítica se dispara exponencialmente si das positivo en
más de dos parámetros. Apenas si conozco a Susana Díaz y puedo compartir
alguna de las críticas o reservas que se plantean pero me resulta
llamativa la ferocidad que han empleado con ella antes de que empiece su
andadura y, sobre todo, el hecho de que estos argumentos no se utilicen
contra otros representantes políticos.
La elección de Susana es, según el PP, “una farsa, un fraude” porque
no ha pasado por las urnas. Sin embargo este mismo partido considera
“impecablemente democrático” que el Presidente de la Comunidad de
Madrid, Ignacio González o el de Valencia, Alberto Fabra, hayan sido
elegidos por sus asambleas sin pasar por las urnas.
La forma de elegir a Susana ha sido considerada como “un dedazo”, un
“susanazo”, una imposición de Griñán. Los déficits de este proceso no
pueden ocultar que en el PP el candidato es elegido por “las autoridades
competentes”. De hecho Zoido afirma que están “a la espera de lo que
decida Rajoy sobre la candidatura”, pero esto no es dedazo es liderazgo.
Susana Díaz es una persona que “no ha trabajado en su vida en la
empresa privada ni ha hecho oposiciones en la Administración pública”.
Efectivamente esto es así y soy también de las que creen que esto, no es
que los inhabilite en absoluto para un cargo, pero supone un cierto
déficit. Lo que no nos cuentan es la lista interminable de políticos
andaluces y estatales que carecen de este currículo laboral o es tan
escuálido como una raspa de sardina comenzando por Arenas, Fátima Báñez,
Ana Mato, Antonio Sanz o el propio Felipe González.
La juventud se ha convertido en un reproche a la futura Presidenta. A
los 39 años es, por lo visto, una joven cachorro y una niñata
inexperta. Rafael Escuredo tenía 38 años cuando se convirtió en el
primer presidente de la Junta, Borbolla 36, Felipe González con 34 años
era jefe de la oposición y Aznar con esta misma edad presidente de
Castilla y León. Claro que eran hombres, tenían barba o pintaban canas.
Nadie se atreve a criticar sus orígenes modestos, pero muchas
afirmaciones rezuman un clasismo cierto. Aunque tenga una carrera
universitaria es “indocumentada”. “Barriobajera”, “trianera”, “de
estética poco depurada” calificativos que exudan la incomodidad ante
quien pisa el poder sin desprenderse totalmente de sus orígenes.
Pero donde la crítica se vuelve apoteósica es en su condición de
mujer. Susana no ha llegado a ser consejera sino que “se encaramó al
poder”; no es decidida o valiente sino “ambiciosa”; no es inteligente
sino “lista”; no aprende, sino que es “esponja”; no ha ganado congresos
sino “ha fulminado a sus adversarios”. El marco se completa con un
repaso a su estilismo, al color de su pelo o de sus blusas. Si esto no
es sexismo, explíquenme de qué se trata.
Todo es banal, vacío, irrisorio. Lo realmente importante es si el
próximo Gobierno tendrá fuerzas y ganas para sacar a Andalucía de este
agujero de desesperanza; si por fin tomarán como propio el reto del
desempleo; si tienen proyectos nuevos, apertura real a la sociedad y
sienten como suyos los problemas de la ciudadanía.
Concha Caballero publicó este artículo el 31 de agosto en opinión de El País, y creo que esta vez no tiene razón... por el hecho de ser mujeres, no podemos defender lo indefendible.
Yo soy mujer y es verdad que tenemos que demostrar dos, tres... veces más lo que valemos, hay otra vara de medir para nosotras.
Pero que en el PP o donde sea no haya primarias no quita que la elección de la Sra. Díaz no haya sido una pantomima democrática. La ha elegido Griñán y la han impuesto unas condiciones imposibles del, por y para el aparato. Una vez más el resto no importa. Ella misma aceptando esas condiciones, ha entrado en el juego de la no transparencia y falta de democracia que antes o después le pasará factura.
Si criticamos que los partidos son una oficina de empleo de sus afiliados ahora no podemos defender que una mujer de 39 años sólo haya comido del PSOE. Los cargos o puestos no pueden ser vitalicios y menos en los tiempos que corren.
Creo en la valía a cualquier edad y del resto de tu exposición lo que me parece impresentable son los calificativos respecto a su físico, su forma de vestir o su origen. Lo demás va en el sueldo ¿de cuantos políticos hemos dicho “se encaramó al
poder” “ambicioso” “listo” “ha fulminado a sus adversarios” o “indocumentado” ?
No conozco a ésta señora ni vivo en Andalucía, pero soy mujer y creo que el y tú más es una defensa equivocada siempre y para cualquier circunstancia de la vida
En fin, a un político hay que juzgarlo por sus acciones y éstas siempre tienen un pasado y un presente. El futuró... ya se verá
Y la transparencia no se vende ni se compra: se ejercita
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