Era 1998. Una amiga, bueno más que amiga, casi una hermana, tenía que acompañar a su marido a un acto muy importante en Estocolmo. Acudir a estos sitios "obliga" a un protocolo de moda y una puesta a punto de un armario. En el outlet de El Corte Inglés compramos a muy buen precio unos cuantos conjuntos de marcas de lujo que resolvían parte de los eventos.
Para el día más importante llamamos a la casa de Jesús del Pozo y no nos abrió nadie. Felix Sabroso nos aconsejó a Devota y Lomba y allí fuimos en su nombre. Nos atendieron con mucho cariño y fabricaron dos vestidos, uno rojo con mensaje en el bajo y uno gris plata más elegante.
Del bolso nadie dijo nada, pero para mi los complementos son casi tan importantes como los vestidos. Un día paseando me quedé mirando el escaparate de una tienda de antiguedades y descubrí una boca de plata con querubines que me dejó fascinada. Cual no sería mi asombro cuando descubrí que el dueño era un viejo conocido de el Rastro de Madrid. Nos saludamos con mucho cariño y le conté que me encantaba algo del escaparate. Lo sacó y me dijo "es una verdadera joya de plata antigua"
Cuando lo depositó en mis manos sabía que era lo que estaba buscando.Me dijo que tenía dos más, así que podía elegir entre tres. ¿Para qué elegir?
Salí de la tienda con los tres. Uno para ella, otro para mi amiga Saro y otro que me he quedado yo. Las tres unidas por querubines, recuerdos y un bolso que son lo mismo pero no es igual
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