-Si es que mi perro Leo es listísimo, me entiende todo, todo.
-Pues no veas como es Agua, te juro que se entera perfectamente de si estoy mal o bien.
Antes de ser emperrada, oía conversaciones de este tipo y automáticamente clasificaba a ambos interlocutores de, como poco, algo perturbados. Personas que estaban humanizando a los animales que vivían con ellos. Como siempre, la ignorancia es muy atrevida. Y la ciencia está hallando pruebas de esa asombrosa capacidad de comunicación entre las especies humana y canina, alejadas evolutivamente millones de años.
Un estudio publicado hace unas semanas en Current Biology y realizado por investigadores de la universidad de Budapest demuestra por primera vez mediante imágenes que los cerebros de perros y personas tienen áreas similares sensibles a las voces y sonidos de comunicación y además, ambos distinguen el colorido emocional de lo que escuchan y por tanto, son capaces de reconocer e interpretar. Es decir, que ambos cerebros se entienden. Ya se había descrito estas zonas "de voz" en humanos, (2000) y se creía que eran exclusivas, al menos, de los primates. Pero no es así. No somos tan distintos a los perros, al menos en eso.
El investigador principal de este estudio, Attila Andics, explica por teléfono desde Budapest el gran hallazgo: "Perros y hombres procesan la información de manera similar y en las mismas regiones del cerebro". Andics es neurobiólogo y trabaja junto a otros nueve colegas en el Grupo de Investigación de Etología Comparada MTA-ELTE de la Universidad Eötvös Loránd. Se propuso utilizar el mismo método de recogida de datos en perros y hombres, muy diferentes como especie pero acostumbrados a milenios de convivencia, para ver como eran capaces de comunicarse. Y lo ha conseguido, además, como han saludado otros colegas, utilizando técnicas no invasivas. En este caso, la resonancia magnética funcional, que muestra los cambios que se producen en el cerebro cuando éste se somete a determinados estímulos. "Es la primera vez que comparamos la función cerebral de humanos y de otro animal que no es un primate", explica Andics en el video resumen de su artículo.
El investigador reclutó, con la ayuda de "un gran grupo de dueños muy entusiastas", dice, a 11 perros que debían ser entrenados para estar muy quietos en el tubo de un aparato de resonancia magnética, que, como sabe cualquiera que haya sido sometido a esta prueba diagnóstica, produce un ruido infernal. Mediante golosinas y reconocimiento, los canes (entre ellos border-collies y golden retriever, como se ve en las fotos), conseguían estar tumbados sin moverse hasta seis minutos. Y otros, fuera del aparato, veían como su compañero era acariciado y premiado de forma continua. "Todos deseaban participar en el juego", dice Andics.
A ver, ¿quién se ha escaqueado? Diez de los 11 perros protagonistas de la investigación. /BORBALA FERENCZY
Por el movimiento y la actividad observadas en la prueba, los investigadores encontraron además, que perros y personas procesaban la información recibida (el tipo de sonido y su tinte emocional) de una manera similar. "Es el primer paso para entender que es lo que hace que la comunicación entre ellos y nosotros sea tan exitosa", explica Andics.
Así que, si tienes perro y piensas que te entiende muy bien, no es que el hecho de quererle tanto perturbe tus percepciones. Has acertado.
El investigador reclutó, con la ayuda de "un gran grupo de dueños muy entusiastas", dice, a 11 perros que debían ser entrenados para estar muy quietos en el tubo de un aparato de resonancia magnética, que, como sabe cualquiera que haya sido sometido a esta prueba diagnóstica, produce un ruido infernal. Mediante golosinas y reconocimiento, los canes (entre ellos border-collies y golden retriever, como se ve en las fotos), conseguían estar tumbados sin moverse hasta seis minutos. Y otros, fuera del aparato, veían como su compañero era acariciado y premiado de forma continua. "Todos deseaban participar en el juego", dice Andics.
A ver, ¿quién se ha escaqueado? Diez de los 11 perros protagonistas de la investigación. /BORBALA FERENCZY
Además de los perros, un grupo de personas (22, concretamente) escucharon, metidos en el tubo del aparato, 200 sonidos de tres clases, humanos, caninos y ambientales. Es decir, desde gemidos perrunos hasta risas, pasando por timbrazos o el rumor del tráfico en la calle. Un gran abanico que fluctuaba, según cuenta el investigador Andics, entre sonidos de gran alegría (carcajadas, ladridos de contento) y alta negatividad (gruñidos de ataque, llanto).
El experimento demostró que el cerebro de los perros posee un área similar a la zona vocal humana localizada en el lóbulo temporal, situada, además, en un lugar parecido.También, que cada especie reaccionaba con mayor intensidad a los sonidos emitidos por los miembros de la propia estirpe: los perros a los ladridos y gruñidos y los humanos a los llantos o las risas. "Este hallazgo quiere decir que estas zonas pueden haber evolucionado hace 100 millones de años, cuando las especies humana y canina tuvieron un ancestro común", mantiene Attila Andics.
Las áreas de voz de los cerebros humanos y caninos, dibujadas en base a las imágenes captadas mediante resonancia magnética funcional./CURRENT BIOLOGYPor el movimiento y la actividad observadas en la prueba, los investigadores encontraron además, que perros y personas procesaban la información recibida (el tipo de sonido y su tinte emocional) de una manera similar. "Es el primer paso para entender que es lo que hace que la comunicación entre ellos y nosotros sea tan exitosa", explica Andics.
Así que, si tienes perro y piensas que te entiende muy bien, no es que el hecho de quererle tanto perturbe tus percepciones. Has acertado.
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