19-10-2012
La esposa tertuliana: Edurne Uriarte defiende a su marido Wert en la tele de los obispos
28-11-2012
Wert y Edurne Uriarte rompen su relación
Ministro y colaboradora de FAES se dan un tiempo, si bien mantienen una "muy buena relación".
5-06-2013
Wert cambia a la tertuliana Uriarte por la mujer más rica del Gobierno
Su secretaria de Estado, Montserrat Gomendio, ha
presentado ya su demanda de divorcio mientras comparte vacaciones con
el ministro
Una experiencia vivida hace unos días me ha llevado a concluir que estoy atravesando una época de un enorme equilibrio espiritual. Sin
necesidad de un psicólogo que me lo certifique, porque he tenido una
prueba contundente: mi reacción al horror de que un camarero arrojara ¡una copa entera de vino! encima de mi último bolso Gucci. Recalco
lo de último porque como tal último es el más querido y lo de Gucci por
lo que me había costado. Y ni así me alteré. Bien es verdad que se
trataba de vino blanco y creía recordar que el blanco no manchaba y bien
es verdad también que el camarero era muy guapo, datos ambos que explican parte de mi extraña respuesta.
Pero ni una cosa ni la otra restan valor a lo extraordinario de mi calmada actitud,
a que no me inmutara siquiera al observar los enormes chorros de vino
que caían por encima de mi Gucci. Un espanto capaz de alterarme en
cualquier otro momento. Y es que entre las tonterías materiales que me pueden irritar,
y admito, por supuesto, que estamos hablando de pequeñeces, los
accidentes de mis bolsos ocupan uno de los primeros lugares, más o menos
empatados con los cafés que no están ardiendo, tal como lo especifico
siempre. Lo que demuestra que pertenezco a ese amplio grupo de mujeres
apasionadas de los bolsos que debe de ser comparable, supongo, al de los
hombres amantes de los coches. Con la diferencia de que lo de los
coches me cuesta un poco más entenderlo y lo de los bolsos hace que sienta un poco de compasión por los hombres, por lo complicado que es para ellos llevarlos, a no ser que seas gay y puedas hacerlo sin que te miren mal.
Pertenezco es ese grupo de mujeres que una amiga mía llama Barbie Complementos.
Y lo asumimos encantadas, nos divertimos siendo Barbies Complementos,
no lo vamos a negar, aunque a veces nos critiquen por ello. Piensan
algunos que esa pasión por los bolsos debe de tener algo que ver con la exhibición de estatus,
como lo de los coches y los hombres, lo de la presunción de poder a
través del coche, de su marca y de sus caballos. Puede que sí, que haya
algo de eso.
Pero yo le doy más importancia, mucha más, al simple placer de la belleza, a que algunos bolsos son pequeños objetos de increíble diseño y hermosura que puedes contemplar a lo largo de todo el día,
y que, a diferencia de la ropa que llevas puesta, dejas encima de una
silla y de una mesa y admiras, yo lo hago, mientras te tomas un café. Un
pequeño objeto que disfrutas mientras lo tocas y revuelves en su
interior y que mantiene intacta su belleza durante años.
Y dejas encima del sofá o de una cómoda cuando llegas a casa, y su
belleza, piensas, compite con un jarrón o con una escultura.
Supongo que se trata del mismo placer
que siente un amigo mío, que me enseña las fotografías de la colección
de coches antiguos que tiene la suerte de conducir de vez en cuando. Los
mira con tanta veneración como yo a mi Gucci, que, quiero tranquilizar a todas las Barbies Complementos, sigue impecable, porque, en efecto, el vino blanco no mancha.
01/10/2013
El escándalo de los rojos contra Gucci también da una idea de las claves ideológicas en las que se mueve este tipo de izquierda
LOS rojos, es decir, el sector más cerril de la
izquierda, me han montado un escándalo en Twitter. ¿Por alguna opinión
política? ¿Por el apoyo a alguna iniciativa política o social? No, nada
de eso. Lo rojos en cuestión se han escandalizado porque he hablado de
un bolso Gucci en un artículo publicado en Mujer Hoy, la revista de moda
de este periódico. Que es algo así como que los rojos le monten un
escándalo a un columnista político por hablar de su visita al
restaurante Arzak en una revista de gastronomía, o a otro por contar un
viaje a California en una revista de viajes, o a otro por relatar su
desplazamiento a Estambul para ver al Madrid contra el Galatasaray en
una revista de deportes.
Cosa que los rojos no hacen, sobre todo si los
columnistas en cuestión, los que van al Arzak, a California, o a
Estambul a ver un partido son de izquierdas. Y porque el gasto en
restaurantes caros, viajes y fútbol les parece muy bien, aunque doble o
triplique el coste de mi bolso Gucci, y es que, en los códigos de la
izquierda cerril, Gucci es un símbolo del capitalismo opresor de la
derecha, mientras que la gastronomía, los viajes o el fútbol forman
parte del capitalismo opresor que ellos mismos practican. Lo que da una
idea, sobre todo, de un problema del que ya hemos hablado algunos en
estas páginas. De la lamentable degeneración de Twitter y de su dominio
por parte de la izquierda radical y del populismo. Degradación
intelectual que lo hace crecientemente inservible para el periodismo y
degradación ideológica que lo aleja de los espacios de debate
ideológicos atractivos para el conjunto de los ciudadanos.
Pero el escándalo de los rojos contra Gucci
también da una idea de las claves ideológicas en las que se mueve este
tipo de izquierda. Sobre todo, la uniformizadora e intolerante, con esos
tics de antiguos totalitarismos comunistas que no pueden superar. Y que
me hacen pensar en uno de los factores que me alejaron de la izquierda
de mis orígenes, aquella intolerancia de algunos de sus sectores, el
feminista, por ejemplo, contra las mujeres interesadas por la estética y
la moda. Y que aún pervive en el sector cerril, como demuestra la
guerra de los bolsos que protagonizó en 2007 una ministra del anterior
Gobierno laborista británico contra una compañera. La tal ministra,
Harriet Harman, recriminó en el Parlamento a Hazel Blears, presidenta
del partido, el uso de un bolso «demasiado caro». Blears, demostrando
que hay también una izquierda que cree en la libertad, le replicó: «No
concierne al Estado o a un partido el decirnos cómo podemos gastarnos el
dinero que hemos ganado con el sudor de nuestra frente».
El problema es que la otra izquierda, la de
Harman, es muy fuerte. Harman es la misma ministra que elaboró en 2009
una lista de las 16 mujeres británicas más influyentes del siglo XX… y
¡excluyó a Margaret Thatcher! Así se las gastan los rojos que se
movilizan contra los bolsos Gucci.
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