Muy a menudo, cuando nos olvidamos de lo importante que es y descuidamos nuestra escritura, la primera en salir perjudicada es la puntuación. ¡Qué complicado es entender un texto mal puntuado, y qué trabajoso leerlo!
Amén de las indicaciones de la Real Academia Española al respecto, es muy útil el libro de José Antonio Millán, Perdón, imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente (RBA
Libros, 2005). En el prólogo al práctico manual, Millán recuerda una
anécdota que ha proliferado en los ambientes escolares de boca en boca
con el fin de demostrar lo importante que es puntuar bien. Merece la
pena reproducirla.
Atribuida a Carlos V, aunque a veces figura
referida a otros reyes, la anécdota cuenta que al emperador se le dio
para ser firmada una sentencia que decía lo siguiente:
Perdón imposible, que cumpla su condena.
Sin
embargo, al monarca le pudo su bondad y antes de devolver la sentencia
firmada, cambió la coma de lugar, dejando la frase así:
Perdón, imposible que cumpla su condena.
Una coma –o ni siquiera: ¡la posición de una coma!– salvó a un hombre nada más y nada menos que de la muerte.
Millán recoge atinadamente la historieta, que figura en el prólogo de
su libro, para recordarnos lo fundamental que es puntuar bien.
Coma
Del griego comma,
‘trozo, corte’: la coma es la pausa más breve que podemos marcar en un
enunciado. Hay muchas ocasiones en que, sin embargo, no debemos usarla.
Por lo general (aunque hay excepciones) no debemos poner una coma antes de la conjunción y. Desde luego, cuando ésta liga el último término de una enumeración, la coma sobra:
Trajo muchísimas cosas a la fiesta: vino, patatas, galletas, pistachos, y postre.
Además, tampoco debemos incurrir en un error frecuentísimo: el de instalar una coma entre el sujeto y el verbo de una oración. Es habitual verlo escrito, pero es incorrecto y revela una puntuación deficiente.
Todos los hombres, merecen un trato social no discriminatorio.
Todos los hombres, merecen un trato social no discriminatorio.
Hay
quien ha reivindicado su uso cuando el sujeto de la oración es muy
largo y el cuerpo nos pide una pausa, pero no debemos olvidar que la puntuación escrita no es una transcripción literal de las pausas que hacemos al hablar.
Como escribió María Moliner, “ni todas las pausas con que se modula el
lenguaje hablado se transcriben en el escrito, ni todas las pausas que
se representan con comas (…) se hacen siempre en el lenguaje hablado”.
Punto y coma
El
punto y coma es el gran olvidado de la puntuación, pues su empleo es
muy preciso y a veces resulta complicado saber cuándo debe usarse
exactamente. Sin embargo, tampoco hay que forzar: a veces intentamos escribir un punto y coma, precisamente por su originalidad o porque nos parece signo de una escritura elevada, y el resultado no es sino un fracaso estrepitoso.
Un buen ejemplo para ilustrar su uso nos lo ofrece la siguiente frase de Baroja:
Tengo que hablar de mí mismo; en unas memorias es inevitable.
Una coma habría sido demasiado leve, pero la estrecha relación entre las dos oraciones también dificulta el uso del punto.
Dos puntos
Los dos puntos sirven de entrada a las enumeraciones, a las explicaciones y a las ampliaciones. Así la utiliza Cortázar:
Nuestro reino era así: una gran curva de las vías acababa su comba justo frente a los fondos de nuestra casa.
Además, las citas literales se anteceden también con dos puntos. Tras ciertas expresiones que recapitulan o introducen un nuevo tema (por cierto, ahora bien…) podemos, asimismo, usarlos.
En
el encabezamiento de cartas o correos electrónicos nuestra tradición
utiliza el uso de los dos puntos aunque, por influencia del inglés, cada
vez es más frecuente hallar en ese lugar una coma.
Podemos ilustrar la diferencia entre el punto y coma y los dos puntos
(cuya pausa es más o menos equivalente en cuanto a la duración) con una
corrección que realizó Borges sobre una frase de su texto «El Aleph», y
que Millán reseña muy atinadamente. La oración inicial decía así:
—[…] Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar.
A partir de 1974:
—[…] Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar.
Como se dice en Perdón, imposible:
“El matiz es importante: en la primera versión la propiedad y la
historia del descubrimiento son hechos independientes, aunque
relacionados. En la segunda hay un enlace causal entre ambos: el Aleph
pertenece al personaje porque se lo encontró hace mucho”.
Es
incorrecto, finalmente, el empleo de los dos puntos entre una
preposición y los sustantivos que la siguen, como en el siguiente
ejemplo:
Acudieron a la presentación actores de: la industria del cine, el mundo del teatro y la televisión.
Puntos suspensivos
Su utilización apenas ofrece dudas, pero sí es importante recordar una cosa: los puntos suspensivos son tres y sólo tres. Utilizar más (salvo que vayan acompañados del punto de una abreviatura) es incorrecto y revela una escasa cultura.
Punto
En
un principio el punto se utilizó para separar las palabras, pero los
gramáticos de los siglos IV a VIII empezaron a emplearlo para señalar
las pausas. Es curioso que la altura a la que se escribía el punto era
variable: cuanto más alto se marcaba el punto, más larga sería la pausa. Tal vez sea uno de los signos de puntuación que menos dudas suscita, aunque nunca están de más algunas apreciaciones.
Al final de los títulos o después de los signos de cierre de admiración y exclamación no debemos poner punto alguno. En el caso de las comillas de cierre, el punto sí debe incluirse, siguiéndolas a ellas; lo mismo sucede con los paréntesis o las rayas.
Lo más frecuente en la actualidad es que las siglas no lleven punto (escribimos IVA y no I.V.A).
Como
se indica en el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE, se escribe
punto detrás de las abreviaturas, “salvo en el caso de aquellas en las
que el punto se sustituye por una barra”, como es el caso de calle, cuya abreviatura es c/. Cuando una abreviatura coincide con el final de una oración, su punto se fusiona con el de ésta.
No obstante, “los otros signos de puntuación (…) sí deben escribirse
tras el punto de la abreviatura; por lo tanto, si tras una abreviatura
hay puntos suspensivos, se escriben cuatro puntos”.
Las
abreviaciones de las unidades de medida (m, km, l) y los nombres de los
libros de la Biblia (Gn, Ex) no son abreviaturas, sino símbolos, por lo
que debemos escribirlas sin punto.
Otra muestra de la importancia de los signos de puntuación.
ResponderEliminarEn el monasterio de Montserrat (Cataluña) existe una inscripción que dice: CATALUNYA SERÀ CRISTIANA O NO SERÀ.
Però se atribuye a Maria Aurelia Campmany la lectura que debe ser:
CATALUNYA SERÀ, CRISTIANA O NO, SERÀ.
Un gran cambio de significado.