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jueves, 27 de junio de 2013

Más allá del Arco Iris... Mercedes de Pablos

Mercedes de Pablos Candón

Cuando el 28 de junio de 1969 la policía neoyorquina asaltó a mamporro limpio el Stonewall, sonaba Somewere Over The Rainbow como homenaje a la recién enterrada Judy Garland, la eterna Dorothy del Mago de Oz. Siento que, de alguna forma, la libertad estaba allí escalando un último peldaño, dispuesta a que aquellos que callaban levantaran la mano para defenderse y decir basta. El Arco Iris, ese pequeño milagro óptico y meteorológico, se convirtió en el símbolo de la reivindicación sexual de la diferencia. La bandera gay la hemos llamado desde entonces. La libertad sexual quiero llamarla yo, como la siento, como la reivindico.

En el Arco Iris no hay blanco ni negro, hay luz, con todos los matices y las gamas que la naturaleza puede darle a sus siete colores, del rojo al violeta. En la identidad de cada cual cabe todo menos las etiquetas. Por más que nos dejemos reagrupar en rasgos comunes: los blancos y los negros, los altos y los bajos, los hombres y las mujeres, los de la Sierra de Aracena y los de Sanlúcar la Mayor. Hasta en ese apresurado y alicorto conjunto podrían entrar infinitas variables, mujer, bajita de Aracena y negra, hombre, alto, blanco, de Sanlúcar. Uno de los dos sujetos, por ejemplo está enamorado de Echanove. Averigüen quién, podría ser cualquiera de los dos. Este sábado la marcha del Orgullo del Sur va a inundar Sevilla de Arco Iris, banderas de alegría y de paz. El reconocimiento de la diferencia con el que, desde aquella fecha mítica del 69, grupos homosexuales quisieron zarandear a la sociedad de los homologados, los normales, ha ido tornando en los últimos años en una tremenda algarada llena de provocación, con atuendos imposibles y lemas destroyer (no reproduzco el de la almeja porque no me deja mi pescadero), un espectáculo chillón donde se canta a Camilo Sexto más que a Labordeta. Hay quienes taimadamente critican la marcha por excesiva, tampoco es para tanto, dicen, los heterosexuales no nos disfrazamos para hacernos visibles. Argumento tan pueril no invita a entrar al trapo, nos disfrazamos todos, y más aquí, en esta Sevilla-calle donde, ejemplo, unos romanos maravillosos acompañan a la madre de un dios que es Virgen cada año. La libertad. Para todos los gustos y todas las estéticas. Para los tímidos y para los estrafalarios. Para los que aman a Echanove y las que se estremecen con Patti Smith. (¿Ven? Alguno habría elegido a la Monroe de mito sexual, así es la vida, cada uno arrastramos nuestras debilidades). Los indios de Lacandona, allá en Chiapas, cubrieron su rostro con pasamontañas para hacerse visibles. Esa misma paradoja, mostrarse diferente para ser iguales, ocurre cada año en la Marcha del Orgullo del Sur. Aunque se etiquetan con minuciosidad de etólogo, Lesbianas, Gays, Transexuales o Bisexuales, en realidad están reivindicando a la persona, a los seres humanos con toda la ambigüedad y la certeza de su identidad personal. Ese arco iris es mío. Y suyo. Tal vez sea el momento de que caigan las siglas, de que los LGTB se llamen Colectivo de Libertad Sexual. También los heterosexuales, nadie es perfecto, que diría Joe E. Brown.

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