Eduardo Berzosa, la bonhomía hecha persona. Solidario y generoso que con 94 años sigue con las botas puestas, porque cuando alguién te necesita no te puedes parar.
Un ejemplo para TODOS  que TODOS deberíamos seguir.
Señor Berzosa, Gracias.
Eduardo Berzosa, 92 años: “El voluntariado lo es todo” Autor: José Antonio Ritoré
Eduardo Berzosa en la sede del Banco de Alimentos en Madrid
Don Eduardo Berzosa está a punto de cumplir 93 años y se mueve con la
 misma energía y vitalidad con la que habla y bromea. Si alguien tiene 
el antídoto contra la depresión post-jubilación, ese es este 
ex-empresario (“empresarillo” dice él) que desde hace 17 años acude cada
 mañana a una nave dentro del recinto del colegio de San Fernando, en la
 carretera de Colmenar Viejo, sede del Banco de Alimentos de Madrid.
Eduardo nunca había hecho voluntariado, su vida 
había estado dedicada a sus tres tiendas de deportes en Madrid y a sus 
ocho hijos. Así que cuando desaparecieron sus obligaciones laborales y 
se relajaron las familiares, siguiendo la recomendación de uno de sus 
hijos, decidió unirse a una organización que acababa de nacer. Corría el
 mes de diciembre de 1994 y el Banco de Alimentos había empezado a 
caminar en septiembre. Tenía 76 años.
Lo que surgió como una distracción para mantener la actividad y 
llenar horas se ha convertido en ingrediente esencial de su vida.
Esto es todo para mí. Vengo todos los días y me he encariñado con el Banco y con la gente que trabaja conmigo, y es una labor muy bonita. Siento un beneficio muy claro y a mí me viene muy bien. Me encuentro muy a gusto.
Eduardo empezó haciendo de todo en los orígenes de la institución, desde labores administrativas hasta conducir y transportar los alimentos en su camioneta. Ahora trabaja en el departamento de distribución, él se encarga de asegurar que los suministros lleguen a su destino.
Esos destinos los ha ido marcado con chinchetas en un gran mapa de 
Madrid. Es una forma de representar visualmente su labor, de sentir que 
lo que hace está marcando la diferencia, es su manera de señalar la 
trascendencia del “papeleo” que cada día, de 9 a 14, realiza en la 
oficina.
Desde su posición tiene una buena panorámica sobre los efectos de la eterna crisis
 en las necesidades de comedores sociales y ONG. Afirma que ahora hay 
una buena cantidad de organizaciones en lista de  espera para recibir la
 ayuda del Banco y sostiene que en lo que más se  ha notado la coyuntura
 económica es en la reducción de las aportaciones que venían  realizando
 las grandes cadenas de alimentación.
Y aunque la mayoría de su tiempo lo pase en una mesa, acompañado de 
un ordenador y de papeles, se nota que le gusta salir de la oficina y 
pasear entre los pasillos de palés y estanterías llenos de conservas y 
alimentos no perecedos. Con sus zapatillas deportivas y un simple 
jersey, desafiando al frío que sí sentía este que escribe, Eduardo se 
mueve por el Banco como si estuviera en casa, soltando chascarrillos e 
intercambiando bromas con cada voluntario que se cruza.
Al hacer alusión a su edad, Eduardo se ríe.
Yo es que no me lo noto!!! Seguramente se me reflejará en la cara. Sí, me miro al espejo y digo, estás jodido!! Quizás lo noto más cuando me hago una foto con los nietos!
Y esquiva la insistencia del entrevistador sobre lo extraordinario de
 su estado físico y mental y sobre si se imagina haciendo esto con 100 
años.
Yo no pienso nada!!
Eduardo disfruta en el Banco, disfruta haciendo lo suyo y “metiéndose en todos los charcos”. En los últimos 17 años solo ha faltado a raíz de un accidente “laboral”, fue atropellado por una grúa en una visita a un hipermercado y estuvo a punto de perder la pierna.
Cuesta creer que Eduardo Berzosa esté a punto de cumplir 93 años, 
cuesta pensar que una persona con 76 años y una vida tan intensa a sus 
espaldas decidiera involucrarse de tal manera en un voluntariado. Desde 
luego es un caso excepcional, pero es un gran espejo en el que pueden 
mirarse no solo los jubilados y jóvenes pre-jubilados de los tiempos 
actuales, sino cualquiera de nosotros.
Eduardo parece haber hecho suya una frase de un coétano, José Luis Sampedro: “El tiempo no es oro, el tiempo es vida”.
en éste enlace puedes ver la última entrevista
cada vez que veo esto se me pone la piel de gallina al darme cuenta de lo que es mi abuelo... yo quiero ser como el desde k naci he querido ser como el pork es un orgullo que te pregunten y decir "si mi abuelo trabaja a sus 93 años en el banco de alimento" te quiero abuelo eres un ejemplo para mi
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