Artículo publicado por Vicenç Navarro, 29 de mayo de 2013
Este artículo critica las estrategias encaminadas a reducir el tamaño de las entidades financieras
a base de estímulos e incentivos a la banca.
Una consecuencia de la crisis causada
por el comportamiento especulativo de los grandes bancos (que al
colapsarse han requerido la ayuda masiva de fondos públicos a fin de
evitar la desaparición del sistema financiero) es que se ha llegado a la
conclusión que no es bueno para la eficiencia requerida en un sistema
económico tener bancos tan grandes, cuyo colapso pueda tener tanta
repercusión en todo el sistema económico. “Too big to fail” (“Demasiado
grande para que se colapse”) fue un lema constante durante la crisis
financiera que justificó la ayuda masiva de los Estados a los grandes
bancos. De ahí que, después de la crisis, surgiera una convicción
bastante generalizada de que los grandes bancos deberían o bien hacerse
más pequeños, o romperse en varios, de manera que su futura crisis no
arrastrara a todo el sistema financiero. Hasta aquí, más o menos el
consenso entre las autoridades reguladoras de la banca y otras
instituciones financieras. Pero, a pesar del supuesto consenso, ningún
gran banco en ningún país se ha dividido en varios. ¿Por qué?
La respuesta convencional es que se
tiene que conseguir la reducción de los bancos incentivando su división
en varias ramas. Se nos dice constantemente que siempre es mejor hacerlo
a base de incentivos que hacerlo a la fuerza, con intervención del
Estado. Pero ello lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo se incentiva a un
banco para que se divida en varios? La medida más común tomada por las
agencias reguladoras es requerir una cantidad mayor de reserva en su
capital a fin de cubrir situaciones de elevado riesgo. El incentivo para
la rotura o división es que esta exigencia vaya aumentando hasta que
afecte negativamente los beneficios de la entidad financiera, lo cual
creará una protesta entre los accionistas, que forzarán una disminución
del tamaño del banco para que el requerimiento de capital de reserva sea
menor. Por ingenuo que parezca el planteamiento, lo cierto es que ésta
es la estrategia del Banco Central Estadounidense (el Federal Reserve
Board). Por cierto, el Banco Central Europeo ni siquiera ha considerado
esta alternativa. En realidad, no ha hecho nada (repito, nada) para
disminuir el tamaño de los grandes bancos.
El punto flaco de la
estrategia de disminuir el tamaño de los bancos a base de incentivos es
que ingenuamente asume que los accionistas presionarán para que el banco
reduzca su tamaño a fin de conservar sus beneficios. En realidad,
ningún banco se ha empequeñecido a base de tales incentivos, y es más
que probable que ninguno se dividiera como consecuencia de ellos. Los
gobernadores de tales bancos –que son los que deciden y cuyos ingresos
astronómicos los definen ellos mismos, independientemente de la
eficiencia de la institución financiera- tienen mil subterfugios para
garantizar sus ingresos e independencia. Y son plenamente conscientes de
que si corren peligro en sus inversiones especulativas, el Estado los
ayudará. Pare ello pagan enormes cantidades en apoyo a los partidos
políticos y agentes reguladores de sus actividades (bien legal o
ilegalmente).
Sería mucho más
sencillo que el Estado interviniera y forzara la división de los bancos,
lo cual es legal y constitucionalmente posible. Y sería mucho mejor.
Como bien escribe James Kwak en su artículo “If the Fed Knows Banks are
too Big, Why Doesn’t it make them Smaller?”, si el gobierno federal
estuviera preocupado sobre la seguridad de los vuelos aéreos, no
intentaría mejorar tal seguridad, aumentando el pago por revólver que
cada viajero podría llevar a bordo, sino que prohibiría a los viajeros
llevar armas. ¿Por qué no se aplica el mismo criterio a los bancos? Y la
respuesta es súper sencilla. Porque los políticos no quieren
antagonizar a la gran banca. Así de claro. Es la misma razón de que los
Estados de la Unión Europea o del G-8 o del G-20 no hayan hecho nada en
relación a los paraísos fiscales, entre otras muchas intervenciones. Y
mientras, la ciudadanía de tales Estados continúa contribuyendo, a
través de impuestos, a la supervivencia de tales bancos. Si el lector no
está indignado es que no entiende lo que está pasando a su alrededor.
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