Concha Caballero
10 MAY 2013
A fuerza de repetírselo se han creído delicados jarrones chinos que
hay que situar en un lugar destacado. La metáfora se aplicaba, en
principio, a los expresidentes de Gobierno que, una vez agotado su
mandato, debían tener cierta visibilidad inútil en un ángulo oscuro de
los becquerianos salones del poder pero pronto, por simple imitación,
cientos de expresidentes de comunidades, insignes alcaldes, presidentes
del Congreso o comisarios europeos reivindicaron el estatus de jarrón chino y ahí están, afeando nuestras casas y entorpeciendo cada día más nuestros pasos.
Hasta hace poco tiempo se conformaban con un cierto estatus
institucional pero, con el paso del tiempo, han adoptado un relativismo
moral que afecta por igual a la política, a la ideología y al bolsillo.
Estos delicados jarrones chinos son ahora el estandarte de empresas
energéticas y de comunicación. De alguna forma se justificaran a sí
mismos sus sueldos millonarios, sus dedicaciones estrambóticas, pero son
un claro mensaje a la ciudadanía del final de los principios y de la
ética política.
Todos los partidos poseen su temible colección de jarras y jarrones
chinos pero en el caso del PSOE la aglomeración de estos feos objetos es
realmente terrible. Inundan los lugares de paso, las zonas de descanso e
incluso las salidas de emergencia necesarias ante esta pavorosa crisis.
Los peldaños del ascenso social son fáciles de subir porque el éxito
—que no el amor, querido Shakespeare— hace livianas las cuestas y nos da
alas para superar los muros, sin embargo, bajar las escaleras con
elegancia es un difícil arte que la democracia española no ha aprendido
todavía. Por eso, sería bueno tener en cuenta alguna de estas
recomendaciones, que el pueblo llano conoce perfectamente, pero que
vuestro autoengaño os impide siquiera divisar.
Primero: No te pagan por trabajar en la empresa privada, ni siquiera
por trabajar. Lo hacen para comprar una marca, una fidelidad a los
intereses privados por encima de cualquier consideración pública.
Aceptando sus proposiciones estás diciendo que todo se vende y se
compra, que la vida política es sólo un eslabón para el ascenso social
más descarado. Léete a Balzac, por favor.
Segundo: que los grandes grupos comunicativos no te hacen entrevistas
exclusivas por la importancia de tu figura sino porque tus
declaraciones van a ser la munición con la que carguen contra la fuerza
política a la que representaste. Resulta completamente obsceno el
desfile de antiabortistas, vaticanistas, monarquistas empecinados, adoradores de las políticas austericidas, defensores de Angela Merkel, anticatalanistas, antiautonomistas que exhiben en sus títulos de crédito la marca PSOE.
Tercero: Por muchos años que hayas ejercido el poder, no eres el más
listo, el único que comprende la complejidad de la situación. Nadie te
ha expedido un título que te permita mirar por encima del hombro al
conjunto de la ciudadanía y ni te han acreditado como jurado de las
actuaciones de tus compañeros. No hay personas más torpes y molestas que
quienes piensan que no pueden aprender nada de los demás.
Cuarto: Sería conveniente que te preguntaras qué has hecho de tu
vida, cómo has conseguido ser tan desgraciado, no disponer de una
profesión propia, de un lugar al que volver. Es necesario ser un poco
tonto para considerarse tan listo. Pregúntate en qué momento buscaste en
la prensa solo tus fotos y tus titulares; cómo tu vida se separó tanto
de la de la gente normal; cuándo te aterrorizó volver a tu barrio y a un
círculo de amigos que no sean un club de aduladores.
Quinto: Si aún así persistes en formar parte de la rebelión de los
jarrones chinos, crea junto con los demás un nuevo partido. A fin de
cuentas no hay nada más parecido a un jarrón chino que otro. Solo os
separan las marcas que os esponsorizan pero en todos late idéntica
prepotencia, similar convencimiento de que la realidad es inamovible y
la rebeldía un error. El gusto por la comida cara y las marcas de lujo
harán el resto.
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